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el billete / OPINIÓN

Ximo quiere ser como Juanma

Foto: MARÍA JOSÉ LÓPEZ/EP
26/06/2022 - 

Cuando arrecian los análisis sobre la preocupante polarización de la sociedad española, van los andaluces y votan mayoritariamente por la moderación, dejando a los extremos desactivados para los próximos cuatro años, a no ser que se echen a la calle como auguró la nunca acertada Adriana Lastra.

Sin conocer a fondo la realidad andaluza, desde la distancia, uno ve en Juan Manuel Moreno Bonilla una manera de hacer política que tiene ciertas similitudes con las formas de Ximo Puig: amable, sin estridencias, huidizo del cuerpo a cuerpo, dialogante, conciliador, la mano tendida, la sonrisa… Al barro bajan los consejeros/consellers salvo en ocasiones concretas como el debate de política general o alguna que otra sesión de control. Es un registro, el de la moderación, que Pedro Sánchez ensaya no siempre con éxito en un clima nacional mucho más crispado.

Unas maneras, las de Moreno y Puig, que en el imaginario colectivo se imponen a la consideración que merecen las políticas que uno y otro puedan llevar a cabo, que, lógicamente, son diferentes y en muchos casos opuestas porque uno es del PP y el otro del PSOE. Pero en ningún caso son extremas. Se dice que quien gana el centro suele ganar las elecciones y en este punto hay que señalar que el andaluz lo ha tenido más fácil gobernando con Ciudadanos, a pesar de la presión de Vox desde fuera, que Puig lidiando con los partidos a su izquierda dentro del Consell.

De tal manera, que Moreno Bonilla ha pasado a ser Juanma, un Juanma cercano que ha logrado quitarle al PP andaluz la impronta de partido de los señoritos que le hacía inelegible a ojos de la mayoría progresista. Con las siglas del PP reducidas a la mínima expresión en su cartel electoral, sin el azul característico del partido y con una limitada presencia de Feijóo y otros líderes nacionales del partido en la campaña, Juanma ha arrasado gracias al apoyo de votantes procedentes de Ciudadanos y del PSOE.

Cartel electoral de Juanma Moreno. Foto: PP

En los análisis de esta victoria entran muchos factores, entre ellos la fecha de las elecciones, que el PP eligió con acierto, adelantándose al desapacible otoño económico que se avecina, con los andaluces que venían contentos de la Semana Santa y la Feria de Abril –a lo que hay que añadir la Copa del Rey lograda por el Betis–, alegría que supo capitalizar Juanma; igual que aprovechó la pandemia para erigirse en hombre de estado capitán de la lucha de todos contra la enfermedad, o repartió magnánimamente como si fueran suyos los fondos covid que le envió el Gobierno central y que Adriana Lastra reivindicó –a destiempo, tras la derrota electoral– como si fueran de Sánchez.

Ese liderazgo pandémico y económico es el mismo que ha venido protagonizando Puig en los últimos tiempos. Junto a ello, desde la primera legislatura del Botànic ha ido perfeccionando su papel de moderador en un gobierno de coalición en el que las discrepancias las protagonizan los consellers, erigiéndose el president como pacificador por encima del bien y del mal. Las dos únicas broncas públicas que ha tenido Puig con Mónica Oltra se produjeron cuando adelantó las elecciones en 2019 y en la actual crisis provocada por la imputación de la vicepresidenta. Y en ambos casos la que levantó la voz fue ella, mientras él optaba por un tono conciliador, de "normalidad", que es una palabra que le gusta utilizar para demostrar temple.

Cada vez más centrado, el president ha dejado de liderar reivindicaciones políticas que generan frustración y ha volcado su acción en la economía real. Y lo mismo ha hecho parte de la sociedad civil que lo secundaba. Puig hace buenas migas con los empresarios, hasta el punto de que cuando Compromís y Unides Podem le forzaron en 2018 a aprobar un impuesto a los residuos industriales, lo dejó en suspenso para no perjudicar a la industria azulejera. Igual que con la tasa turística, a la que su secretario autonómico de Turismo se viene oponiendo con más vehemencia que el mismísimo Toni Mayor, presidente saliente de la patronal hotelera Hosbec, a quien, si no fuera porque están prohibidas las puertas giratorias, podría suplir perfectamente Francesc Colomer.

