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PUNTO DE PARTIDA / OPINIÓN

Los blancos somos los Cayetanos del planeta

14/04/2023 - 

El pasado octubre asistí a un conocido seminario de fotoperiodismo que suele reunir a la flor y nata del sector. En estas citas, entre aspirantes oliéndose el culo y profesionales dándose mucha importancia a sí mismos, suele haber ponencias de firmas de renombre que muestran su porfolio al público asistente. Una de las charlas más esperadas de esta edición en concreto era la de un fotógrafo que colabora habitualmente con el New York Times. Guau, el New York Times, resopla el gallinero con admiración.

En su visionado nos ofreció una serie de fotografías recientes que documentaban la escalada de inestabilidad y radicalización registrada en el Líbano en los últimos años. Según sus palabras, con las que iba acompañando la exposición de imágenes, la sociedad libanesa sufre la creciente penetración de radicalismos religiosos y cada vez hay más problemas económicos y de abastecimiento entre la población. Evidentemente, las fotos eran una sucesión de calles destartaladas, niños con la mirada perdida y mujeres con hiyab. Es decir: nada nuevo bajo el sol del fotoperiodismo.

La exposición fue larga –estas ponencias suelen acercarse a las dos horas- y él seguía enunciando que las causas de la tragedia eran la radicalización religiosa y los problemas económicos. Al escuchar ambas casuísticas por enésima vez giré la cabeza y le pregunté a mi colega Tony: “Oye, me ha quedado claro que esta gente se ha radicalizado y que no tienen recursos. Pero ahora en serio: ¿El señor New York Times ha dicho en algún momento por qué pasa eso?” Negativo.

Sea por ignorancia o por la voluntad de expiar nuestros pecados, los blancos percibimos como ajenos los problemas socioeconómicos de los países pobres y entendemos que las causalidades que originan sus desgracias son sencillamente endógenas. Ni de lejos se nos ocurre remontarnos a los abusos derivados del colonialismo europeo para arrojar un poco de luz ante la coincidencia de que prácticamente todos los territorios en conflicto pertenecieron, en su día, a los imperios occidentales. Al contrario, atribuimos sus problemas a sus propias circunstancias internas y así nos quedamos con la idea de “ay, pobrecitos”, no son capaces de gestionar su vida pública sin acabar abocados a algún conflicto violento.

Foto:TOMASZ MIKOLAJCZYK/PIXABAY

En el caso que nos ocupaba del fotoperiodista del New York Times, me pareció de una negligencia supina que el tío se hubiese dedicado a documentar el Líbano durante ocho añazos y que en ningún momento de su trabajo mencionase el papel de los agentes externos al país. Digo yo que si alguien se dedica a ser corresponsal en el extranjero qué menos que tener presente, ni que sea de lejos, el papel que juegan a escala global los grandes entes financieros con sede en Washington. Teniendo en cuenta que la deuda pública del Líbano llevaba años escalando hasta casi duplicar el PIB en 2019, ojo no vaya a ser que la conflictividad del país fuese el resultado de un endeudamiento inasumible. Me atrevo incluso a ir más lejos: ojo no vaya a ser que la sociedad libanesa, como otra cualquiera, se enfrente periódicamente a episodios violentos porque el Estado que debería amparar el bienestar de toda la población se tambalee día sí y día también por culpa de la injerencia financiera internacional.

La incapacidad de los europeos de interpretar el mundo más allá de nuestras realidades de socialdemocracias del bienestar es lo que nos convierte en los Cayetanos del resto del planeta. De la misma manera que los pijos no entienden el porqué de su riqueza y el porqué de nuestra pobreza, nosotros tampoco conseguimos aproximarnos a lo que verdaderamente enfrentan los pueblos golpeados por el asedio económico y extractivo de las corporaciones occidentales. Y ni mucho menos somos capaces de anticipar que el aleteo de una tendencia de consumo entre los países ricos se traduce en un efecto devastador en cualquier región del mundo que de repente tiene que sacrificar su sistema productivo para abastecer nuestros deseos.

En lugar de intentar entender sobre qué vidas se sustenta nuestro bienestar lo que hacemos los blancos para conocer otras realidades es viajar en clase turista. Somos tan Cayetanos que de verdad pensamos que hacer surf en una playa balinesa nos servirá para entender el día a día de la vida en Indonesia. O que comiendo en un restaurante de Hanói que resulta prohibitivo para la población local estaremos contribuyendo al paulatino crecimiento de las rentas de los vietnamitas de a pie. Y creemos que publicando reportajes de desgracias que en ningún momento llegan a explicar la verdadera raíz de los problemas conseguiremos concienciar a los europeos sobre los males que acechan fuera de Schengen.

Todo esto no solo nos convierte en una de las civilizaciones más idiotizadas del globo terrestre. También nos aboca a la incomprensión de cuanto nos rodea. Ni la existencia de la generación mejor preparada de la historia de la humanidad, a.k.a los millennial españoles, ha conseguido que empecemos a explicar el mundo partiendo de las desigualdades en las balanzas comerciales entre norte y sur, de los conflictos por el control de los recursos, de los reiterados estertores del plan Cóndor o de las rutas del narcotráfico. Preferimos no entender nada y protagonizar ridículos monumentales compartiendo fotos de niños de cualquier parte del mundo y soltando frases del estilo de que “en África son muy felices con muy poco”.

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