VALÈNCIA. El mundo en 2021 vive una conmoción igual o superior a la de marzo del año pasado, y a lo largo de los diez meses se ha normalizado la hecatombe, una cultura intermitente y pendiente de una curva que expone proyectos en el que hay implicados creadores y creadoras, trabajadores y espacios. Todos los sectores, sin excepción, han mostrado las costuras de sus vulnerabilidades y su precariedad. Pero, a pesar de los vaivenes administrativos y de no tener en cuenta en algunas ocasiones los protocolos que han adoptado los centros culturales para poder adaptarse a la nueva realidad, València está dando ejemplo al decidir seguir con la cultura abierta. Una decisión que se va haciendo especialmente relevante conforme se toman otras de un carácter tan notable como es el cierre de la hostelería o los centros deportivos. No es un capricho, es una realidad repetida una y otra vez: las actividades culturales han demostrado, a lo largo de estos meses, ser un lugar seguro.
En este sentido, esta semana se han dado lugar varias cuestiones sobre las que poner el foco. La primera, es -cómo no- las nuevas restricciones anunciadas por el Consell. Desde el anuncio de estas, las alarmas se instalaron en varios sectores, aunque finalmente la sangre no ha sido tanta como la que podría parecer. En primer lugar porque, en principio, no añade ninguna medida a las que ya se anunciaron anteriormente, por lo que la cultura podrá seguir teniendo como referencia el toque de queda a las 22. Ante esto, los teatros públicos y privados de València cerraron filas y anunciaron que mantendrían su agenda: “El propósito firme y conjunto es, mientras no se contradiga ninguna norma ni recomendación de las instituciones sanitarias responsables, mantener la vida en los teatros como muestra de compromiso social y económico con el público y la escena valenciana”, explicaban en un comunicado conjunto, además de tomar este convencimiento como "una apuesta por los profesionales de un sector gravemente afectado por las consecuencias de la crisis sanitaria”.
Los teatros abiertos son una realidad en València que se aleja de su contexto más cercano y más lejano también. Muchas de las poblaciones del área metropolitana han tomado la decisión de restringir todas las actividades culturales por iniciativa propia como complemento a las medidas de la Generalitat. Incluso Castelló chocaba con el criterio del Institut Valencià de Cultura, según informaba Castellón Plaza. La apuesta conjunta de administración y tejido empresarial también es una rara avis teniendo en cuenta que España es uno de los pocos países que mantienen la actividad cultural abierta, así lo van destacando los distintos artistas internacionales que pasan por los coliseos musicales de la ciudad: “España es el único lugar de Europa que mantiene los teatros abiertos. Es un milagro”, puntualizaba Valery Gergiev el pasado miércoles en el Palau de la Música; Ambrogio Maestri hizo lo propio en la rueda de prensa de Falstaff, como también hizo Carlos Chausson semanas atrás en la de La Cenerentola.
Por su parte, dos sectores que sí se han visto afectados por las nuevas medidas son, en primer lugar, las galerías, que por su carácter comercial, ven reducido su horario posible al mismo que el resto de comercio considerado “no esencial”. Sin embargo, todas seguirán abiertas, habitualmente con horarios, o solo de mañana, o hasta las 16 o las 18 de las tarde. Por ejemplo, Galería Punto ha anunciado que prorroga la exposición de Ana Císcar The Act of Seeing with no eyes hasta el 20 de febrero. En segundo lugar, las salas de concierto siguen, por la idiosincrasia irresoluta del laberinto burocrático de sus licencias (a medio camino entre centro cultural y hosteleria) y por el complicado encaje de los conciertos ante el toque de queda, cerrados de facto, aunque sobre el papel siga sin estar restringida su actividad. Así, las propuestas musicales se ciñen a las ofrecidas en espacios públicos.
A pesar de todo lo contado, sería obtuso pensar que todo lo relativo a la cultura vive ajeno al contexto sanitario. Sin ir más lejos, Falstaff, una de las apuestas más importantes de la temporada operística en Les Arts, cancelaba sus funciones por un caso de coronavirus en el personal de la producción. “La detección ha sido posible debido a los controles sanitarios establecidos en Les Arts, por los cuales los integrantes de cada espectáculo de la programación reciben un seguimiento adecuado de prevención y detección”, explicaba el centro cultural en un comunicado, y a la vez anunciaba que decidiría próximamente sobre la posible reubicación de las citas programadas a lo largo de la presente temporada. Otra de sus grandes apuestas, el Réquiem de Mozart con montaje de Romeo Castelucci también se vio afectada a principio de temporada, aunque entonces sería por la "una cuestión logística” que relega la propuesta a la próxima temporada.
También el Teatro Rialto ha tenido que suspender algunas funciones de Dinamarca por un caso de covid entre el personal artístico de la obra, aunque finalmente se retomarán las funciones en breves. En todo caso, esto muestra la fortaleza de los protocolos de prevención que promueve el tejido cultural. Como anécdota, la que contaba ayer Juan Carlos Garés (de Arden Teatro) en sus redes sociales: “Hoy me han hecho dos tests PCR. Es lo que tiene trabajar con equipos diferentes”.