La operación inmobiliaria se ideó para el Vicente Calderón. Un compañero del colegio de Vicente Boluda, un amigo de juventud de Francisco Pons, y la nieta del ex presidente del Valencia CF Julio de Miguel, se encuentran entre las cabezas visibles de la iniciativa. Tienen seis meses para conseguirlo. El arquitecto será Ignacio Pombo y el proyecto se presentará en mayo
VALÈNCIA. El tiempo corre. Tienen seis meses. Así lo explicó el director general del Valencia CF, Mateu Alemany. Antes de octubre los cooperativistas de Mestalla deberán firmar la compraventa del solar del estadio. Están convencidos de que van a lograrlo. De que reunirán el dinero para que se formalice el acuerdo. En el Valencia CF admiten que la operación tiene “muy buena pinta”. Si se culmina, el arquitecto Ignacio Pombo será el encargado de crear los edificios. En mayo presentará su diseño. Pombo conoce bien la iniciativa y cree que “el problema no son los pisos”. Así lo ha asegurado en privado. Da por seguro que se conseguirán reunir los 485 cooperativistas. El escalón de Hillary, esa última pared que dificulta el acceso a la cumbre del Everest, son los más de 41.000 metros cuadrados de uso terciario. Ahí está el verdadero desafío. A Marta de Miguel, nieta del empresario y ex presidente del Valencia CF Julio de Miguel, le corresponde el hueso duro de roer. Directora de Retail & Investment Department en CBRE, dio la cara en la rueda de prensa que ofrecieron este miércoles las cabezas visibles de la iniciativa.
Al lado del director territorial de CBRE, José Ángel Sospedra, De Miguel permanecía en silencio escuchando las explicaciones que ofrecía el representante de ADU Mediterráneo y presidente de FECOVAL, José Luis Santa Isabel, persona que ha llevado la iniciativa en la operación. Que la rueda de prensa se hiciera en ese despacho en la céntrica calle Pintor Sorolla de València no fue porque sí; tenía un hondo valor simbólico. “La idea salió de aquí”, explica Sospedra. Pese a ser consciente de la complejidad del reto, De Miguel está convencida de que lo van a lograr. A Vicent Diego, presidente de la Federación de Cooperativistas Valencianos, se le veía hasta emocionado. Con unas deportivas azul cobalto llamativas (“mi mujer me las elige, como las camisas; ella es la moderna”), para él este proyecto es su retirada “a lo grande”. Con 81 años de edad y más de 40 de experiencia, amigo de juventud del llorado Francisco Pons y muy querido por los propietarios de Importaco, ofrece el paraguas cooperativista imprescindible para que sea real lo que hace unos meses parecía una quimera. Sus 6.000 viviendas construidas en este régimen le avalan. La cima está más cerca.
Desde que este martes se supo que el Valencia CF iba a aceptar la oferta vinculante presentada por ADU Mediterráneo, las reacciones se han sucedido y han variado desde el optimismo esperanzado al escepticismo agorero, pasando por todos los puntos intermedios. Como diría Jean Renoir, todos tienen sus razones. Entre los primeros se encuentran los vecinos del inconcluso Nou Mestalla. Para ellos la perspectiva de que se acabe el estadio es casi como una liberación. Llevan tanto tiempo esperando que el propietario de la cafetería Millenium, Miguel Ángel Quintanilla, no acaba de creérselo. Este jueves por la mañana recordaba con una sonrisa que la primera persona que le llamó para contarle que se había llegado a un acuerdo fue el director de la sucursal bancaria donde tiene sus cuentas corrientes. “Hay buenas noticias”, le dijo. Uno de sus clientes habituales, Isidoro, propietario de un bajo en la zona, le relata que la hija de uno de sus amigos (“con el que vengo a almorzar”) es una de las suscriptoras. Javier, el propietario del estanco anexo se acerca. Quintanilla y su vecino comercial se sonríen. ¿Y si acaban el Nou Mestalla por fin? “Lo bueno”, dice Quintanilla, “será durante la obra; entonces sí tendremos movimiento”.
