Ahí va, un sincericidio. Todo lo que nos sorprendió este curso, y te puede sorprender a ti este verano. Un plan para cada día
VALÈNCIA. No es un viernes cualquiera; es el último. El día de fin de curso, en el que Guía Hedonista se despide de los lectores durante el mes de agosto para regresar con fuerza en septiembre. Ahí fuera huele a sal, y nos esperan las aventuras del verano. Pero no podemos evitar el hormigueo, la nostalgia, al hacer balance de lo vivido durante el otoño, el invierno y la primavera. Hemos comido tanto; y qué de cosas hemos escrito. Se nos va un ciclo repleto de historias, todas las que os hemos regalado en forma de artículo, y todas las que se quedan para nosotros. Una etapa con sus aciertos y sus errores; con su aprendizaje.
De eso iba la vida, de aprender y de crecer, ¿no? Todo lo que ayer nos sorprendió a nosotros, tal vez mañana te sorprenda a ti. Por eso, vamos a regalarte 31 descubrimientos. Cinco por cada uno de los redactores que escribimos habitualmente en la guía, y algún que otro guiño. Queremos que nos eches de menos, pero ante todo, queremos que te emociones con la gastronomía. Ahí va una agenda de planes con sugerencias para todos los días del mes.
Gracias por tantos días bonitos, Hedonista. Y los que quedan...
Mis descubrimientos del año fueron...
1) Llisa Negra. Quique Dacosta nos salió por la tangente con un restaurante de producto, paellas a leña y el tempo en torno al comensal, y no al revés. El mensajero de la vanguardia hablando en plata.
2) Les Folatières de Olivier Leflaive. No hay un lugar en el mundo del vino como Borgoña, porque nadie ha tenido el valor de hacer lo que allí se da por sentado: poner por delante el valor del terruño (pero de verdad) frente a las marcas. Este 1er Cru de Puligny-Montrachet es el ejemplo perfecto. Un vino infinito.
3) Ese nuevo Nozomi. Que es el de siempre, pero mejor. Menos mesas (un 20%), una carta más corta, más esencialidad japonesa y algunos pasitos hacia la radicalidad. José Miguel y Nuria saben que hay veces en la vida que hay que restar para sumar: bravo.
4) ¡Viva el vino! Conseguimos lo imposible: un fiesta en torno a los vinos para beber, sin prejuicios (¡vino en vaso!), sin esnobismos y sin gilipolleces. Solo placer, encuentro y hedonismo. Es el comiendo de una gran amistad entre bodegas, hosteleros y aficionados.
5) Askua. Es que no me canso, ‘Old habits die hard’: del lomo alto de Luismi, las cocochas de Alberto Ferreres y el guisante lágrima de Getaria. Espardenyes, croquetas de curry y un vino rotundo, inmenso. Esto es la gastronomía.
6) Las cocas de Pont Sec, en Dénia. Probablemente el mejor descubrimiento de este año. Me volvieron loca. Pedimos una en la comida y nos llevamos cuatro a casa para la cena.
7) Micalet. Me flipa este vino blanco que hace Javi Revert con las uvas de un viñedo que plantó su bisabuelo en La Font de la Figuera. Siempre quiero más.
8) Oganyo. Ya sabía que Karlos Moreno tenía talento. La apertura de Oganyo sencillamente lo ha confirmado. Me gusta todo de este restaurante. Tanto, que fueron los encargados de preparar la comida en mi boda. Fue un acierto.
9) Hummus de alcachofa de Baalbec. No lo tienen en carta. Lo probé una noche que hacían un menú especial con maridaje. Rebañé el plato hasta dejarlo inmaculado y le rogué al camarero que me trajera otro. Le agradeceré eternamente que accediera.
10) El Paquito. Me encanta el cordero, pero suelo relegarlo a barbacoas estivales y a algún lechazo en asadores cuando empieza el frío. El Paquito es un bocadillo de carne de cordero que han adaptado a su estilo unos cuantos bares de Madrid. En Valencia, Román Navarro lo prepara de vez en cuando en Tonyina y me dice que lo tendrá en carta este invierno.
11) Baalbec. Es un lugar magnífico para descubrir las especialidades de Líbano, Grecia o Turquía. Se come fenomenalmente bien, los precios son comedidos y tiene el aliciente de contar con un equipo muy agradable, comandado por el gran Steve Anderson.
