La reunión de noviembre del Banco de Inglaterra tendrá que ofrecer un aumento mucho mayor del tipo de interés oficial, según explica el economista
MADRID. La semana pasada el nuevo ministro de Hacienda del Reino Unido, Kwasi Kwarteng, presentaba un nuevo minipresupuesto cuyo objetivo es dar paso a un periodo de crecimiento más fuerte y dinámico. Este anuncio culmina unas semanas frenéticas de anuncios políticos desde que Liz Truss se convirtió en primera ministra a principios de septiembre. La magnitud de los cambios políticos es impresionante. Los más importantes desde una perspectiva macroeconómica han sido:
Este minipresupuesto, junto con una serie de medidas desreguladoras, formaba parte de un plan para impulsar el crecimiento a largo plazo hasta el 2,5%, un nivel muy por encima de las tasas medias que se han alcanzado desde la crisis financiera mundial. Pero, aunque estamos de acuerdo en que las reformas estructurales que fomentan el crecimiento son muy necesarias, hay pocas razones para pensar que esta combinación concreta de medidas anunciadas tendrá un efecto cercano al deseado. Al mismo tiempo, los recortes fiscales que beneficiarán en gran medida a los hogares ya ricos, empeorarán la desigualdad, una medida en la que el Reino Unido ya sale mal parado.
Tampoco cabe duda de que la deuda pública del país se disparará aún más en los próximos años, especialmente si se mantiene o aumenta el reciente aumento en los tipos de interés a los que se financia el estado. Y a largo plazo, nos preocupa que la permanente mella en las finanzas del gobierno aumente la preocupación por la sostenibilidad de la carga de la deuda en el contexto de una demanda de gasto público estructuralmente creciente.
Mientras tanto, la relajación fiscal, inoportuna y de un tamaño inadecuado, hará que aumente la demanda agregada en una economía que ya se está recalentando, lo que obligará al Banco de Inglaterra a endurecer la política monetaria de forma más agresiva. Esto, a su vez, hace que aumente la probabilidad de una recesión.
La reacción del mercado a los recortes fiscales financiados por la deuda ha sido despiadada. En el momento de redactar este artículo, la libra esterlina había caído alrededor de un 7% en sólo dos semanas. Los rendimientos de los bonos soberanos británicos (gilts) a 5 años se dispararon el viernes por el mayor importe registrado. Y los precios de las acciones han caído, lo que supone una inversión del efecto habitual de la moneda en el FTSE.
Predecir los movimientos de las divisas es difícil en el mejor de los casos. Pero el Reino Unido ya tiene uno de los mayores déficits por cuenta corriente del mundo. Tiene grandes y crecientes necesidades de financiación pública, así como un amplio pasivo exterior. La incertidumbre sobre la inflación futura y el curso de las negociaciones sobre el Protocolo de Irlanda del Norte es elevada. Y las propias medidas de la Fed para acabar con la inflación están presionando el dólar al alza. Por lo tanto, parece más probable que la libra se deprecie aún más, tanto frente al dólar como en base a la ponderación comercial.
Todo esto pone al Banco de Inglaterra en un gran aprieto. El banco ya iba a tener la responsabilidad de actuar con más fuerza de la que empleó durante su última e insulsa subida de 50 puntos básicos del tipo de interés bancario. Los recientes movimientos del mercado no indican todavía que el Reino Unido se dirija hacia una crisis de la balanza de pagos o de la deuda. Pero la confianza en el "UK Inc" está cayendo y los nuevos grandes descensos de la libra esterlina harán que el panorama de la inflación se vea afectado. Cada vez es más probable una intervención verbal del Banco de Inglaterra entre reuniones, especialmente si continúan los movimientos desordenados del mercado.
Si eso sirve para el corto plazo, la reunión de noviembre del Banco de Inglaterra tendrá que ofrecer un aumento mucho mayor del tipo de interés oficial. El mercado prevé un aumento de los tipos de interés acumulado de cerca de 200 puntos básicos para finales de año, muy por encima de lo que se preveía en la última reunión del Comité de Política Monetaria. Y si eso no es suficiente, podría ser necesaria una reunión intermedia, aunque eso supondría el riesgo de aumentar las tensiones con el nuevo gobierno. Cualquier señal de que el banco está eludiendo su tarea, sólo empeorará las cosas. En cualquier caso, no hay buenas opciones a partir de aquí, sino menos malas, y los hogares y las empresas del Reino Unido, que ya tienen problemas, tendrán que recoger los pedazos.
Jeremy Lawson es economista jefe de abrdn Research Institute