Cada vez, a medida que penetro en la configuración legal del Consell Valencià de Cultura, me asombro más de la falta de rigor para establecer unos criterios claros para elegir a sus componentes. La Ley de 1985, de acuerdo con el artículo 25 del Estatuto de Autonomía, permitió crear el organismo en la etapa de Ciprià Ciscar como conseller y Joan Lerma como presidente de la Generalitat. Posteriormente, en 1986, se aprobó el Reglamento de su funcionamiento.
Los primeros consejeros elegidos por las Cortes Valencianas tenían, implícitamente, una categoría “cultural” indiscutible: Maravall (padre), Gil Albert, Lluis Guarner, López Piñero, Alfaro, García Berlanga, Fuster, Ramón de Soto, entre otros no tan reconocidos como creadores de cultura estrictamente considerada. Después se incorporarían otros como E. Llobregat, Aguilera Cerni, Valdés, Simó Santonja, Ramiro Reig, Bellveser, Primo Yufera, Michavila, Casp, Germá Colon, Muñoz Puelles, Vizcaíno Casas, Morera, G. Mostoles o García Esteve. Digo “implícitamente” porque no hubo una definición de qué se entendía por Cultura, algo que ha suscitado un debate constante desde el siglo XIX.
En un sentido restringido, como en Alemania, podemos atribuir el término a creadores de literatura, escultura, pintura, música, arquitectura, y también podían entrar los artistas falleros o los creadores de cómics, por ejemplo, cineastas o restauradores gastronómicos y actividades que supusieran creación artística. Mas discutible serían los inventores, químicos, geólogos, actores, juristas, geógrafos, físicos, matemáticos, médicos, economistas biólogos… Que podrían tener otro espacio, incluso psicólogos, lingüistas, historiadores (a no ser que se considerara la historia un género literario), y otros similares.
Entraríamos, si los uniéramos todos, en una concepción universal: todo es cultura y por tanto cualquiera puede ser miembro del Consell. De hecho, eso es lo que ha venido ocurriendo y, poco a poco, se han incorporado, mayoritariamente, personas que se han dedicado a la política o, en algunos casos, a la gestión cultural. Si leo los currículos de los nominados muy pocos tienen una obra creadora con un peso en el panorama de la Comunidad, en España o Europa. Son ágrafos en su mayoría o con escasa entidad creadora en las distintas artes. Eso sí, han sido gestores políticos y se ha hecho del Consell una plataforma para colocar a personas amortizadas por los partidos como compensación, en el mejor de los casos, por su labor desarrollada en la vida política o en la gestión urbanística. Cobran efectivamente solo dietas, como me han aclarado y mi información era equivocada, pero aún siendo dietas y no sueldos no se refleja en la Web con transparencia lo que cada miembro ha percibido anualmente por tal concepto. Y lo que me extraña es que, funcionarios jubilados, de clases pasivas o de la SS, hayan podido cobrar cantidades de una administración pública que vayan más allá del salario mínimo interprofesional anual sin que Sindic de Comptes o Hacienda lo den por bueno.
Desde 1996 preside el Consell de Cultura Grisolía, bioquímico, cuyo artículo de investigación más importante, con otros, data de 1955, relacionado con el premio Nobel Severo Ochoa, y en su agenda, figuran otros nóbeles a los que invitaba a los premios de la Generalitat. Ha sabido granjearse una imagen en la sociedad valenciana de alto standing de investigador, se le ha nombrado marqués, honoris causas y tiene colegios, calles e instituciones educativas con su nombre. La verdad es que, ahora que va a cumplir 99 años, hay que reconocer que hay pocos imitadores tan buenos de Colon cuando enseñaba espejitos a los nativos americanos para dejarlos entusiasmados. Y qué decir del sempiterno secretario, Huguet, muy versado en vexilología.
En 2017 se reformó mínimamente la Ley de 1985 y se mantuvo el artículo 8, que establece el nombramiento de los consejeros por seis años, pero curiosamente una mitad, diez u once, a los tres años tienen que salir en un sorteo, como si fuera un régimen insaculatorio, para ver si continúan otros tres años o eran ratificados. A los que no les toca siguen hasta los seis. Pero si habían sido nombrados por seis ¿cómo el mismo artículo y la adicional tercera dicen que aquellos que salgan en el sorteo podrán salir o renovarse a los tres años? ¿En qué quedamos? ¿Son seis, o si les toca la lotería estarán al albur de lo que decida el partido político que los ha nominado? Es lo que acaba de pasar hace poco con quien era vicepresidenta Petra Alonso-Geta: salió a los tres años en el sorteo y fue sustituida por Marta Alonso por el PP.
No se ha mantenido en la Comisión de Gobierno el consenso de un cierto equilibrio entre los propuestos por las fuerzas políticas de Les Corts intervinientes en los nombramientos. Y cada grupo practica la paridad, aunque según la ley este concepto está referido al conjunto de los miembros del Consell, no a cada partido, lo que se da con suficiencia entre hombres y mujeres. Esto le ha servido a Ana Noguera para continuar en la cuota del PSPV porque ella sí podía abandonar el Consell según el sorteo, y haber entrado de nuevo Vicente Muñoz Puelles, sin carné de partido, pero afín al PSPV, que es un autor de ficción reconocido en España, en Francia y Alemania, premio nacional de Literatura Juvenil, y quien ha elaborado el máximo de dictámenes desde que se incorporó al Consell en 1999, y al que quitaron en 2018.
Javier Paniagua es historiador y exdiputado socialista