Las caprichosas formas en sus montañas, el cromatismo de sus parajes y su legado colonial enamoran a quien visita la provincia de Salta
VALÈNCIA. Frente a la potencia de las Cataratas de Iguazú o el Glaciar Perito Moreno, resulta complicado abrirse hueco en los circuitos turísticos que recorren Argentina. La provincia de Salta, encaramada en las estribaciones de los Andes, en los límites con Chile, Bolivia y Paraguay, despunta como destino en una de las regiones más atractivas del país austral. A la belleza hipnótica de un paisaje surcado por valles, quebradas y caprichosas formaciones rocosas que evocan la paleta de un pintor, se suma el encanto de pequeñas ciudades donde la huella inca aún se adivina entre el legado colonial. Recorrer esos paisajes ya es todo un espectáculo, aderezado con la oferta de deportes de aventura o el turismo ecológico, ya que se trata de la principal región vitivinícola del país solo por detrás de Mendoza.
Salta, una pequeña ciudad con ambiente de pueblo, es ideal como base de excursiones por la zona. A un radio de cuatro o cinco horas por carretera quedan interesantes paradas: el pueblo de Purmamarca en Jujuy; el mítico Cerro de Siete Colores; los pucará o antiguas fortalezas incas; la Quebradra de Humahuaca, o las Salinas Grandes. Las opciones de alojamiento son diversas y se puede optar entre alquilar un vehículo o contratar excursiones de día completo.
Antes de ponerse en la carretera, merece la pena explorar algunos rincones de la villa, como la Plaza 9 de julio, lugar fundacional de la ciudad y ejemplo perfecto de la arquitectura colonial de la zona. Allí mismo se encuentra la Catedral Rosa de Salta (1878) y el Museo de Alta Montaña, uno de los principales centros expositivos del norte de Argentina centrado en la civilización inca cuyo reclamo principal es el cuerpo momificado de tres niños hallados por una expedición de alta montaña en la cima de Llullaillaco en 1999. Por la noche, la animación reina en las peñas folclóricas repartidas a lo largo de la calle Roque Sáenz Peña, donde los salteños se reúnen para escuchar música en directo y degustar platos como el locro, un contundente guiso a base de frijoles y maíz, o las empanadas de llama.
La Quebrada de Humahuaca (Patrimonio de la Humanidad de la Unesco) es uno de los paisajes más bellos y espectaculares de toda Argentina. El viaje a lo largo de los 155 kilómetros de esta inmensa garganta surcada por el Río Grande transcurre por encantadores pueblos tradicionales circundados de formaciones rocosas multicolor de formas caprichosas. El mejor ejemplo de esa variedad cromática es la sección montañosa conocida como Paleta del Pintor, en el pueblo de Maimará. A más de 2.400 metros sobre el mar, el cerro que rodea a este lugar, antiguamente poblado por tribus omaguacas, maravilla por la infinidad de tonos que refleja a la luz del sol, con sus sorprendentes franjas triangulares de roca que pasa del rosa al verde. Muy características son también las pucará, construcciones defensivas precolombinas. Una de ellas se puede visitar en Tilcara, un pueblo encantador en la provincia de Jujuy, en pleno corazón de la Quebrada, del que no se debe marchar sin visitar su colorido mercado artesanal. También merece la pena deambular por sus calles adoquinadas entre casas de estilo colonial y subir la escalinata hasta el Monumento de la Independencia para tener una magnífica perspectiva del desfiladero. Purmamarca, a más de 4.100 metros de altitud, es para muchos el pueblo más hermoso de esta provincia. Tal vez sea por su animado mercado de artesanía local en el que desembocan infinidad de encantadoras calles delimitadas por casas de adobe o por el impresionante Cerro de los Siete Colores, una pequeña sección montañosa multicolor.
Las Salinas Grandes son otro de los paisajes más majestuosos de Jujuy. La inmensidad blanca de este mar de sal contrasta con la aridez del paisaje del resto de la Quebrada, que queda atrás después del ascenso por la cuesta de Lipán hasta superar los 4.000 metros de altura. El momento más mágico para visitarlo es el atardecer, cuando el cielo se va cubriendo de infinidad de estrellas en medio de un inmenso vacío, sin nada que distraiga la atención de este espectáculo de la naturaleza. A medio camino entre este desierto salino y la ciudad de Salta, en San Antonio de los Cobres, se puede tomar el conocido Tren a las Nubes, otra de las excursiones más populares. Después de una hora de trayecto se alcanza el punto fuerte de la ruta: el paso por el viaducto de La Polvorilla, por encima de 4.000 metros, cuyas vistas hacen enmudecer a los pasajeros.
La Ruta Nacional 68, que atraviesa la Quebrada de las Conchas hasta la ciudad de Cafayate, a 183 kilómetros al sur de Salta, cautiva desde el primer instante. También conocida como Quebrada de Cafayate, las tres o cuatro horas de viaje por estos imponentes escenarios declarados monumento natural por la Unesco son de las que dejan huella en la retina del viajero. Merece la pena dedicar una jornada completa a admirar con calma la sucesión de increíbles escenarios de roca como consecuencia de años de erosión. La tentación de detener el vehículo para contemplar este espectáculo natural es permanente, pero hay varias paradas imprescindibles. Entre ellas está la conocida como Garganta del Diablo, un inmenso anfiteatro de pura roca en el que resuenan las notas de los artistas que tocan instrumentos para poner a prueba la acústica natural. El camino hasta Cafayate, epicentro de la actividad vinícola de la región y sede de algunas de las principales bodegas del país, está jalonado por infinidad de puntos de interés, como los Castillos, los Médanos, la Yesera, el Fraile o el Sapo, ejemplos de la belleza que se puede manifestar en las montañas que surcan uno de las regiones más atractivas de Argentina.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 47 de la revista Plaza