Oyendo a Ximo Puig declarar, con impostada gravedad, “ahora no toca pensar en las urnas sino en las neveras” recordé de inmediato cómo George Lakoff en su No pienses en un elefante, un clásico sobre el lenguaje político, aconseja no mencionar las palabras que en realidad a uno le mueven a actuar. Porque son una confesión de las verdaderas intenciones: de lo que se quiere esconder.
Y es muy evidente que el ‘viraje’-vértigo de Puig “ahora”, a solo unos meses de las elecciones y su ‘viaje’ al fondo de las “urnas” que teme, rezuma escapismo, humo inveracidad e incoherencia. ¿Por qué? Comparto con Ustedes el particular decálogo de este elefante oculto.
1. Porque la necesidad de llenar las neveras, pagar la luz o la gasolina, no es algo con que se han encontrado “ahora” los ciudadanos o los comerciantes. La escalada en la inflación comenzó antes de la invasión de Rusia contra Ucrania. Es más, ya desde la crisis generada por el COVID, la precariedad en las familias y el cierre de persianas, ha sido un problema creciente. Pero tanto la Generalitat de Puig como el Ayuntamiento de Valencia de Ribó-Compromís/PSOE, han subido los impuestos y se han negado sistemáticamente a bajarlos, aunque se les ha pedido una y otra vez.
2. Porque la presunta “conversión” de Puig a pensar en las neveras, y los impuestos, se produce “ahora”, cuando todas las encuestas señalan que el PPCV de Carlos Mazón será la formación más votada en las elecciones autonómicas.
3. Porque el PSOE de Puig, como también el Compromis de Ribó y Baldovi, han pasado meses y meses descalificando a otros por proponer rebajar impuestos, y “ahora” copian la idea (aunque solo un poco y con escasa consistencia), pero sin dejar los improperios.
Y eso que la ‘revolución fiscal’ que ha propuesto con detalle el PPCV desde octubre de 2021, supondrá un ahorro para los valencianos de 1.530 millones de euros. El parche con forma de urna de Puig, 150. Como dijo la síndica popular en el Debate de Política General, María José Catalá, para copiar a Mazón, mejor que lo haga Carlos Mazón presidiendo el Consell.
4. Porque, además, la propuesta popular extiende a todos los valencianos y todos los impuestos. Y establece una pionera progresividad social en el Impuesto de Transmisiones Patrimonales (de viviendas), bajando del 10% (de los tipos más altos de España) hasta un 3% a las adquiridas por jóvenes, familias numerosas, rentas inferiores a 30.000 euros, personas con discapacidad, víctimas de violencia o casas ubicadas en municipios con riesgo de despoblación. Así que menos propaganda, menos prejuicios fiscales y más ayudar a quienes, como estos grupos, lo necesitan.
5. Porque tampoco mejora el tratamiento de las Donaciones y Sucesiones a hijos o cónyuges, a fin de impedir que se renuncien por no disponer de líquido para pagarlas. Lo que ha hecho que comunidades como Andalucía hayan incrementado sus ingresos por recaudación a pesar de suprimir impuestos. Está constatado que subirlos no supone incrementar la recaudación cuando provoca reducir la producción, el consumo, los declarantes o sus ingresos.
6. Porque los 150 millones con los que Puig “ahora” pretende aparecer como solidario y generoso con las neveras de los ciudadanos, es solo uno 10% de los 1.500 millones de euros que este año la Generalitat va a recaudar de más por la dura inflación a los ciudadanos (30.000 millones el Gobierno de España, récord de recaudación en 40 años, por no deflactar la tarifa en todo el año 2022, aunque el PSOE sí ha apoyado hacerlo en el País Vasco y Navarra). Así que con ese ingreso extra se podría haber sido más solidario y eficaz con las familias, pymes, comerciantes y autónomos. Pero para eso habría que estar pensando realmente en sus neveras y sus facturas energéticas impagables.
7. Porque la incoherencia argumental de Puig queda, por otra parte, al descubierto, cuando invoca amparar sus decisiones en nuestro autonomía fiscal, mientras la niega a otros territorios.
Esos tras proponer a Sánchez que castigara a las autonomías que anunciaran bajar impuestos, sólo dos días antes de hacerlo (un poco) él. Pero es que después, el 9 de octubre, ha vuelto a exigir restricciones al autogobierno… de los demás. Lo que demuestra que su ambigua medida estrella nace estrellada de incoherencia: que no es un viraje pensando realmente en las neveras, ni en las facturas inasumibles de la luz, sino una táctica zig-zag motivada por el miedo a los sondeos.
8. Porque esa incoherencia se aprecia también cuando anuncia medidas por las que ha descalificado a otros: como la relativa a fijar un tiempo máximo para las listas de espera sanitarias, al tiempo que su propio gobierno ha desmantelado compulsivamente -y ahí sigue- las concesiones sanitarias en colaboración público-privada.
9. Porque a pesar de las semanas que han pasado, ni siquiera se han concretado las propuestas, ni hay acuerdo entre el desavenido trío de conveniencia del Consell, demorando que se conozca en qué consiste realmente la propuesta.
10. Porque aunque se cubra con disfraces, y antifaces, a Puig se le está poniendo cada vez más cara de Sánchez.
Un presidente del Gobierno que se ha resistido durante meses, sin que barones como Puig rechistaran, a reducir el IVA de la luz o el gas, y que aún sigue haciéndolo con que alimentos básicos importantes bajen del 10% al 4%. Que no tiende realmente la mano a las clases medias. O los autónomos, a quienes promete una aportación de 440 millones que, entre los 1,6 millones que son, suponen sólo 115 euros al año. Con eso, ni llenan la nevera cada día, ni la van a poder siquiera enchufar.
Ambos, Sánchez-Puig, dicen una cosa y la contraria sin que se les mueva un músculo. Los dos se ceban con los ingresos y piden sacrificios a la sociedad, pero no recortan el aumento disparado del gasto que generan sus costosas estructuras de poder. Uno y otro están dando, en fin, señales de agotamiento y fin de ciclo.
El elefante de Puig no está, lamentablemente, en las neveras y los recibos de familias o comercios, que están sufriendo desde hace mucho; y no resolverá sus graves problemas con estos parches difusos. Su elefante inconfeso son las urnas y los sondeos. Y lo que muestra es incoherencia y debilidad. Puig se nos presenta con un aparente “nuevo traje”, pero, como en el cuento de Hans Christian Andersen, es un ‘emperador’ en decadencia que, en realidad, está desnudo. Que alguien se lo diga.