Peter Bagge repasa la biografía de la escritora y antropóloga Zora Neale Hurston, una de las precursora del pensamiento libertario y luchadora contra todo tipo de convenciones
VALÈNCIA.- Tras haber pasado con nota el pequeño cambio en su carrera que supuso La mujer rebelde: la historia de Margaret Sanger (La Cúpula, 2016), el norteamericano Peter Bagge (Odio, Los Bradley, Reset…) repite con una novela gráfica biográfica, la segunda de una serie que —como mínimo— contará con tres entregas. En este caso, el objetivo del lápiz del de Peekskill (Nueva York) es la escritora y antropóloga Zora Neale Hurston. ¿Quién? Pues aquí está la principal virtud y el gran defecto de Fire!!
Por un lado, presenta una biografía sorprendente de una pionera de la cultura afroamericana (cuando aún se les llamaba negros), con un carácter excepcional y unas ideas poco corrientes que se adelantaron al movimiento libertario; por otro, una vida tan compleja merece más de 72 páginas. Es cierto que Bagge solventa el problema (como ya hizo con La mujer rebelde), añadiendo una extensiva documentación que cubre la obra casi viñeta por viñeta, la fórmula supone casi como explicar un chiste. Es cierto que la biografía da ganas de acercarse más a esta especie de Frida Kahlo del Harlem (aunque con una vida infinitamente menos trágica), pero lo ideal hubiera sido que las viñetas no hicieran necesarios tantos pies de página.
Lo dicho, lo mejor de Fire!! es descubrir cómo Zora Neale pasó de ser una hija de esclavos libertos (nieta de esclavos) en un pueblo que no estaba ni en los mapas, a convertirse en una figura tan importante —y controvertida— del movimiento por los derechos y la reivindicación de las personas de color (negro). En España -salvo error- no se ha publicado ninguna de sus casi 20 obras, lo cual no es óbice para que des una patada en Tuiter y te salgan cien expertos.
Zora (nadie sabe de dónde viene el nombre) Neal (luego se añadió la ‘e’) Hurston nació en 1871, apenas un mes después de que Joseph Rainey se convirtiera en el primer negro en sentarse en el Congreso de EEUU y un mes antes de que Hiram Rhodes Revels ocupara su escaño de senador. Una época, pues, en la que los afroamericanos empezaban a recoger (muuuuy lentamente) los resultados de la Guerra Civil. El avance que duró poco, ya que entre 1901 y 1929 la Cámara Baja no volvería a tener ningún representante de esa minoría. Así, Zora vivió esa época en la que los avances eran posibles, lo que le permitió convertirse en la primera alumna de color de la Universidad de Barnard, uno de los centros académicos solo para mujeres más progresistas de EEUU.
Además de la lucha por enfrentarse a los límites que el color de su piel y su sexo ponían en su época, la pintoresca personalidad de Zora es uno de los grandes atractivos de esta biografía. Como antropóloga, se encargó de estudiar las costumbres de las pequeñas localidades de afroamericanos. Fiel a su gusto por dar la nota, se paseaba por aquellos lugares perdidos de la mano de dios con un revolver bajo el sobaco y un traje totalmente blanco.
Desde el punto de vista político, de la escritora llama la atención cómo se enfrentó incluso a los suyos. En un momento crucial para la formación del movimiento de identidad negro, Zora llegó incluso a enfrentarse a W.E.B. du Bois, cabeza visible del colectivo. La escritora se negó a dejarse seducir por corrientes de pensamiento que arrasaban entre los suyos –como el socialismo o el comunismo– e incluso marcó distancia en su postura sobre la segregación (que defendió de manera muy inteligente). A nadie sorprenderá que muriera repudiada por los suyos y enterrada en una tumba sin nombre.
Por último, cabe señalar que Bagge ha reconocido en varias entrevistas últimamente que se siente cómodo en el género autobiográfico. A sus 60 años, está claro que no puede seguir abonado al universo Odio, que intentó prolongar con éxito moderado en Apocalipsis Friki, Other Lives o Reset. Su próximo trabajo será dibujar la vida de Rose Wilder Lane, considerada junto a Ayn Rand e Isabel Paterson, como una de las fundadoras del movimiento libertario (y presunta coautora, cosa curiosa, de la saga de La casa de la pradera, ya que fue hija de Laura Ingalls). Una pena que no haya elegido a la chiflada de Rand, sobre quien ya ha comentado en más de una ocasión que no tiene en excesiva estima, pero como ya tenemos el repaso que le dio Darryl Cunningham en The age of selfishness, quizás la suya ha sido una decisión acertada.
Sobre lo que venga después, el tiempo lo dirá. Por lo visto, ni él lo sabe, aunque sí ha reconocido que el trabajo que supone dibujar una biografía le resulta agotador. A más de uno, sin duda, le gustaría que Marvel le volviera a abrir las puertas y continuara con sus adaptaciones tipo The Megalomaniacal Spider-Man o The Incorrigible Hulk, aunque no parece que la casa de las ideas esté por la labor.