Despedimos este año como lo empezamos, con muchas ganas. Porque si le dimos la bienvenida creyendo que con la llegada de la vacuna acabaría por fin la pesadilla, hemos pasado un 2021 al ritmo de la yenka, con importantes avances por una rápida vacunación, pero con retrocesos y vuelta a las restricciones con las nuevas olas. La última entrega, la variante Ómicron.
Y ya nos pilla cansados, con un hartazgo que hace que estemos a un paso de la quiebra moral. Hemos pasado del cierre por liquidación económica al cierre por derribo anímico.
La pandemia ha dejado su huella, la salud mental ya se sitúa como el tercer problema más importante en el mundo. En este tiempo nos hemos concienciado que los problemas mentales son igual de importantes que los físicos. Esta pandemia deja cifras escalofriantes de suicidios, un tabú que se ha roto en los medios de comunicación que ya informan sobre estos hechos antes innombrables, no sé si por una cuestión de normalizar y concienciar o por una búsqueda de clicks.
Este año también nos deja una sociedad descreída ante la falta de liderazgo y de altura de miras de un Gobierno que ha vuelto a pasar el marrón a las comunidades autónomas para que tomen las decisiones que cada uno considere, y manda a los ciudadanos volver a ponerse la mascarilla en la calle, aunque gracias a ese descrédito no llegamos a quitárnosla.
Como siempre, han vuelto a fallar las expectativas y el año de la vacuna, de la esperanza, ha trascurrido como una película de ciencia ficción. Ni las mejores fake news hubieran descrito acontecimientos tan inimaginables como los que nos deja este 2021: un asalto al capitolio de los Estados Unidos, catástrofes climáticas como la gran nevada Filomena, las DANAS torrenciales o la erupción del volcán de La Palma que ha estado tres meses vomitando lava sin cesar. Por no hablar de los récords históricos que nos dejan la subida de la luz y la inflación.
En política, el 2021 tiene nombre de mujer y un apellido común. Isabel Díaz Ayuso arrasó en las elecciones autonómicas madrileñas y generó un tsunami en la política nacional, con la extinción de Ciudadanos y la despedida, tras el fracaso electoral, de Pablo Iglesias. Su sucesora, Yolanda Díaz es otra revelación que nos deja este año. La vicepresidenta segunda del Gobierno tiene una popularidad disparada y, según el CIS, es la mejor valorada, superando al propio Pedro Sánchez. Hasta se tomará las uvas con la satisfacción de conseguir un acuerdo con la patronal y los sindicatos a cuenta de la reforma laboral.
Unas que llegan y que tendrán mucho que decir en el próximo año y otras que se van. Porque fuera de nuestras fronteras, el protagonismo es para Angela Merkel. La líder alemana ya es una leyenda tras 16 años dirigiendo Alemania con un estilo basado en el consenso, buscando alianzas y huyendo de la confrontación. La dama de hierro ha demostrado durante esta pandemia su lado más emocional con una gran empatía generando confianza y seguridad en los ciudadanos necesitados de un fuerte liderazgo en esta época de incertidumbres.
El 2022 se presenta con muchos retos por delante, con permiso de la covid. Si miramos atrás, la llamada gripe española duró poco más de dos años. Tras 5 olas fue perdiendo virulencia y terminó desapareciendo en 1921 cuando el virus cerró su ciclo vital.
Confiando en que la historia, aunque no se repita se parezca, hagamos un ejercicio de catarsis para encarar el 2022 y superar esta etapa de escepticismo.
El principal objetivo será la recuperación socioeconómica, fiada a la llegada de los fondos europeos. La crisis energética, la climática y el aumento de la inflación también marcarán el devenir de la economía y, aquí en nuestra Comunitat, el sistema de financiación que nos han prometido solucionar este año será un punto de inflexión determinante.
Esperemos que un nuevo calendario electoral no sea la excusa para volver a dejar esta reforma en el cajón. Porque se avecina un año de elecciones con citas fijas en Castilla y León y Andalucía. Estos resultados y las tendencias políticas que generen pueden condicionar y provocar un efecto contagio que acabe en un bucle de elecciones.
Pero si hay un claro vencedor de la pandemia es el mundo digital. Estos dos años han acelerado una tendencia imparable. El siguiente desafío será cómo se conforma el metaverso. Si tendremos un nuevo mundo digital que transforme nuestra forma de relacionarnos y nos traiga un nuevo paradigma económico y social.
El año 2022 puede adentrarnos de pleno en la era del metaverso, el reto será intentar que esa conexión permanente a la red no consiga que nos desconectemos de nosotros mismos, porque de apatía, ansiedad, y aislamiento social ya hemos tenido suficiente. Nos arriesgamos a que la era digital nos aboque a la era del vacío. Como explica el filósofo Gilles Lipovetsky, gurú de la posmodernidad, atravesamos el tiempo de la hipermodernidad, donde todo se ha vuelto ligero, todo ocurre a través de la pantalla, nada es material y esa virtualización, es total.
Para entrar con buen pie en el 2022 dejaremos las expectativas a un lado. Les deseo que tengan una buena entrada al año nuevo y, no lo olviden, permanezcan atentos a sus pantallas.