12) Salat Bar i Botiga. Comida casera mallorquina riquísima. Precios más que razonables y además siempre hay mesa... ¡a pesar de estar situada en el centro de Ruzafa!
13) Napicol. Buen producto, buena cocina y una terraza maravillosa con vistas a la huerta.
14) Pont Sec. Probablemente he sido de las últimas en conocer este sitio, pero es maravilloso para ponerse finos a comer cocas con productos cultivados en la propia huerta ecológica del restaurante. Harinas de calidad y fermentaciones largas.
15) Tiggy. En la última edición del Festival de l'Horta Turia conocí esta especie de nocilla de chufa y cacao. Me enamoré perdidamente y en dos días había desaparecido el bote.
16) La raclette original de Valais, con toda la comparsa (encurtidos, patatas cocidas, vino blanco y orgullosos montañeses del cantón). A mi parecer esta especialidad suiza respeta con más cariño que la fondue los matices del queso. Bueno, en verdad es que lo que te sirvan un magma de queso con un cuchillo encima de tu plato mola más.
17) Los salazones y ahumados de El Mesó de Nazaret. Cada vez que como una de esas fantasías mediterráneas elevo una oración a los cielos para que el Altísimo proteja a Eugenio Viñas, el descubridor del establecimiento.
18) Vadear mentalmente la ribera del Río Sil, de cepa en cepa, hasta beberme toda la D.O. Valdeorras. Con un plato de leche cruda de oveja y 1kg de pan de Cea.
19) El interior de La Marina Alta. No todo es costa en una de las comarcas más hedonistas de la comunidad. Moscatel, embutido y hedonismo a partes iguales, con cierto punto estoico, que se diluye entre alemanes.
20) Jamón ibérico de Lázaro, a modo de postre en Casa Montaña. JAMÓN. DE POSTRE.
21) El boom vegano de la ciudad, que no ha hecho más que empezar. Arrancamos 2019 con cinco aperturas. Y lo que nos queda por ver en establecimientos muy verdes.
22) Las tostadas con Tiggy. Despertaría cada día con ellas. ¿Una crema de cacao vegana, sin aceite de palma y a base de chufa valenciana? ¡Qué me digan dónde!
23) La Casa Viva. Mi restaurante preferido del año, con su lasaña de calabaza para comer.
24) De postre, una tarta de Cake Project. Los dulces más sanos de la ciudad. Tiene una vitrina repleta de tartas de colores que con solo verlas te ponen contenta. La cocina, a la vista, sin más secretos que las maravillosas recetas de Rosa.
25) Y el recorrido por Pelayo. Desde Tiramisú, la pastelería arcoiris, donde también nos tomamos un batido de Unicornio; a Wei Wei para llevar o las hojas de parra de Tian Tian.
26) El consuelo de la barra, que quita todas las penas. He descubierto que prefiero comer de pie, quizá reclinada en el taburete. Hablar muy cerca de la otra persona, brindar con la intimidad que solo dan los bares. Y por eso, qué vivan Rausell, Ricardo y La Principal.
27) Las salazones. Cada vez más presentes en la carta de los restaurantes, lo cual es motivo de celebración. Ponme una caña, sácame unas almendras y dame hueva; con eso hago una tarde. Hay de muchos tipos en El Mesó, y son de calidad las de Alma Marina en Gavara.
28) Saiti. O cómo hacer las cosas bien, año tras año, con discreción, humildad y constancia.
29) La coctelería es arte. Sabía que era gastronomía, incluso discurso. No sabía cuánto se podía disfrutar y que su presencia es muy versátil. Cabe en todo tipo de conceptos, desde el cocktail bar, hasta los restaurantes viajeros, como Bouet o el malogrado Casa Amores.
30) Un buen producto requiere de un mejor productor. Y tanto da si hablamos de huerta como de mar y montaña. Quiero más viajes, al reino de los aceites, o al país de las abejas.
Ante todo, sobre todo, haz tuya la experiencia. Estos son nuestros descubrimientos del año, pero los vuestros pueden ser otros. Asegúrate de no perder la curiosidad, la inquietud. Sigue siendo el niño que caminaba por la orilla recogiendo piedras, también cuando te sientes en un restaurante, y disfruta comiendo y bebiendo como si el mundo se acabara mañana, que pocas cosas hay más importantes. Bueno, sí, el mar, el amor...