Pese a que tímidamente volvemos a recuperar la normalidad de nuestras vidas, como tal, la feria de tomate de El Perelló no se celebrará este año en el formato habitual. Hay que poner a raya las aglomeraciones. Evitar el contacto. Contener el desmadre. Salvar la campaña turística. Salvados, desde el 4 junio y hasta el 11 del mateix mes, ocho restaurantes locales endulzaran los paladares de los valencianos que se acosten a esta pedanía marinera. El pomodoro es el plato estrella de las degustaciones que se servirán en la mostra gastronómica. No por ello debemos dejar de escribir de los entresijos que ofrece esta cotizada variedad de tomate valenciano que se empieza a sembrar, con sus particularidades, a comienzos del año sobre la arena en los términos municipales que ocupan El Mareny-El Perelló y el Recatí-Perellonet. ¡Posiblemente sea el mejor tomate del mundo! ¡Hay siempre que pensar en verde!
No hay que demonizar el fenómeno migratorio. En el caso del tomate cogería de la mano a algún político que ama más la bandera, la pulsera, el himno, que al propio tomate, para hacerle ver que los españoles no quieren trabajar el campo. Como dice Francisco, la tierra es para el que la trabaja. Desde hace dos décadas la comunidad rumana se ha asentado en El Perelló, formando parte del padrón municipal. Hoy voy a relatar la vida de un matrimonio -que por cierto van a ser padres, les doy mi enhorabuena- por ser un ejemplo de esfuerzo y superación. Cultivan la tierra como nadie. Aman los vegetales. Superados los trámites burocráticos, y eso que son europeos, Adrián y Adriana aterrizaron en España en el año 2011. Este mes de San Joan celebran el décimo aniversario del aterrizaje. Creo que a nadie en su sano juicio le agrada dejar amigos y familia para emprender un nuevo rumbo en su vida.
A Adrián tuve el gusto de conocerle a través de un amigo mayorista del surf. Me ha enseñado mucho a lo largo de los días de la gestación del tomate. Lo mismo que Gemma, la joven que susurra a las plantas y que lo que buscaba la había encontrado. A primera vista es un chaval tímido. Tiene la percha de jugador de fútbol del este. No le falta el pendiente. Saca pecho de ser buen jugador. Más bien de banda. Rápido y eléctrico. Con el tomate lo he visto jugar, un crack, con el balón en los pies habría que verlo. En fin, un auténtico currante. Adriana su mujer es la parte amable y bonita del business. Ambos cuentan con un puesto de venta en la carretera de entrada a El Palmar. Recomiendo la visita. Pero como todo en esta vida los comienzos fueron duros.
Cuando me senté con él para que me narrara los inicios de su vida laboral en España me di cuenta de lo ingratos que solemos ser con personas que vienen a nuestro país a enseñarnos algo. Adrián es uno de ellos. Hay muchos. El joven rumano tuvo que acogerse a lo que el campo ofrecía. En su primer año como residente trabajó las campañas de la uva en Lleida o Barcelona. En su segunda temporada, por fin, fue seleccionado por un emprendedor local para engrandecer y participar de la plantilla de agricultores que cosechan los tomates. Con el paso de los años, el aprendizaje, la constancia, y superada la travesía del desierto del miedo a lo desconocido, Adrián es hoy un emprendedor valenciano más. Un excelente agricultor del tomate y otras tantas hortalizas que cosecha en las cerca de 23 hanegadas que maneja con la azada. Siendo foráneo para algunos patriotas de bandera, me quedo con el cariño de como defiende en el campo, más que otros nacidos en nuestras fronteras, los productos valencianos. ¡Adrián qué bueno que viniste!