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sin complejos / OPINIÓN

Càntics d’amor, himnes de pau

Foto: EVA MÁÑEZ
22/02/2021 - 

O nos hemos vuelto locos de repente o nos quieren hacer perder la cabeza. El caso de la detención de Pablo Hasél, la oleada de algaradas callejeras que ha provocado y el respaldo de las mismas por representantes públicos hace que nos tengamos que plantear seriamente la situación social y política de nuestro país. Y para mal. Los mismos cimientos de la democracia en España están en entredicho desde el momento en que desde las autoridades, las mismas que tienen la responsabilidad de proteger las libertades y derechos de todos, cuestionan la legitimidad del sistema. Esto es lo que está ocurriendo desde el Gobierno central, la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento de Valéncia. Y tiene nombres: Podemos y Compromís.

Desde estos partidos, que forman estos gobiernos en alianza con el PSOE, están alentando la destrucción de las ciudades por parte de vándalos y menospreciando la labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que, cumpliendo su deber y mandatados por el poder ejecutivo (Ministerio del Interior), intentan detener la violencia en las calles y devolver orden y seguridad. Vaya en primer lugar mi respeto, apoyo y solidaridad con todos los agentes de Policía Nacional que participan en los dispositivos y mi deseo que todos los agredidos se recuperen pronto.

Foto: EVA MÁÑEZ

En segundo, mi repudio a todos los que apoyan estos ataques. ¿Cómo es posible que el alcalde de Valéncia, Joan Ribó, no reclame detener la destrucción de la ciudad, sino que se dedique a atacar a los policías que intentan que no se quemen contenedores? ¿Con qué cara mirarán el día de Pleno los diputados de Compromís a los policías que nos protegen en las Cortes Valencianas mientras les llaman de todo en redes sociales? Son unos cínicos peligrosos.

Porque, quienes alientan estos disturbios, buscan un objetivo político distinto al que dicen defender como excusa para incendiar las calles. No es otro que cambiar el sistema político actual en España, no mejorarlo como argumentan, sino modificarlo. Parafrasenado a Winston Churchill, la democracia es el peor de los sistemas políticos, si exceptuamos el resto. Por tanto, cualquier alternativa que se quiera presentar de un sistema de libre concurrencia de opciones políticas y elección por el pueblo de representantes como el que rige en España desde 1978 no es democracia. Tiene un nombre: dictadura. Es lo que nos están planteando ahora, ni más ni menos.

El momento no es casual. Las democracias caen en situaciones de crisis, bien sean económicas, sociales o políticas. Y ahora vivimos la tormenta perfecta, con la mayor caída del PIB desde la Guerra Civil por culpa del coronavirus; con un Gobierno de Pedro Sánchez desastroso con 80.000 muertos por la covid-19 y una estrategia suicida del PSOE de apoyarse en fuerzas extremistas obviando el acuerdo con fuerzas de Estado como el Partido Popular.

Foto: EVA MÁÑEZ

En este caldo de cultivo, cualquier chispa podría provocar un incendio. Ha sido el encarcelamiento de un delincuente con múltiples condenas pendientes por enaltecimiento del terrorismo la excusa. Podría ser otra, pero Podemos y sus aliados ideológicos totalitarios han elegido ésta. Hasél no es una víctima, es un hombre de paja, un monigote que usan para sus intereses, al igual que a los jóvenes que salen a las calles a luchar contra la Policía mientras los líderes de Podemos y Compromís miran en sus despachos por los móviles oficiales las algaradas y piensan en su botín electoral.

No es cierto que Hasél haya ido a la cárcel por unos tuits contra la Corona. Por estos delitos ha sido condenado a pena de multa, la prisión se la ha ganado por enaltecimiento del terrorismo; por desear e incitar a la muerte de políticos mediante el coche bomba como Patxi López, clavándole un piolet en la cabeza como a José Bono o como a mí misma por ser del Partido Popular y apoyar como “autodefensa” los atentados de ETA, Terra Lliure o de los yihadistas, todo ello tras varias sentencias y por reiteración. Reducirlo todo a una canción contra el Rey es la fórmula que tiene la izquierda de plantearlo todo: soluciones fáciles a problemas complejos. Basta con que quepan en un tuit, porque cuando llegan al gobierno se ha demostrado que ni era verdad lo que decían ni son incapaces de solucionar nada más que su sustento y el de sus amigos.

En este momento, permítanme un paréntesis. Es hipócrita la izquierda al acusar a la democracia española de falta de libertad de expresión mientras pretenden ampliar los casos de los delitos de odio. El dibujante José Luis Martín lo expresaba muy bien en ‘La Vanguardia’ la semana pasada: “Opiniones polémicas: a/ Si coinciden con las tuyas: ¡Libertad de expresión! B/ Si te ofenden: ¡Delito de odio!”. Yo sí estoy a favor de condenar con multa todas las expresiones que denigren, humillen o atenten contra la dignidad a una persona o grupo y hasta con cárcel cuando se incite a la perpetración de un delito, como expone nuestro Código Penal (artículo 18.1).

Foto: EVA MÁÑEZ

¿Qué más da que no sea verdad que España es un Estado fascista y que sí hay libertad de expresión? Lo importante es que la extrema izquierda ha conseguido incendiar las calles en medio de la mayor pandemia sanitaria del último siglo en España, con cientos de muertos al día, millones de parados y un sistema de salud pública al borde de la extenuación. Hoy están un paso más de convertirnos en un dictadura totalitaria de izquierdas, que es su objetivo, no otro.

Ya dije en esta misma columna que la estrategia del PSOE era suicida. Quien crea un monstruo, al final termina devorado por él. En castellano, cría cuervos y te sacarán los ojos. Es lo que les está pasando en estos momentos a Pedro Sánchez y a Ximo Puig. Es inaudito no solo que guarden silencio, o condenen con voz baja, mientras sus compañeros de escaño animan a los que tiran piedras contra la Policía y no les expulsen inmediatamente de las responsabilidades institucionales y rompan sus acuerdos de gobierno. Nos jugamos la democracia. Si es por estabilidad, el PP aquí está. En esta situación, la dicotomía no es derecha o izquierda, sino democracia o dictadura.

Como verán, en todo este texto no he hablado ni una letra de arte. Esto de Hasél va de otra cosa. Pero si me dan a elegir un poeta, me quedo con Miguel Hernández “tristes armas, tristes, si no son las palabras” y si es una canción, nuestro himno regional: “Per a ofrenar noves glòries a Espanya,/ tots a una veu, germans, vinguau. /Ja en el taller i en el camp remoregen/ càntics d’amor, himnes de pau!”

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