La persona que está liderando la operación para quedarse el solar del viejo Mestalla no es precisamente un desconocido entre el empresariado valenciano. Dicen quienes han tratado con él que se trata de una persona “muy competente, muy eficiente y muy recta”. Ingeniero de caminos, Santa Isabel fue compañero en el Pilar del naviero Vicente Boluda; de hecho el hermano de Santa Isabel y Boluda eran “inseparables”. El padre de Santa Isabel impulsó en su día proyectos como la urbanización El Bosque o la Tropicana de Gandía, así como las viviendas sociales del puente de astilleros. Presidente de la federación de contratistas, en los últimos años ha obtenido considerable presencia pública al apoyar las protestas por la infrafinanciación de la Comunitat. Él fue la persona con quien contactó el presidente de la Confederación de Cooperativas, Juan Casares, cuando se puso en marcha una operación que se ideó en la delegación de CBRE en València. En noviembre del año pasado, cuando se abrió el plazo por parte del Valencia CF, Sospedra y su equipo se percataron de que sólo tenían que importar un proyecto que ya estaba en marcha y que estaba cumpliendo plazos: el que Casares había presentado en Madrid por los solares del Vicente Calderón.
Porque la paradoja de esta historia quizás sea ésa: que la operación que puede desatrancar el atasco del Nou Mestalla, que el proyecto que lideran e impulsan valencianos, nació para Madrid. Casares coincidió con Sospedra y vio enseguida que era factible imitar la jugada en València. Le puso en contacto con Santa Isabel. A Olivares Consultores se les encomendó ser los coordinadores de referencia de la captación de cooperativistas. La maquinaria comenzó a ponerse en marcha. Casares también puso en contacto a Santa Isabel con Diego. Era la pata que faltaba. Atleta senior, hombre activo (el jueves salió del despacho de CBRE en su bicicleta), maratoniano, Diego nació en Catarroja en el seno de una familia acomodada y numerosa. Implicado en los movimientos católicos, formó parte de la Taula de Forces Polítiques i Sindicals constituida durante la transición y fue uno de los impulsores de la Unió Democràtica del País Valencià. Fue fundador de Covipo (Cooperativa de Vivendes Populars) y de Coinser, cooperativa de servicios desde la que se impulsó la creación de empresas como Consum, Caixa Popular, La Nostra Escola Comarcal o el centro La Florida.
Diego ha tenido un papel relevante en los encuentros institucionales. El primero de ellos se produjo en enero de este año, con el director general de Economía, Emprendimiento y Cooperativismo, Francisco Álvarez. Para esta cita acudió Casares desde Madrid. Tras la reunión fueron a la terraza de una cafetería en la calle Arzobispo Mayoral. El alcalde de València, Joan Ribó, se encontraba en la terraza contigua. Diego y Ribó se conocieron en las juventudes católicas. Se tienen mutuo afecto. Allí mismo, el presidente de las cooperativas valencianas presentó a Casares al alcalde y le explicaron sucintamente el proyecto. Ribó, tras escucharles, le dijo a Casares: “Estás en buenas manos”. Este jueves el alcalde admitía el encuentro. Desde prácticamente el principio estaba al tanto de la operación y guardó discreto silencio, esperando acontecimientos. “Las cosas tienen que salir por sí solas”. Al mismo tiempo, quería poner en valor el hecho de que se tratara de un proyecto de economía social, al estilo de naciones más avanzadas como Dinamarca o Noruega, donde la especulación desparece de la ecuación. “Me parece que es la mejor opción”. ¿Usted confía en que lo conseguirán? “Claro que sí”, asiente tajante; “claro que sí”, sonríe.
