Lo más lamentable del argumentario en contra de acoger la Copa América de vela –se va a Barcelona por autodescarte de València– es que quienes mandan en la Generalitat y en el Ayuntamiento no sepan distinguir entre lo que es gasto y lo que es inversión. O que sí sepan pero nos quieran tomar por tontos con la cantinela de que de la Copa América de 2007 "aún la estamos pagando". Concretamente, dicen que quedan por pagar 60 millones, de los que 24 los pondrá el Estado, otros 24 la Generalitat y los 12 restantes el Ayuntamiento de València.
Es falso. La celebración de la Copa América se pagó entera con enormes beneficios para la ciudad y para los valencianos. Más de 600 millones de euros en ingresos para cientos de pymes y autónomos, miles de puestos de trabajo creados y el salto de la todavía provinciana València a gran ciudad turística y de eventos europea, condición que hasta entonces solo tenían Madrid, Barcelona y, en la vertiente turística, Sevilla. Como se ha repetido mil veces, la Copa América nos puso en el mapa.
Los 24 y 12 millones que les queda por pagar a Generalitat y Ayuntamiento, respectivamente, tras no haber puesto ni un euro en cemento porque el grueso de la obra –420 millones– lo pagó el Estado, es la inversión en infraestructuras de la Marina de València, que ha sido sede de dos ediciones de la Copa América (2007 y 2010). Una infraestructura que, gracias a la condonación de la deuda por parte del Gobierno de Pedro Sánchez, nos salió muy barata a los valencianos y de la que venimos disfrutando desde hace quince años a pesar de que no se le ha sacado todo el provecho posible. De hecho, una forma de rentabilizar aún más esta inversión era acoger otra edición de la Copa América.
Las inversiones públicas en infraestructura se pagan con deuda a largo plazo y así debe ser porque las disfrutan varias generaciones. Hay carreteras, hospitales, líneas de metro y colegios construidos hace años que "aún los estamos pagando". Esto no es gasto. Gastos son los cánones que la Generalitat paga por traer los Goya o el Gran Premio de Motociclismo e inversiones que "aún estamos pagando" son el Palau de les Arts y el Circuit de Cheste, cuyos gestores deben procurar el máximo aprovechamiento trayendo estos eventos, que cuestan dinero. Esto es de primero de Economía y, a tenor de lo escuchado en los últimos días, da miedo pensar que no lo sepan quienes manejan el dinero de nuestros impuestos.
La Generalitat solo va a tener que poner 24 millones por toda la infraestructura de la Marina, lo mismo que le ha costado el edificio de Correos en València, cuya utilidad fuera del período de Fallas está por ver. ¿Alguien imagina que Ximo Puig rechazara celebrar algún evento en el edificio de Correos con el argumento de que nos ha costado 24 millones y aún los debemos –como parte de los 3.000 millones de euros que aumentó la deuda de la Generalitat en 2021–? ¿Rechazaría un evento como el Mobile World Congress porque la ampliación de Feria Valencia nos costó un ojo de la cara y "aún la estamos pagando"? Pues eso es lo que ha hecho con la Copa América nuestro presidente con la desinteresada colaboración de Joan Ribó.
Iba a empezar esta "crónica de un error histórico anunciado" señalando que si Puig les hubiese encargado la labor de traer la Copa América a Mari Parra, Mako Mira y Rebeca Torró en lugar de a Joan Calabuig y Jorge Alarte otro gallo nos habría cantado. Pero no es así, porque si bien las tres secretarias autonómicas cumplieron con éxito la difícil misión de traerse la gigafactoría de baterías de Volkswagen a Sagunto, lo de Calabuig y Alarte no se puede considerar un fracaso porque también cumplieron la misión para la que en realidad fueron elegidos, que era que la Copa América no recalase en València. Una misión nada fácil, todo hay que decirlo, teniendo en cuenta las ganas que tenía el neozelandés Grant Dalton, dueño de los derechos de organización, de venir a la Marina.
