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ILUSTRES VERANEANTES

Amparo Matíes, desde México hasta Dénia pasando por Moncada

26/07/2020 - 

VALÈNCIA. Abogada, natural de México, pero valenciana, viajera y amante de nuestra tierra. Su compromiso con la sociedad civil le ha llevado a presidir el Club de Encuentro Manuel Broseta.

Amparo, naces en México, pero pronto viniste a España, ¿recuerdos de los veranos siendo niña?

Soy mexicana, nací en Puebla y allí pasé algunos veranos, en concreto íbamos al balneario de Zinapécuaro en Michoacán, pero siendo pequeña vinimos a España y recuerdo que íbamos a una finca de naranjos de mis tíos entre los términos de Moncada y Masias. En aquella época el sector citrícola era una parte importante de la actividad económica de Valencia y las fincas de naranjos tenían casas de gran belleza donde era habitual ir a veranear. Recuerdo los paseos por los campos de frutales y también por una gran pinada, la relación con otros niños era escasa porque los campos de naranjos separaban las fincas, aunque recuerdo que jugábamos con los hijos de los caseros.

Llega la adolescencia y los veranos suelen ser más movidos

 Pues nos fuimos a otra finca cercana, también de naranjos, en el término de Bétera y los veranos eran muy similares, muy típicos de Valencia. Vida tranquila y con algunos amigos que empezaban a veranear en chalets. Las citas habituales eran bañarse en la balsa de riego con el agua muy fría, la merienda era un trozo de pan y tomate cogido directamente de la mata con aceite y sal, a veces también comíamos chocolate Lingotín. Recuerdo que jugábamos debajo de los naranjos, cada uno era una casa para nosotros siendo niños. También empecé a leer muy pronto, sobre todo novelas de Agatha Christie que me proporcionaba mi tía Lolita.

Empiezas muy pronto a trabajar, ¿cómo eran entonces tus veranos?

Así fue, apenas alcancé la mayoría de edad empecé a trabajar y compaginaba el trabajo con los estudios. Empecé a trabajar en radio haciendo los informativos mientras estudiaba Derecho, me tenía que organizar para ir sacando las asignaturas en las diferentes convocatorias que entonces eran, junio, septiembre y febrero. En esos años veraneaba en la playa del Puig, tenía unas semanas, pero también las utilizaba para estudiar. Ten en cuenta que mi padre murió cuando yo tenía 14 años y tuve que madurar muy rápido.   

 Y ¿cómo recuerdas los veranos en el Puig? Un sitio clásico del verano valenciano. 

Tenía una pandilla con la que hacíamos mucho plan, íbamos por la mañana a la playa, a veces también comíamos juntos, aunque lo habitual era cada uno comiera en su casa, por la tarde plan de playa o de piscina. Las noches solíamos ir a una discoteca que ya no recuerdo ni el nombre, pero lo pasábamos fenomenal. Y cuando empezamos a tener carné de conducir nos íbamos al Saler donde estaban las discotecas de moda, eran los años de la ruta, que nunca la hice, pero reconozco que marcó un hito musical y cultural no sólo en Valencia.

Amparo Maties junto a su pareja en Venecia, un lugar donde ha pasado grandes momentos.

Me viene a la mente también la movida de los 80

Yo me considero hija de los 80 como momento histórico en la política y la cultura, una época efervescente. Recuerdo las maravillosas colecciones de Francis Montesinos, tenía un bikini y una camisa preciosa que aún conservo. Íbamos a conciertos en la Malvarrosa y por supuesto los de Viveros, recuerdo especialmente a Joaquín Sabina, también las fotografías de Ouka Leele, las obras de El Hortelano o Xavi Mariscal.

 Cuando acabas la carrera, ¿sigues veraneando en el Puig?

No, ahí se abrió una etapa en que íbamos a Benicàssim. Con muchos amigos del ámbito jurídico y universitario, íbamos a Villa Amparito, al hotel Flor Azahar, se organizaban cenas en los apartamentos, algún día íbamos de excursión al Desert de les Palmes.

 Eres una persona de mundo, ¿no has aprovechado los veranos para viajar?

“Mi paisaje favorito para el verano es el mar y los pinos”

Absolutamente, me encanta viajar, durante muchos veranos, prácticamente una década, mi segundo lugar de vacaciones estivales ha sido Italia por su gran interés cultural pero siempre procurando poder bañarnos y practicar esnórquel que me encanta. Solíamos ir al norte de Italia, y desde ahí, la playa del Lido de Venecia era una parada obligada, Trieste, el Adriático, Sicilia. En fin, conozco toda la costa de Italia. Incluso llegar a Grecia, Croacia, Eslovenia. Me encanta el Mediterráneo. Siempre viajábamos con cierta dosis de aventura, es decir, sin reservar previamente todo, buscando en cada destino un hotel o lugar donde pasar la noche, una forma que te hace sentir libre y sobre todo te da la posibilidad de conocer los lugares más allá de la mera visita turística.

¿Y algún lugar de referencia en nuestra Comunidad?

Sí, Dénia. Desde hace casi dos décadas veraneo en ese lugar que para mí es como un reencuentro con un ideal de paz, porque me dedico a hacer lo que hacía de pequeña en la finca de mis tíos: tranquilidad, lectura y mucho esnórquel, sin estrés ni tensiones.

 Tú eres abogada y presidenta del Club de Encuentro, ¿en verano mantienes actividad social?

Es cierto que en Dénia hay mucha gente de Valencia, nos reunimos y hacemos algunas cenas, pero pocas, y algún día salimos a navegar con amigos, pero todo en un ambiente más relajado que la actividad urbana. En este aspecto quiero resaltar la importancia y el valor de las fiestas populares de los municipios de la Comunitat, porque me parecen una valiosa manifestación de nuestra cultura. Tengo la suerte de conocer las fiestas de Novelda en honor a Santa María Magdalena y disfruto mucho de los actos y celebraciones que son en julio. Mi pareja tiene una casa que es una de las dos casas en las que la Santa hace una parada cuando la bajan desde la ermita a la iglesia y es tradición ofrecer a quien quiera entrar en la casa, sangría y habas que cada año preparamos con ilusión y lo pasamos muy bien.

Entre los viajes y los veranos en el mar, alguna anécdota que recuerdes de manera especial

 Cuando viajas como viajero, algo muy habitual es alquilar coches para movernos por diferentes zonas. Recuerdo que una vez pusimos la gasolina equivocada en el coche y justamente estábamos muy cerca de un paso fronterizo entre Croacia y Hungría y cuando el coche falló, le preguntamos al policía donde podría haber un mecánico y amablemente nos envió a un lugar que pese a su letrero MEKANICA era para cambio de moneda. Finalmente llegó una furgoneta con una cuerda que nos arrastró y acabamos en una pequeña población que estaba celebrando sus fiestas populares, era Varazdin. Donde nos unimos a la fiesta en sus calles y disfrutamos de la gastronomía de la zona.

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