Los blancos del verano

Fresquitos para el estío, tío

Hoy venimos dispuestos a ir de fresqueo, de tardeo y hasta de perreo, y paramos que me mosqueo. Mejor nos dejamos de bobadas y me pones un vino para mi gordi, porfi, blanco y bien frescales, como la que escribe

| 10/07/2020 | 4 min, 40 seg

Porque estamos en pleno julio y nos apetecen de todos los colores, pero hoy la cosa va de los de pálido color. Esos que nos alegran el día y la vida. En piscina entre aromas a coco de hidratante crema, en playa de chiringuito bajo sombrilla publicista masticando un poquito de arena o en cine de verano con tetrabrik en mano. Al gusto de cada uno, bien en bota, botijo, porrón y hasta con piedrita de hielo, que aquí no tenemos prejuicios juiciosos. Aunque las botellas que traemos son de las buenas las mejores y mejor ni me las muevas de su óptima copa y temperatura. Referencias que serán estupendo antídoto para combatir la sed sin convertirnos en pez globo de feria con tanta cerveza tontorrona. Así que vamos al lío, que la sandía ya está en el río, suena Camela y no queremos más espera para empezar a disfrutar de los claritos del estío, tío.

Abrimos la temporada con uno de nuestros elegidos, el Judas 2015 (Barco del Corneta). Viura de preciosos aromas que transportan a mil lugares. Vistas de anchos horizontes desde mirador en altura, campos salpicados de florecillas coloridas y algún melocotonero repleto de salero. Tonalidades e intensidad para saborear la primera tapita de la temporada y que sean unos torreznos.

Seguimos en Galicia con el PAI 2018 (Albamar). Albariño de abrir libros que, por mucho que leamos, nos siguen sorprendiendo. Mar desbocado con olas interminables rompiendo contra las rocas. Elegancia chisposa en cubierta de barquito que nos enseña espacios infinitos, mientras vamos recolectando moluscos aquí y allá. Y nos lo bebemos a la sombra con unos berberechos como quieras, joven.

El Kollektion Kerpen 2018 (Weingut Kerpen) nos refresca ofreciéndonos los colores de aires alemanes. Riesling de Mosel con todo en su sitio que se mueve sin pretensiones, pero dejando claro quién es. Seco sin antipatías y tan directo como sincero, nos enseña postales de frutales agraciados. Un chiquillo resultón con el desenfado de tomarlo en camping, entre amigos y con unas bravas sin cosas raras.

Con el Vulpes 2018 (Adega Entre os Ríos) nos damos chapuzón en océanos atlánticos y un poquito congelados, entre los pertinentes grititos y con el despeje que eso provoca. Uva raposo que se desenvuelve a brazadas de acideces mil, sus cítricos lindos y algunos brotecillos albos. Tensión, fuerza y vida eterna para lograr todo lo que se proponga, a nuestro lado siempre y con un salpicón de bichos ricos.

Sin parar, que esto va de disfrutar  

Saltamos al Mediterráneo, que este año no paramos y nos quedamos parados con el Beberás de la copa de tu hermana (Fil·loxera & Cia). Macabeo y malvasía de ir a por membrillos y pomelos con los que cocinaremos una tarta deliciosa para tarde de playita levantina. Seriedad y matices por doquier con caricias y su poquito de amargor. Y sin dolor nos lo bebemos entero con una ensaladilla rusa de las buenas.

Nos vamos para Córdoba a hacer turismo de interior y probar el Ojo y Coíllo 2018 (Miguel Castro Maíllo). Pedro Ximénez fermentado y criado en bota que es energía y vigor. Temperamento como pocos que logra convencernos de recorrer la ciudad en plena canícula, porque merece la pena de sobra. Firmeza que, con seguridad, nos regala una bonita jornada que rematamos con unos flamenquines tan flamencos.

Abrimos ahora un Borgoña de pinot noir, el Côte de Nuits Villages 2017 (Didier Fornerol). Vino de desenfado, afilado y afinado con pedregosos hermosos. Aprovecha que cae la tarde para agarrase un poquito con delicadeza y nos dejamos llevar. Porque tiene su chicha y es tiempo de probar y disfrutar. Y así lo hacemos, totalmente relajados y con unas sardinas asadas con o sin espeto.

El Arroyo de Arrayán Blanco 2018 (Arrayán) en bien nacido en tierras toledanas de uvas garnachas, blancas y grises, fermentadas en barrica. Nos lo llevamos a piscina llena de tropezones gomosos y consigue lo imposible, tener elegancia en cada gesto. Estar con discreción y evitando desentones, al tiempo que nos hace pasar el mejor de los ratos con diversión y un arroz con cosas en paella.

De pronto estamos en Sicilia que nunca es tarde para retrepar por el Etna Bianco 2018 (Graci). Carricante y catarratto que aliadas molan un rato y nos hacen subir montañas locas y pelonas. Mineral de escarpadas laderas, ligero y personal, con un puntito de esas hierbas que allí nunca crecerán. Resuelto y enérgico se empeña en llegar a lo más alto para luego bajar entre risas y comer en terracita una de calamares. 

Rematamos en el sur, en Sanlúcar de Barrameda, con coleguis y el UBE Paganilla 2018 (Bodega Cota 45). Palomino de suelos restallantes que nos ciegan de felicidad. Tiza que escribe enseñanzas que quedarán en la memoria sin fecha de caducidad. Sinceridad, compañía y tantas cosas imborrables que saboreamos despacio mirando carreras de caballos con una tapita de huevas aliñás, cómo no.

Nos despedimos con gesto distendido entre incertidumbres, proyectos y sueños. Esos que nunca van a faltar, como el buen vino que nos alimenta.


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