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el callejero

El 'paparazzi' de los años dorados

Foto: KIKE TABERNER
25/04/2021 - 

VALÈNCIA. Enrique López saluda y de inmediato empieza a sacar recuerdos, viejas fotografías de los tiempos en los que él se dedicaba a perseguir a los famosos. En la primera aparece junto a su compañero Bernardo Paz y una joven. "Era mi redactora y mi abogada al mismo tiempo". Luego va pasando otras con los rostros de las portadas de las revistas del colorín de los 80 y los 90. Rocío Jurado y Rociito, Pilar Bosch y Arévalo, Marta Chávarri y Alberto Cortina, Tony Leblanc y Concha Velasco, Adolfo Suárez y Sonsoles cuando esta se casó con Pocholo en el Monasterio de Piedra, Francisco y Norma Duval, Antonio Flores -"este me caía muy bien"-, Ortega Cano...  "Ese día iba para casa y vi que había un acto en un restaurante. Miré y vi que era Ortega Cano, así que entré a saludar y me dijo que al día siguiente se iba a Colombia con Rocío, con quien todavía no se había casado ni nada. A mí el avión me da mucho miedo, así que le pasé el tema a un compañero. Yo le daba la exclusiva y él hacía el trabajo y nos repartíamos el dinero. Nos llevamos 800.000 pelas cada uno".

Ochocientas mil pelas son casi cinco mil euros, pero hace más de treinta años era un dineral. Enrique López ganó eso y mucho más en aquellos años trabajando como fotógrafo, lo que se popularizó como paparazzi, que, en realidad, es el plural de paparazzo (mosquito en italiano). 

De esa carpeta vieja y desgastada siguen saliendo famosos. Toni Curtis, Karina y Juan Miguel, el peluquero, en Londres, con el conde Lecquio, Isabel Pantoja, en Ibiza con Elle McPherson, Remedios Cervantes, que fue Miss España, Rodrigo Rato, Gunilla von Bismarck, Carmen Sevilla o Papuchi, el padre de Julio Iglesias, "que tenía una halitosis que alucinas".

Luego saca otra más y tuerce el gesto. "Esta fue la culpable de que dejara la prensa: Marta Robles. Estaba en Ibiza, vino y toda la prensa la siguió. Yo pensé: para qué la voy a seguir si la puedo llamar por teléfono y quedar con ella al día siguiente, pero la seguí y en una de esas me pegué de frente con un 4x4 que venía con las luces apagadas. Siniestro total. Me ingresaron en el hospital de Ibiza, que aquello es terrible, y me recomendaron que me fuera a La Fe. Me tiré un año convaleciente sin poder mover el brazo (cree que fue en 1998, pero no le suena que entonces tuviera 40 años)".

La carpeta parece un pozo sin fondo y aquellos años de festejo en festejo, de famosas en biquini, de vasos de tubo y copas con espumosos, parecen una frivolidad en la terraza gris, en un día gris, de un bar frente al hospital Doctor Peset. Gente con aspecto de estar pasándolas canutas sale a la calle con un cortado en la mano a fumarse un cigarrillo mientras habla a gritos con el de la mesa de al lado. Enrique, ajeno a este trajín, saca una portada algo descolorida y rozada de la revista Semana con Enrique Ponce y Paloma Cuevas. "Yo estaba en Madrid y me enteré de que venía a València a torear. Entonces me vine porque sabíamos que estaban juntos. Pero aquí no lo pillé. Salió por la noche a cenar con los padres y el abuelo, pero no los vi. Al día siguiente le seguí y fue a una finca de Buñol, pero tampoco conseguí hacerle ninguna foto. Así que me volví a Madrid. Estuve haciendo guardia y mi compañero Antonio y yo al final les pillamos saliendo a cenar. Pero me harté de esperar en la puerta del restaurante y le dije a Antonio: 'Mira, voy a entrar, voy a ir y les voy a pedir un posado'. Entré y me encontré que estaban cenando con Marian Camino -hermana de Rafi Camino- y Finito de Córdoba, y yo con Finito me llevo estupendamente. Así que saludé y le dije: 'Mira, Enrique, vamos a salir y hacemos un posadito ahí fuera'. Y aquel que no quería. Entonces le dije que les había pillado en una finca en València, en Buñol, y Ponce no se lo podía creer, que aquello era muy grande y que era imposible. Y en eso saltó Finito y dijo: "Enrique, tú no sabes los objetivos que llevan estos". Y, por casualidad, llevaba todavía montado en el maletero del coche el 300 (un objetivo de largo alcance) porque le había hecho unas fotos a mi hermano tocando en un grupo de música. Así que le solté: 'Mira, Enrique, si me posas en la calle, te doy el carrete'. Posaron, les di el carrete y entonces se fueron corriendo al Vips a revelar el carrete que, en realidad, contenía las fotos de mi hermano. Poco después, me lo encontré en una fiesta en Madrid y le pregunté si le habían gustado las fotos. '¡Qué cabrón!', me dijo. Hay que conseguir las cosas como sean".