Los motivos reales por los que Puig y Ribó no querían la Copa América se adivinan en sus declaraciones públicas para convencernos de que València no necesitaba ese aliciente. Puig dijo este viernes en un mitin del PSPV: "Yo, viendo la foto del evento ese deportivo de hace unos años, la verdad es que... sin palabras". ¿A qué foto se refería? ¿A la de su amigo Orengo en Gandia recibiendo con Jordi Sevilla al equipo francés K-Challenge, que se instaló allí en 2005 durante dos años para preparar la prueba, generando riqueza en la ciudad?
Lo desprecian por ser un evento demasiado grande, "del pasado", vinculado a Rita Barberá y "a la corrupción". Esto último también es falso, por mucho que lo repitan. De la Copa América no hay atisbo de escándalo ni hubo ninguna denuncia o caso abierto en los juzgados, probablemente gracias a que la organización corrió a cargo de los suizos del Alinghi y no de los políticos y amiguetes que organizaron la visita del Papa un año antes y la Fórmula 1 un año después. La Copa América fue un enorme éxito empañado por el escándalo de la Fórmula 1, pero cualquiera que viviera aquello sabe que no tienen nada que ver. Empañado por políticos y periodistas valencianos a los que aplauden en Madrid cuando se regodean con el asunto de la corrupción valenciana sin separar el grano de la paja.
Los motivos oficiales para dar la patada a la Copa América son que el evento era muy caro y que tanto la Generalitat como el Ayuntamiento tienen otras prioridades. Solo esto último es cierto. El evento era caro, pero más cara es la pérdida de oportunidad para aumentar la riqueza y el empleo en la Comunitat Valenciana. Quizá no lo sepan apreciar en el Ayuntamiento de València, que cultiva con convicción el minimalismo en lo que a eventos se refiere, pero lo saben de sobra en el Palau de la Generalitat, donde, al parecer, ni siquiera se encargó un informe sobre la conveniencia o no de acoger el evento. ¿O sí que se elaboró pero se metió en la trituradora porque resulta que recomendaba acogerlo, como afirman las malas lenguas?
Vamos con las cifras: el coste de la competición era, como en Barcelona, de unos 75 millones de euros, de los que 30 eran el canon para el organizador –Royal New Zealand Yacht Squadron– y el resto era dinero para montar el evento con los equipos participantes en la ciudad/provincia durante tres años, de 2022 a 2024. Es decir, que buena parte de esos 45 millones restantes se iban a gastar en València y de ellos se iban a beneficiar empresas y trabajadores valencianos, y también las administraciones gracias a los impuestos. Iban a crear riqueza en la ciudad, que es lo que hace falta para frenar la creciente pobreza.
Luego estaba la inversión necesaria para adecuar la Marina. Es falso que las obras fueran a costar 120 o 200 millones, como se ha llegado a decir para convencernos de que no valía la pena. Un informe elaborado en la propia Marina, a partir de las necesidades expuestas por Grant Dalton, cifraba entre 22 y 30 millones de euros la inversión. Una infraestructura que en buena medida quedaría para generaciones futuras, como quedó la de la actual Marina. La propia construcción, aunque pequeña comparada con los 400 millones que costó la Marina, también habría generado riqueza y puestos de trabajo.
Todo lo contrario que la compra del edificio de Correos –24 millones– por parte de Puig o la del palacete en ruinas que Ribó ha decidido quedarse ejerciendo el derecho de retracto –lo había comprado una empresa para montar un proyecto hotelero que también iba a crear empleo– por el que nuestro alcalde va a pagar 2,4 millones, más los 5 que le costará la reforma para algo tan improductivo como poner un archivo municipal. Teniendo como tiene el Ayuntamiento dinero de sobra –porque es incapaz de ejecutar el presupuesto– es una pena que el alcalde no quiera poner un euro en un evento generador de actividad económica y lo emplee en algo tan poco beneficioso para los ciudadanos como devolver deuda a los bancos, estando el Ayuntamiento muy poco endeudado y con los tipos de interés a cero, o invertir 7 millones en un palacio para instalar un archivo municipal, que es como atar perros con longanizas.
