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Xavi Mariscal, el dibujante y gran vividor de los veranos mediterráneos

Xavi Mariscal es un valenciano universal, creador de iconos como Cobi, la mascota que dio vida y humanidad a los Juegos Olímpicos de Barcelona’92 además de otras muchas imágenes y objetos. Desde su casa familiar en Caspe a las islas Baleares pasando por Jávea. 

14/08/2022 - 

VALÈNCIA. ¿Cómo recuerdas los veranos de niño?

Las vacaciones en aquella época eran bastante grandes y recuerdo que estábamos julio, agosto y septiembre en Caspe, Aragón porque mi abuela tenía allí una finca muy grande que se llamaba el Vado y la carretera iba hasta casi Ulldecona y recorríamos varios pueblos hasta llegar. Nos bañábamos todos los días en el río Guadalupe que pasaba por medio de la finca, era muy grande y tenía pinares, había zona de huerta con manzanos, perales, granadas, ahí cultivábamos tomates. Soy el cuarto de muchos hermanos y veraneábamos allí todos juntos hasta los dieciséis años más o menos.

¿Cómo eran los días de verano en aquellos años?

 Generábamos nuestro propio universo en la finca familiar. Hacíamos carretillas de madera, íbamos en bicicletas. También recuerdo que nuestros padres siempre hacían un viaje a París algunos días y a la vuelta pasaban por Andorra y aún recuerdo que traían algunas cosas que significaban la modernidad, como el primer transistor o una cubertería de acero inoxidable. La vida en la finca era muy vinculada a la naturaleza, plantábamos árboles y de hecho ahora hay un gran pino que lo planté yo y eso es algo muy bonito. Otro recuerdo que me viene a la mente es el acento tan fuerte de la zona, porque allí se habla una mezcla de catalán, valenciano, aragonés y español.

Xavi Mariscal en una estampa familiar junto a su madre

Una vida muy rural y vinculada al campo, que imagino te ha marcado. 

 Recuerdo una infancia muy divertida y feliz, con muchos hermanos y muchos amigos que nos visitaban. Recogíamos piñones y también higos que los secábamos, hacíamos conservas de tomate y melocotones, recuerdo como segaban como una hoz y luego llegaban a la era donde trillaban con las mulas, se recogía todo y el grano caía cuando hacía viento y la paja se separaba (de ahí la mítica expresión de separar el grano de la paja). Luego llegaron los tractores y cosechadores, más moderno todo, pero hasta los diez años viví una agricultura casi como la de los romanos, con sistemas rudimentarios, manuales y artesanales. Otro instrumento maravilloso eran los botijos y los candiles.

 Cuántos buenos momentos me estás relatando, parece una película.

 Los desayunos eran impresionantes con leche de las vacas, jamón de Teruel y productos de nuestro propio huerto, un auténtico privilegio la vida rural y campestre de una manera tan auténtica. Con todas las labores que hay que realizar como cuidar a los animales y labrar la tierra. Después nos bajábamos al río antes de comer y nos pasábamos dos horas bañándonos en su agua fría, por la noche nos quedábamos a ver las estrellas y también las tormentas de verano. Todo era muy intenso y en un lugar así se disfruta mucho de todo.

Xavi Mariscal en la mesa con la familia en la finca familiar el Vado

A partir de la adolescencia, ¿cambian esos veranos familiares?

A partir de un momento yo me largo de casa, quería cambiar de aires porque estudiaba en el Colegio del Pilar y solíamos ir a la piscina de la Hípica o del Club de Tenis, pero yo poco a poco fui descubriendo que había otro mundo distinto, quería ser autónomo y hacer mi vida. Mis hermanos seguían muy enganchados a Caspe tanto por las fiestas de allí como por los amigos y yo poco a poco hice otros planes, por ejemplo, irme a Inglaterra o a París y también mi primer viaje a Ibiza.

Un espíritu innovador y aventurero que te haría descubrir nuevas cosas y amigos.

Yo tenía un gran amigo que era Sefer (Carlos Pastor) que ha fallecido recientemente, y con él recorrí media España de adolescentes en auto stop, conocí sitios como Pamplona, Madrid o Ibiza, ahí recuerdo que la primera noche tuvimos una fiesta en una playa con luna llena, había muchos hippies, se compartía la comida, la bebida y lo que fumábamos. Allí un americano me explicó que el agua se reciclaba y que cuando bebías agua podías estar bebiendo una lágrima de Cleopatra que le cayó al río Nilo y recorrió miles de lugares hasta llegar a tu vaso de agua. También escuché por primera vez la palabra ecología.

Eres un valenciano, afincando en Barcelona desde joven. ¿Qué hacías en verano?