La última foto de Lola Flores

No todas las fotos las logró a base de trucos o de oficio. En otras tuvo que jugarse el tipo o aguantar noche y día haciendo guardia. Como la foto de Alberto Cortina con Marta Chávarri. "Esa fue muy difícil", concede. Aunque el récord de espera se lo llevó la muerte de Lola Flores. Aquella persistencia, treinta días haciendo guardia, tuvo premio y la noche que falleció la artista, el único fotógrafo que estaba allí era el valenciano Enrique López. 

Unos días antes, vio que salía por el portal toda la familia Flores. Los siguió hasta la Castellana. Allí se bajaron y entraron en uno de sus refugios habituales: el casino Canoe. "A Lola le gustaba mucho el bingo -aquí, en València, iba al de Fernando el Católico-. Allí hay unas escaleras y la vi tan mal que no le hice ni fotos, por respeto a Lola, con quien habíamos hecho muchos trabajos y que siempre se había portado muy bien. No le hice ni una. ¡Y hubiera sido la última foto de Lola Flores en vida!".

Enrique López es de Patraix y empezó en el oficio en 1982. De aquella época es una foto de Lina Morgan en la cárcel de mujeres, en el paseo de la Petxina. Fue a amadrinar a una niña aprovechando que la habían nombrado Fallera de Honor en Na Jordana. Durante esos primeros años empezó a despuntar su olfato. Como aquella noche que estaba oyendo la radio y escuchó que un león había atacado a Ángel Cristo en un circo en València. "Salí pitando y llegué al hospital antes que la ambulancia". Eran los tiempos de los jueves de Suso's, de las actuaciones de Tip y Coll, de Francisco convertido en famoso autóctono...

Un día, en la mítica discoteca Distrito 10, junto a Blasco Ibáñez, le hizo una foto a Miguel Bosé con un hombre -Miguel Brass, conocido por trabajar en Belle Epoque, en la calle Cuba- disfrazado de Phantomas. Unipress le pagaba 25.000 pesetas por ella, pero ya conocía a un compañero de Diez Minutos que le dijo que la foto se vendió en Italia por 400.000. "Aquella foto hizo que me decidiera a irme a vivir a Madrid. Estuve un par de días en casa de mi amigo y luego me contrató la agencia Colpisa".

Enrique dejó atrás pequeños trabajos como la boda de Tip en El Perelló  -con Coll durmiéndose en una silla- o unas fotos robadas a Francisco mientras tomaba el sol en la playa, también de El Perelló, con Karina. Había tan poca 'chicha' que empezó a irse en coche a Andalucía, donde siempre había más color. Así logró retratar a Isabel Pantoja en su primer día al mando de un volante en Sevilla. El fotógrafo salía de València con un Renault 6 y se recorría Andalucía en busca de algún trabajo suculento. Entonces trabajaba como pulimentador y cuando le llamaban para hacer fotos, lo dejaba, se iba y luego regresaba a recuperar las horas.

De Colpisa, ya en Madrid, se fue a la agencia Ares que montaron tres socios de la primera. Era el año 1985 y le buscaron un apartamento en la capital para que Enrique López se instalara definitivamente allí. El primer año se fue solo y al siguiente ya llegaron su mujer y su hijo, que hoy tiene 37 años y es militar.

Su treta para cazar a los famosos en Ibiza

El primer verano le dieron a elegir entre los destinos habituales de los famosos: Marbella, Palma de Mallorca o Ibiza. Optó por la isla mágica. Le traía buenos recueros de su luna de miel. Al principio lo pasó mal. No se enteraba de nada y los fotógrafos de otras agencias siempre iban por delante. "Era un pardillo, pero un día se me ocurrió una tontería: irme al aeropuerto a ver quién bajaba de todos los vuelos procedentes de Madrid y Barcelona. Personaje que veía, personaje que seguía. Ahí empecé yo a darle caña a los demás. Y, encima, a la mujer a la que le alquilaba el apartamento trabajaba en el alquiler de coches en el aeropuerto. Y su amiga, en la otra compañía que había. Las dos me soplaban qué famosos les alquilaban un coche y qué dirección de Ibiza ponían. Los otros fotógrafos empezaron a alucinar conmigo...".

En invierno volvía a Madrid, aunque a veces le daba el punto y se iba a otra parte. El 3 de octubre de 1990 escuchó en Antena 3 Radio que acababa de morirse Stefano Casiraghi, el marido de Carolina de Mónaco. "Llamé a la agencia y les dije que me iba a Mónaco. Me había comprado un Ford Sierra y conduje hasta Mónaco. Hice el reportaje saliendo del tanatorio. Al año siguiente, con el primer aniversario, volví porque hacían una misa en la catedral y estaba prohibido el acceso a la prensa, pero había mucho turista y me planté como uno más. Hice toda la familia de Mónaco entrando y saliendo de la catedral yo solito, en exclusiva. Ares se lo vendió a la revista ¡Hola!". Otra vez se enteró de que Isabel Pantoja y Encarna Sánchez se iban a París. Enrique cogió el coche y, sin soltar el pie del acelerador, se plantó en la estación parisina antes de que llegara el tren.

