Durante mucho tiempo se ha estado usando la etiqueta “literatura femenina” para hablar de un tipo de obras escritas por mujeres que, resumiendo, tienen un gran componente emocional e íntimo y/o tratan temas “de mujeres” como el embarazo, el aborto, la menstruación o incluso los hijos y el amor romántico.
Sin negar que tradicionalmente ha habido una perspectiva femenina debido al rol que se le ha otorgado a la mujer socialmente y en el arte, me parece una soberana estupidez pensar que el embarazo o el amor son temas femeninos y la caza de ballenas o la crisis masculina de los cuarenta son temas universales. Por suerte, la revolución feminista ha llegado para cambiarlo todo: las películas y series se han llenado de heroínas con todo tipo de problemáticas y las mujeres se han convertido en tendencia literaria. Girls y Fleabag han demostrado que temas supuestamente femeninos pueden ser universales y cualquier hombre puede reconocerse en ellos. La canción Hentai de Rosalía o Envolver de Anitta han llevado a lo más alto de las listas de reproducciones el deseo femenino, hasta ahora un tema pudoroso. Killing Eve nos hizo amar/odiar a una asesina a sueldo y la Khalessi se convirtió en un repuesto de las delicadas princesas Disney. Ni siquiera su inesperado acto final va a cambiar esto, tal vez al contrario: la deriva del personaje la aleja de esos símbolos morales femeninos a los que estamos acostumbrados. Su final es más parecido al de Anakin Skywalker, seducido por la ambición y sus demonios interiores, que al de las heroínas clásicas que vienen a enseñarnos las bondades, siempre idealizadas, de la mirada femenina. Es verdad que el heteropatriarcado explica de forma diferente la deriva de Khalessi (histérica) y Anakin (ambición) pero incluso esta diferencia nos suena cada vez más ridícula.
La idea de que la literatura escrita por mujeres se debe a lo íntimo fue incluso defendida por muchas escritoras como Victoria Ocampo o Carmen Martín Gaite. Ambas destacaban la importancia de la mirada femenina porque podía abordar lo político desde lo personal y testimonial. Esta es la idea que prevaleció durante siglos: el hombre tiene la mirada objetiva y por lo tanto es la medida de todas las cosas. La mujer solamente tiene una mirada subjetiva, personal. Bajo esta premisa se consideró a Montaigne como el creador del género “ensayo” pues mezclaba en un innovador desorden comentarios, apuntes y opiniones personales sobre todo tipo de temas: el suicidio, la caza de brujas, los caníbales, etc. aderezados con confidencias íntimas sobre la sexualidad, el amor… Algo muy muy similar a lo que hizo Santa Teresa de Jesús en su Libro de la vida unos años antes que el francés, pero como era mujer nadie le dio validez. Si lo escribía una mujer se leía como un libro desordenado donde se mezclaban comentarios, apuntes y opiniones personales con confidencias íntimas.
¿A quién puede interesar algo así?
Todavía, observando las novedades, tengo la sensación de que muchas mujeres siguen escribiendo desde el lugar que tradicionalmente se les ha atribuido: los diarios, confesiones, autobiografías, cartas o la autoficción. O tal vez son las editoriales las que apuestan por los textos que encajan en esta idea. O tal vez sea un poco de todo. Es difícil luchar contra las inercias y por suerte cada vez hay más obras que rompen. Obras escritas por mujeres donde el deseo o la violencia, negados durante siglos a la mujer “sana”, se convierten en el eje temático. Encontramos en este sentido el movimiento que se suele denominar “gótico latinoamericano” con Mónica Ojeda, Maria Fernanda Ampuero o Samanta Schweblin. También autoras españolas como Sara Mesa, Maria Bastarós o Mestizorras. Además de fenómenos editoriales internacionales como Ottessa Moshfegh. En estos libros, las mujeres rompen los viejos esquemas. Se salen de sus roles y pierden el decoro y la compostura.
Que no digo que no existieran muchos libros escritos por mujeres que pudieran adscribirse a esta tendencia. Claro que sí. También existían algunos anuncios de coches donde conducían mujeres. Pero miren ahora la tele: en este momento, apenas hay un hombre conduciendo en su pantalla. Y miren ahora las novedades literarias: cada vez es más difícil saber, por su temática y estilo, a qué género pertenece el/la autor/a de una novela.
Lo que es genial para evitar prejuicios y estereotipos limitadores. Para conseguir la igualdad real más allá de los clichés.