Con unos 20 años me fui a Barcelona y empecé a tener veranos confusos, igual me iba tres meses a Oxford, hubo un verano que nos perseguía la policía y nos fuimos a vivir a Ibiza unos tres o cuatro años. Pero la verdad es que desde que vivo en Barcelona los inviernos o veranos no se diferenciaban mucho. Conocí a Pedro Almodóvar y fue quien me explicó conceptos como trabajo reglado, cobrar una nómina o fin de mes, expresiones que jamás me había planteado. Los 70 fueron una década muy caótica y también de mucha libertad.

Xavi Mariscal frente a la pantalla trabajando

¿Tu talento y creatividad viene de familia o más autodidacta, de tus vivencias y recuerdos?

Sinceramente creo que todo viene de que nací con una gran dislexia, me costaba mucho leer y escribir mientras mis hermanos leían mucho, pero yo sólo miraba y me daba vergüenza reconocer que no podía leer, disimulaba. Pero ahora tengo 72 años y ya no disimulo, pero cuando eres niño la autoestima va por el suelo y aunque no tengo un mal recuerdo, sé que es duro. Mi forma de ser se ha formado de manera muy libre, nunca estoy pendiente del día o año en que estamos y mi alma hippie contribuye. A los 50 años descubrí que era disléxico y me dijeron que gracias al dibujo no acabé en un psiquiátrico, así que quizá mi creatividad artística ha sido mi propia tabla de salvación.

Volvamos a tus veranos, ya empezaste a ir a las islas. 

Durante una temporada larga entre los 70 y los 80 pasé muchos veranos con Miquel Barceló, pintor y buen amigo con el que estuve en Mallorca, en París, en Portugal. Y cuando nace mi hija Julia solíamos ir a Porto Colom en Mallorca, también a Formentera e Ibiza, y luego en los 90 mucho más a Formentera.

Mariscal en una divertida pose en su casa de Formentera, en 2010. Foto: CARMELO CONVALIA

También has veraneado en la Marina Alta. 

Con Sefer en los años 60 íbamos mucho a Jávea y recuerdo que salíamos mucho por la discoteca Hacienda y luego en los años 2000 volví a veranear allí en la Plana, en la casa de un americano. Toda la zona me encanta, Denia, Jávea, Jesús Pobre, Pedreguer, Llíber, cuando empezaron los mercadillos de Jesús Pobre en el Riurau. También cuando empezó el ferri a Formentera y cuando regresábamos a Denia y veías la riqueza del paisaje, la cantidad de buganvillas, adelfas, naranjos y esa sensación de esplendor y de riqueza que nos embargaba y el Mongó siempre presente, que parece que secuestre las nubes.

¿Cómo fue el verano del 92, donde tu Cobi fue el icono de las Olimpiadas?

La verdad que sólo fui a la fiesta de inauguración, pero porque me invitó un amigo de Coca-Cola, porque el Comité Olímpico no me había invitado, mi trabajo sobre Cobi había acabado en 1991 y en el 92 estaba metido de lleno en un gran proyecto en Nagasaki, por eso cuando comienzan los Juegos Olímpicos a mí me parece todo ya pasado. Y el verano del 92 yo estaba en Formentera y vi la ceremonia de clausura en un bar de allí.

Mariscal, durante una visita a Valencia, Foto: JUAN CARLOS CÁRDENAS / EFE

Tu pasión por Formentera es total. 

Los veranos eran muy vinculados al territorio, cuidábamos mucho un pino que teníamos en la casa, comprábamos buenos productos y hacíamos pan en el horno. Por supuesto, también íbamos a la playa, lo bueno de esa isla es que parece que toda la isla sea tuya, porque es pequeña y fácil de recorrer. La primera vez que fui a Formentera fue en 1968 en casa de Pau Riba y luego siempre ha sido una isla maravillosa hasta que se ha llenado de italianos, la recuerdo con un solo bus, una barca, muchos burros, apenas 50 coches, no había luz, el agua era de lluvia y había que ahorrarla, una Formentera primaria y maravillosa.

Olores, colores, sabores…que te recuerden al verano

Olor de romero y de pino piñonero, el fresquito al pasar en moto por un pinar, también el olor a paja seca y por supuesto la banda sonora de las chicharras hasta que cae el sol. El sabor del agua salada, de las clochinas y el contacto con tu pareja. Y sin duda para mí el color más potente que recuerdo es el del amarillo de la paja y la mata de romero junto al pino que sale de una roca y resiste. Por otro lado, el azul piscina, el azul cielo.

Podrías describirme un día perfecto de verano para ti. 

En Formentera con los niños habiéndonos llevado bocadillos y sandías para comer en la playa, volver a casa, encender el horno y con una yesca de pan con tomate y buen aceite, unas olivas negras y recuerdo como el sol se ponía detrás del horno y se veía el rojo del sol cayendo con el del horno y por supuesto todo junto a un vasito de vino tinto. Tienes el sol en la piel y nos echábamos un cubo de agua del aljibe por encima y tienes una mezcla de frío y calor. Luego en el horno metíamos unas pizzas. Esa es la vida mediterránea.

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