Nunca le molestó que le llamaran paparazzi. Y cuenta que, igual que había personajes que odiaban a los fotógrafos, con muchos de los famosos entabló una buena relación. Y lo ilustra con el recuerdo de unas fotografías que le hizo a Karina. "Estaba haciendo guardia en casa de Pepa Flores y me enteré de que Karina se había separado. Busqué su nombre, Maribel Llaudes, en las Páginas Blancas y la localicé. Quedé con ella y le hice un reportaje en casa con su hija, Azahara, que era muy pequeña. Al día siguiente, la recogí en casa, la llevé a la playa y allí le hice más fotos. Al acabar, ella tenía prisa y fui yo quien llevó a la niña al colegio".

Enrique se fue profesionalizando y acabó siendo un fotógrafo conocido que lograba buenas exclusivas con su Canon EOS1. Era la época dorada del papel cuché y los trabajos pagados a precio de oro. Uno de los mejores fue con motivo de la boda de la princesa de Augsburgo. "Estábamos, mi compañero y yo, en un pueblecito precioso cerca de Salzburgo haciendo guardia. Entonces se me ocurrió que en España, cuando alguien se casa, en la parroquia se cuelga un cartel con los detalles por si alguien quiere poner alguna objeción. Fuimos a una iglesia diminuta que había rodeada de tumbas y allí encontramos el papelito. Lo pudimos coger y hacerle fotos. Se las vendimos a ¡Hola!.

La pareja, al ver que se había descubierto cuándo y dónde se iban a casar, decidieron hacerlo por lo civil, pero nosotros estábamos allí e hicimos las fotos saliendo del juzgado y 'Hola' nos pagó una pasta: cuatro millones de pesetas a cada uno".

El dinero entraba fácil y el valenciano llegó a facturar, en su primer año en Madrid, 24 millones de pesetas limpios (casi 150.000 euros). Enrique ganó un dineral del que no se ve ni sombra en esta terraza gris donde se toma un oscuro cortado. 

-Enrique, ¿y en qué se lo ha pulido?

-No lo sé. He quemado mucho dinero. La verdad es que ahora sí que me arrepiento. Aunque tengo tres pisos y un chalet en Llíria donde se han metido los okupas y lo están destrozando.

El error de Marichalar

No ha perdido los recuerdos y las anécdotas. Como aquel viaje a París para cazar a Jaime de Marichalar. Enrique López se acababa de comprar un Ford Sierra XR4 blanco que condujo, como era habitual por su aerofobia, hasta París, donde un amigo le había averiguado el domicilio del novio de la infanta Elena. Su compañero y él se quedaron detrás del coche de la hija del Rey, que, casualmente, también era un Ford Sierra XR4 blanco, matrícula de Madrid. "Por la mañana, cuando salió Marichalar para irse a trabajar al banco, se fue directo a mi coche. Nosotros, incrédulos, le veíamos intentar meter la llave en mi cerradura. Hasta que, de repente, nos descubrió dentro. Cogió, salió despavorido hasta la otra esquina y se metió en un bar, desde donde llamó a un taxi. Yo no entendía nada porque cuando tuviera que salir le íbamos a coger. Pero es que encima llegó el taxi y tuvo que dejar el coche en la esquina de enfrente, cerró el coche y fue a avisarle al bar. Cuando Marichalar salió corriendo al taxi, se encontró que estaba cerrado y no lo podía abrir. Y nosotros, mientras, pim-pam, pim-pam...".

Luego fueron a cubrir su boda en Sevilla. "La Reina viajó en el AVE y al llegar a la estación de Santa Justa, donde estaba mi compañero, se tropezó y cayó al suelo. Hicimos la foto, pero ¡Hola! nunca la publicó. Eso era algo habitual en la época. Algunas fotos no las publicaba y luego la revista pedía algo a cambio: un posado o algo similar".

El paparazzo se siente orgulloso de su trabajo y ahora, prejubilado, rememora sus andanzas viendo 'Sálvame' todas las tardes. Tras el accidente siguiendo a Marta Robles, se puso a trabajar, ya de vuelta a València, de taxista. Luego estuvo conduciendo una furgoneta en la que llevaba a los enfermos a diálisis. Y, finalmente, instalando aparatos de aire acondicionado. No ha vuelto a hacer fotografías. Sí se compró una aparato para escanear las diapositivas. Pero no le pone mucho empeño.

Durante años le conocía todo el mundo. Entraba en la discoteca Ku, en Ibiza, y el relaciones públicas le recibía dándole un taco de consumiciones. Y en Madrid pasaba con su coche por la puerta de la Joy Eslava y el portero le decía quién había dentro o quién estaba previsto que acudiera esa noche. "No pagué una copa jamás; me invitaban". Pero en cuanto dejó de hacer fotografías, la gente de la farándula se olvidó de él. Solo mantiene el contacto con algunos compañeros y hoy, sin haber ahorrado lo suficiente para llevar una buena vida, arrastra un andar pesaroso mientras se apoya en una muleta tras recordar sus años detrás de los famosos.

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