Diego, “muy de la terreta” según sus amigos, valencianista, fue viendo más factible la operación inmobiliaria conforme llegaban las noticias sobre la venta. Que si está difícil, que si no valían tanto... Oyente de programas radiofónicos deportivos, cita a Pedro Morata, de la cadena SER. “Le escucho por las tardes y le oía decir que no iban a dar por el solar más de 70, 80 millones, y pensaba: ‘Hombre, a esas cifras podemos llegar’. No eran los 300 millones que se decían en su día”, explicaba este miércoles. Siguiendo los renglones rectos que marcó Santa Isabel, se comenzó a buscar posibles suscriptores. Se partía de una lista muy reducida, de apenas 300 personas. Más de 100 dijeron que sí. La recepción era más que buena. En ADU Mediterráneo iban preparando más artillería. Tienen, por ejemplo, cartas modelos para enviar a colegios profesionales (notarios, abogados…) que están esperando a salir en los próximos días. Sin haber empezado la parte fuerte de la búsqueda, iban recibiendo respuestas. Varios ex futbolistas del Valencia CF, uno de ellos en activo, preguntaron por los pisos de Mestalla. Los interesados recibían un dossier en PDF de 25 páginas en el que se incluía hasta una memoria de calidades. También las simulaciones de cómo serán los edificios, pero sólo volumétricas; el proyecto final, ya se ha dicho, se presentará en mayo.
Faltan diez horas para que se celebre el partido de cuartos de final entre el Valencia y el Villarreal en el que los de Mestalla vencerán por dos a cero y pasarán a semifinales de la Europa League, donde se medirán al Arsenal de un viejo conocido, Unái Émery. En el bar de Manolo el del Bombo, éste charla con dos de sus habituales, Francisco Rubio y Javier Valiente. A sus 70 años, sigue al frente del local donde se acumulan recuerdos futbolísticos de lo más variado. Manolo quiere jubilarse y traspasar un bar adonde acuden en peregrinación aficionados de toda España. “Son ya siete operaciones”, dice. Unos clientes que vienen de Las Palmas le saludan. Después, una familia se sienta en un rincón. Manolo comenta con sus amigos el futuro derribo de Mestalla. Se muestran escépticos. “Yo me he dicho que me moriré y no lo veré entero”, apunta Manolo. “Va a durar más…”, asiente Rubio. “Tú habrás crecido y todo”, bromea Manolo. Mientras, en la televisión del local un vídeo musical, ilustrado con fotografías de Manolo animando en diferentes etapas de su vida, se sucede al ritmo de un pasodoble compuesto por unos compositores belgas: ‘Y viva España’, cantado por Manolo Escobar. Rubio sale con Valiente a la calle a a fumar un cigarrillo. “¿Por qué no lo dejan?”, se pregunta en voz alta mirando a Mestalla.
En los aledaños de Mestalla un reventa pasea por delante de las taquillas. Por dos entradas correlativas en Tribuna Baja pide 160 euros, 80 cada una. Por una sola, 120. “Compro cualquier entrada por 70 euros”, asegura. Así está el mercado. Los operarios encargados de instalar la carpa para la Europa League ultiman los trabajos. Enfrente, las oficinas del club, donde dos empleados apuran un cigarro a las puertas antes de volver dentro. Para el Valencia la propuesta de los cooperativistas tiene sólo pros. Les da seis meses de margen. Si al final no saliera, recibirían una indemnización (la cuantía no se ha especificado). Y si saliera... si saliera supondría el inicio de una nueva época para el club. Justo en el centenario de su creación. Por el momento, durante este medio año la venta del solar de Mestalla ya no es su problema. Están a la expectativa. Y mientras, la operación sigue en marcha. Este sábado ya sobrepasaban el 65%. “Ha sido una locura estos días”, confesaba Santa Isabel. La demanda va disparada. El vaticinio de Pombo se va a cumplir y los pisos tendrán compradores. Sólo queda el escalón de Hillary, esos 41.000 metros de terciario. Casualmente hace un par de años los montañeros descubrieron que el escalón de Hillary, el real, el físico, ha desaparecido; ahora lo llaman escalera y dicen que es más fácil llegar al Everest.