Frente a los costes de la Copa América, los beneficios. Como ya recordé en este artículo en el que pedía que se estudiase la conveniencia de acoger esta competición, un informe del Instituto Valenciano de Investigación Económica (Ivie) –al que tanto recurre Puig cuando le conviene– afirmó, respecto a la edición de la Copa América de 2007, que "la suma del gasto realizado por los agentes directamente involucrados en las pruebas deportivas (equipos, visitantes, megayates, medios de comunicación y AC Management -organizador de la competición-) asciende a 615 millones de euros". Eso sin contar la proyección internacional de València en todo el mundo y especialmente en Estados Unidos y Australia. El informe lo dirigió Joaquín Maudos y en él participó el actual Síndic Major de Comptes, Vicent Cucarella.
Con esos números, cómo explicarles esta lamentable decisión a empresarios y trabajadores de los sectores de náutica, hoteles, eventos, comercio, taxis, hostelería, turismo, ocio nocturno, inmobiliario, enseñanza, medios de comunicación y otros servicios que hicieron su agosto en 2007; o a los del Palacio de Congresos y Feria Valencia, que se habrían aprovechado de la resonancia de València como ciudad de grandes eventos. Cómo explicársela al concejal de Turismo de València, Emiliano García, al que no le han dado baza porque él mejor que nadie sabe lo que supuso la Copa de 2007.
"No había financiación privada, los empresarios no ponían ni un euro", alegan también desde la Generalitat. ¡Pero quién va a poner dinero en un proyecto despreciado en público y en privado por quien lo tiene que liderar! ¡Si Puig no quiso ni firmar una carta de intenciones que no le comprometía a nada más que a demostrar interés! Hasta el Gobierno central, que mostró inicialmente su apoyo a la candidatura de València, tuvo que retirarlo al ver la desgana de las instituciones locales.
En Barcelona ha sido todo lo contrario: los empresarios, mejor organizados que los valencianos, han ido de la mano de las instituciones. En especial, del primer teniente de alcalde de la ciudad condal, el socialista Jaume Collboni, quien debió quedar convencido de lo beneficiosa que sería la Copa América cuando nuestra vicealcaldesa Sandra Gómez le dio un paseo por la Marina de València "que aún estamos pagando". Los catalanes han logrado un evento que da oxígeno a una ciudad que estaba en decadencia desde el amago de independencia de 2017. Lo peor es la cara de gilipollas que se nos va a quedar cuando veamos entrar en el negocio de Barcelona –más de 1.000 millones de euros de repercusión, calculan– a grandes empresas de ámbito nacional e internacional que igualmente habrían entrado en València. Y al Gobierno central.
Este error histórico de Puig y Ribó tiene, además, una consecuencia difícil de reparar, y es la renuncia de València a ser el puerto europeo y mediterráneo de la Copa América. Los dos favoritos de la competición son el defensor del título, Emirates Team New Zealand (ETNZ), y los suizos del Alinghi. Ambos quedaron encantados con la edición de 2007 y por eso Grant Dalton, patrón del ETNZ, encargó a una empresa tantear a las autoridades valencianas para volver a la Marina. Por eso retrasó su decisión cuando recibió el primer portazo en septiembre y se puso luego en manos del Club Náutico de València para lograr su objetivo. Esto daba a València una oportunidad para negociar el precio, pero nada se puede negociar cuando lo que no hay es ambición.
Si se hubiese celebrado la edición de 2024 en València, la victoria de cualquiera de los dos favoritos habría propiciado que repitiéramos en 2027 y en futuras ediciones donde ganase uno de los dos. Porque se da la circunstancia de que el Alinghi es suizo y allí no tienen mar y el ETNZ es neozelandés y ha descubierto que en sus antípodas tiene más público potencial –700 millones de europeos frente a 4,9 millones de kiwis–, mejor huso horario para sacar rentabilidad a las retransmisiones televisivas y más multinacionales interesadas en poner dinero en el evento. València podría haberse consolidado como puerto de referencia mundial para esta y otras competiciones de vela. Ahora ese lugar lo ocupará Barcelona, que hará una gran Copa América porque allí tienen experiencia de grandes eventos.
La decisión de Puig y Ribó de despreciar la Copa América de vela es una mancha muy grande en su gestión, es una decisión contra València y contra los valencianos que no se compensa con todas las capitalidades mundiales que puedan conseguir para la ciudad porque no son incompatibles. Una pena.