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el tintero / OPINIÓN

Vivir a base de nostalgia

Las noticias nos muestran una ciudad que cambia cada semana, siempre destruyendo su pasado, anulando sus mejores espacios y creando una urbe impersonal y a veces hasta inhabitable. La nostalgia y algunos poquísimos lugares nos mantienen esperanzados a quiénes creemos en una Valencia elegante y armoniosa, que lo fue.

1/02/2023 - 

La nostalgia como una forma de relacionarnos con el pasado, como bien razona Diego Garrocho, autor del libro Sobre la nostalgia, me parece prácticamente la única solución para sobrevivir en esta época de ladrillo y franquicias. Los asuntos políticos nos ocupan y preocupan casi la totalidad del tiempo, en los medios y en las conversaciones, pero muchos de los desmanes que realizan nuestros gobernantes, pueden tener una relativa solución a corto o medio plazo. Principalmente el hecho de modificar leyes o normas para nuestra convivencia, y el ejemplo más claro es el de las leyes educativas, siempre cambiantes y siempre cuesta abajo.

Pero hay algo que nos parece secundario, irrelevante, propio de nostálgicos retrógrados que no tienen mayor preocupación. El hecho de vivir en primera persona como la ciudad, sus edificios y locales pierden su uso, su verdad, su historia, su originalidad y pasan a ser espacios anodinos y antiestéticos (siempre que nos guiemos por un canon de belleza razonable). Cuando uno es pequeño siempre cree que nada va a cambiar, o que los cambios nunca son realmente importantes o trascendentales, vemos el universo desde nuestra inocencia y pequeñez, y todo parece estar ordenado e inamovible. Pero con la madurez, observamos la evolución y los cambios y echando la vista atrás podemos valorar cómo hemos cambiado, como la canción de Presuntos Implicados.

Cafetería Barcas 7

Con profunda nostalgia leo cómo un lugar donde tantos buenos momentos pasé, tantas comidas con mi familia y tantos ratos de admiración por el bar español de toda la vida, con sus camareros de camisa blanca, su barra abarrotada de tazas de café vacías y su menú interminable de cuatro primeros y cuatro segundos con postres “caseros” ha perecido para ser una cadena mexicana, repito, una cadena mexicana. Hay algo que siempre me genera tranquilidad y esperanza, todo esto pasará, porque todo pasa y más lo que no tiene unas raíces profundas, pero el miedo es pensar si volveremos a tener cafeterías, bares, tiendas y espacios como los que tuvimos y que de verdad prestigian la ciudad y hacen de Valencia un lugar singular con encanto y personalidad no sólo para visitantes, sino lo que me parece más importante, para los habitantes.

Mantequerías Luján.

Las ciudades con historia no sólo deben conservar sus museos e iglesias, que por supuesto, sino que deben mantener una configuración de su espacio urbano, principalmente en las zonas más céntricas, que le otorguen una personalidad propia y diferenciada. Soy consciente de lo difícil que supone esto. El mercado libre opera con sus propias normas, casi siempre frías y crematísticas, el empresario piensa en el beneficio económico y la rentabilidad siempre por encima del buen gusto y la sensibilidad, porque o carece de él o sólo lo reserva para su esfera privada, y no siempre. Valencia tenía muchas tiendas singulares, y sobre todo cafeterías y bares que, si hoy vemos las fotos, no creeríamos que eso estaba donde ahora hay una tienda de telefonía o de bricolaje.

El corazón del Ensanche

Sinceramente, es triste y me gustaría pensar que inconcebible que veamos los locales que están abriendo en el corazón del barrio modernista del Ensanche. Una zona repleta de edificios de grandísimo valor arquitectónico y de una belleza y armonía propia de una ciudad con historia y con una sociedad civil culta y civilizada, vemos como se llena de tiendas de ropa deportiva, bricolaje y electrodomésticos. Negocios muy necesarios y dignos en otros espacios, puesto que las cadenas que asolan los centros de la ciudad no respetan ni la decoración interior ni exterior debido a sus reformas y letreros. No tiene sentido que un espacio como el Mercado de Colón, no irradie una zona amplia de protección que evite estas atrocidades.

Llevamos tanto tiempo viendo caer y morir tantos establecimientos donde además la ciudad latía porque había detrás una verdad, un producto, una familia, una historia real y no un fondo y una franquicia sin alma, que parece como las barbaridades del gobierno, nos hemos acostumbrado. El nuevo local que se anuncia en la céntrica calle Conde de Salvatierra se ubica en el tramo donde pudimos ver la maravillosa y mítica Mantequerías Luján o incluso la colorida tienda del diseñador Francis Montesinos. Ojalá recuperemos espacios, locales, edificios como le sucederá a La Pepica, gracias a la intervención del empresario Antonio Calero.

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