El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia es un ejemplo de que el optimismo no debe aislarse de una buena dosis de prudencia. Sobre todo, porque parece como si la presencia de ese fondo extraordinario pudiera alumbrar poderes taumatúrgicos capaces de superar todos los obstáculos estructurales que mantienen a la Comunitat Valenciana y a España en la esquina de los territorios precisados de convergencia con la media europea.
Los alicientes económicos contemplados en el Plan desempeñan un papel estimulador de las inversiones privadas y públicas, pero su efecto final depende en mucho de la correspondencia existente entre los objetivos perseguidos y la mentalidad predominante en cada lugar del espacio europeo. Sabemos por experiencia que, pese a que resultaba posible y recomendable tomar otras rutas, durante largo tiempo aprobamos que la inversión pública apoyada por Europa privilegiara infraestructuras físicas de discutible rendimiento, mientras que la privada buscaba basar su puesta al día en la compra de la mejor maquinaria existente en el mercado: esto es, doblegarse ante la dependencia tecnológica, en lugar de disponer de un conocimiento propio que le dificultara la vida a la competencia internacional.
De los efectos de este doble modelo de inversión conocemos que nos alejamos de las metas europeas, pero carecemos del detalle necesario. Aunque resulte sorprendente, la Comunitat Valenciana ha perdido parte del músculo investigador que se interesó por su economía entre los años 70 y 90; hasta el punto de que se encuentra pendiente, desde esta última década, la celebración bajo estándares científicos de un III Congreso de Economía Valenciana; un evento para el que no faltan motivos de organización tres décadas después, vistos los intensos impactos que nuestra economía ha experimentado y asimilado desde entonces.
Sin embargo, el déficit no reside únicamente en la ausencia de congresos, cuya distancia temporal siempre será dilatada. Se echa en falta un lugar para el debate público de la economía valenciana, un foro abierto y permanente que, entre otros, pueda convocar a profesionales, empresarios, sindicalistas, académicos y políticos. Un marco que ofrezca la posibilidad de aproximar diagnósticos, presentar investigaciones que eleven la cultura económica existente y, ocasionalmente, proponer la construcción de consensos en torno a puntos vitales de la economía valenciana, ya residan aquí o en otras latitudes. Un foro necesario porque, hasta el momento, las valiosas pero ocasionales aportaciones de distintas organizaciones no han logrado, ni parece que se hayan propuesto, asumir el liderazgo y establecer una comunicación sistemática que aterrice tanto sobre asuntos inmediatos como sobre otros de mayor horizonte temporal: por ejemplo, la evolución del europeísmo, el equilibrio económico en España y las mejores vías para el despliegue de una economía valenciana alineada con los mejores estándares internacionales.
La necesidad de comunicación es más perentoria, si cabe, a la vista de la renovación generacional que se ha producido en nuestro tiempo y que sigue avanzando. En muchas empresas familiares ya ha aterrizado la segunda e incluso la tercera generación de propietarios. La generación fundacional, entendiendo por tal la que asumió el tránsito desde los sindicatos verticales franquistas a las organizaciones empresariales democráticas, se encuentra en retroceso por razones obvias: las mismas que empujan a la renovación en las filas académicas, sindicales, políticas y de otras entidades de la sociedad civil.
Ante la sucesión generacional surge la duda sobre la correlación existente entre el cambio cronológico y el cambio de las mentalidades. ¿Lleva consigo esta transición una visión diferente de la economía valenciana? ¿Se comparte la necesidad de un mejor equilibrio entre las actividades económicas que extraen su mayor fuerza de los recursos naturales y aquellas que proporcionan servicios avanzados y bienes industriales y alimentarios moldeados por la fuerza de la innovación? ¿Se es consciente del diferencial de productividad existente con otras áreas geográficas cercanas a nuestro territorio y se asume el imperativo de superarlo? ¿Nos encontramos ya en un tiempo de generalizada adhesión a los intangibles digitales y a la remodelación de los procesos productivos para abatir su huella de carbono? ¿Se asume que la colaboración empresarial, -y no sólo ésta-, es mejor que navegar siempre en soledad? ¿Se está dispuesto a compartir riesgos y capitales con otros empresarios para crear empresas en nuevos sectores?
Las respuestas a las anteriores preguntas forman parte de ese saber que debería abrirse paso para reducir los prejuicios que existen sobre la forma de interpretar nuestra propia realidad y sustituirlos por amplias dosis de objetividad y realismo. Un primer paso indispensable para disponer de visiones próximas sobre qué se quiere que sea la economía valenciana dentro de diez o quince años. Una visión anticipativa que permita delimitar el mínimo común denominador expresado por los diferentes agentes valencianos y sea el punto de partida para discutir sobre el cómo de su consecución, existan o no fondos europeos. Una discusión imprescindible si se aspira a trazar nuevas rutas de avance, rompiendo ese bucle que nos remite a una idea de la Comunitat Valenciana más anclada en idealizaciones pasadas que en aspiraciones de futuro.
Este tipo de trabajos es un ejemplo de los que podría asumir un Cercle d’Economia de la Comunitat Valenciana, sostenido por socios a título individual. Una nueva institución económica que tomara, en lo funcional, la experiencia del existente en Cataluña y, en lo básico, sus propias metas. Un Cercle para visibilizar las percepciones de quienes, en sus respectivos campos profesionales, están tomando el relevo de la generación anterior; para que actores privados y públicos accedan a un foro estimulado por el diálogo respetuoso; para que la cultura propia se alimente de la presencia de relevantes figuras económicas y políticas; para que representantes de diferentes sensibilidades encuentren un lugar común de relación y construcción de complicidades socialmente valiosas. Y por último, pero especialmente importante, para que desde una visión económica propia se decanten posiciones dirigidas a la mejor gobernanza económica de España, la Unión Europea y la propia Comunitat: un amplificador global para la inteligencia, la creatividad y las metas de quienes ya han asumido o están en ciernes de asumir nuevas responsabilidades.