Sorolla es un gran reclamo. Vende. Garantiza titulares. Es una evidencia. Es más, también resulta símbolo y garantía popular. Cuestión de patriotismo estético decimonónico y calidad en el tiempo. Allá donde exista una buena exposición del artista valenciano el éxito está garantizado. Da igual la excusa. Aunque se repita y después muchos de los cuadros prestados para la ocasión acaben en manos de subasteros o de vuelta a los cuarteles pero revalorizados.
Por ello, de vez en cuando salta un nuevo debate en torno a la hipotética creación o la necesidad de que Valencia cuente con un museo Sorolla, algo casi imposible de materializar. Pero da igual. El debate está garantizado y como a nuestros gobernantes se le acaban los argumentos recurrir a su nombre es sinónimo de algarabía popular.
Hasta hubo quien se posicionó en dedicar el Edificio del Reloj del Puerto como posible sede de esta quimera que jamás veremos. Pero da que hablar. Hay que ser iluso para plantear esta idea. O lo que es lo mismo dedicar un edificio sin condiciones y junto al mar como sede de un espacio museístico que si algo no ofrece son garantías de conservación.
Por ello cada vez que los debates se agotan lo mejor es recurrir a un supuesto museo Sorolla, pero eso sí, sin partir de una reflexión crítica, política y aún menos analítica.
Ahora que estamos de conmemoración, pues de nuevo salía a la luz la idea. De momento parece que ha quedado en suspenso. Eso que nos ahorramos. En todos los sentidos. Nos conformaremos con muchas exposiciones, algo que para los políticos, garantiza fotos e importantes inversiones y publicaciones. Es lo único que les interesa. Porque de hablar en serio de una posible realidad museística nada de nada. Para eso se necesita voluntad y no sólo palabrería.
A la izquierda, en su día, hablar o entrar en este tipo de debate le parecía una pérdida de tiempo. Son muy finos. Ahora es la izquierda la que juega a molestar a la derecha o restarle protagonismo, aunque a unos y otros les dé bastante igual ese tipo de proyectos inviables que nunca se entra a debatir con profundidad científica.
Porque si nos ponemos serios habría que partir de una razón o de una realidad. Vamos, que por aquí nadie se ha planteado o nos ha explicado de cuántos Sorolla hablamos, sobre todo institucionales, para montar un supuesto museo; o quién lo financiaría. De hecho, para avanzar en este tipo de ideas lo que se necesita es en sí mismo un proyecto que jamás nadie ha elaborado. Porque sin proyecto nadie en su sano juicio se pone a hablar de museo y sin acuerdo entre quienes poseen en sus fondos colección no hay nada de lo que hablar. Estamos partiendo supuestamente de fondos de la Diputación de Valencia, la Generalitat, nuestro Ayuntamiento y el propio Ministerio de Cultura, que es propietario del Museo San Pío V aunque la gestión esté transferida, e incluso la Fundación Bancaja que en tiempos de poderío compró piezas claves de las que no creo que hoy se desprendería. Pero si es por hablar vamos a dar rienda suelta a las ilusiones. Por cierto, ¿existe colección suficiente para realmente montar un museo de entidad o lo hacemos de generalidades? Porque esa es otra, pero es la más importante.
Y es que por aquí somos así. Pues no van un día estos del Ayuntamiento y aseguran que una de las naves del Parque Central va a albergar una sede del IVAM. Ni que fuera de ellos. Ya la hemos visto, ya. No son capaces de mantener limpio el denominado jardín de esculturas junto al Centro Julio González y nos vendieron otro museo. Somos la ciudad de los museos de palabra. Cuando no hay nada de qué hablar, salen con otro. Ya podrían mirar a Málaga para entender lo que es una gestión seria en materia cultural y no en aspectos de frivolidad pasajera. O simplemente para arrancar un compromiso al Gobierno central a quien la familia donó el legado del artista, al menos para arrancar un compromiso, aunque el que venga después, como siempre, lo arruine.
Vamos a otro detalle. En el San Pío V dicen que este año de efeméride se va a inaugurar una nueva galería dedicada al pintor de la luz. Pues ya veremos porque si no recuerdo mal ya la teníamos y lo primero que hizo el Botànic, pese a los defectos o virtudes que podían tener la misma, fue desmontarla. Es lo que siempre hacemos. Desandamos el camino para querer demostrar que iniciamos otro. Pero con el tiempo, para que nadie se acuerde. Si es tan importante para nuestro ADN cultural, la pregunta sería por qué desmontaron la iniciativa en lugar de protegerla, cuidarla y desarrollarla más profundamente en su espacio natural. Otra evidencia más de la pantomima política y cultural a la que estamos acostumbrados, mientras sus obras continúan colgados en los salones nobles de nuestras instituciones de autogobierno. De ahí no salen.
Sin proyecto conocido, número de fondos ni acuerdo político a cuatro bandas de qué museo hablamos. Por mucho Sorolla que nos colguemos como bandera, nada es real.
Por cierto, si no hemos sido capaces en décadas de recuperar un proyecto en torno al segundo Siglo de Oro del Arte Valenciano, que es el XIX, para qué perder más energías. Para esto. Hablar por hablar. Y si es con foto promocional de turno, pues mucho mejor. Pero sin papel alguno, y menos proyecto serio. Es el síntoma de nuestra política de barra de bar.
Son todos iguales. Discursos huecos que con el tiempo caen en el olvido. Pura fantasía animada.