El buen rollo de Puig con la patronal CEV, la Cámara de Comercio y los sindicatos UGT y CCOO, incluso con AVE, cuyas críticas se focalizan en el Gobierno de Sánchez, aleja cualquier posibilidad de tormenta social en los once meses que quedan para las elecciones, a pesar del vertiginoso empeoramiento de las economías familiares como consecuencia de la inflación. La culpa es de Sánchez, coincidirán todos, como ya se ha encargado de hacer ver Juanma en Andalucía. Y si van mal la Sanidad, que va faltal, la Educación o los servicios sociales, la responsabilidad es de los consellers, nunca del president, que está ahí para poner orden.

Ximo Puig con el presidente de la CEV, Salvador Navarro. Foto: DANIEL DUART

Tampoco son ajenos a este clima de compadreo los medios comunicación a los que Puig ha tratado con desigual generosidad. No todos, claro. Ahora se está trabajando a influyentes medios nacionales, a los que, entre otras cosas, les cede gratis el edificio de Correos en València, rebautizado como Palau de les Comunicacions, para actos en los que el Molt Honorable tiene un protagonismo con proyección nacional. Es algo que desde Zaplana han intentado todos los presidentes de la Generalitat porque tener buena imagen en Madrid es importante. Recuérdese, cuando Camps, los periodistas de Madrid que venían a cuerpo de rey a Canal 9 cobrando por tertulia más que el salario mínimo interprofesional y luego se deshacían en elogios al president en otras tertulias o en sus columnas en la prensa capitalina.

Desde que acabó la pandemia, Puig tiene la agenda llena de visibilidad, acude a todo tipo de actos empresariales, culturales, festivos... Dice lo que todo el mundo espera oír sin meterse con nadie, como presidente cercano que quiere ser, y responde a los medios con naturalidad aunque le hagan preguntas incómodas –por ejemplo, sobre lo de su hermano– porque ha preparado bien las respuestas. Definitivo el "no estoy para fiestas" del otro día.

Por si esto fuera poco, le van bien las cosas. Al logro de la gigafactoría de baterías que va a instalar Volkswagen en Sagunto se ha sumado esta semana la aún más importante decisión de Ford de apostar por Almussafes frente a la factoría alemana de Saarlouis. Las consecuencias del cierre de la fábrica valenciana habrían sido tales que nadie quería pensar en esa posibilidad.

Puig es el principal barón socialista, el presidente de la comunidad autónoma más importante –en términos de PIB y población– de las que gobierna el PSOE; es cada día más conocido en España, cada vez más popular, cada vez más Ximo. Un síntoma de que está rompiendo barreras, como Juanma, es que no son pocos los votantes del PP que consideran que "no lo hace mal".

Foto: KIKE TABERNER

En esas circunstancias, uno se pregunta hasta qué punto valoró Puig cesar a Oltra y, tras un verano tormentoso, convocar elecciones anticipadas. La jugada era arriesgada. El triste otoño que se avecina no será como el alegre junio andaluz, y el viento de cola que lleva en volandas al PP de Feijóo es ahora muy fuerte.

Pero las ventajas eran tentadoras: Carlos Mazón va por su segunda campaña publicitaria para ganar visibilidad en Valencia y Compromís no tiene claro para 2023 si Baldoví o Aitana Mas, vicepresidenta a la fuerza porque ninguno de los dos –por motivos diferentes– quería ocupar el cargo. En mayo de 2023 sus rivales estarán más fuertes y la economía más débil. Puede, incluso, que estemos en recesión, y eso lo suelen pagar los gobiernos.

Ximo, en definitiva, podría haber sido Juanma dejando a Compromís muy tocado. Si lo sabía Oltra, que decidió dimitir alegando a su manera ese único motivo –"no le voy a dar la coartada al PSOE para que saque las políticas de izquierdas del Gobierno del Botànic"–, en lugar del motivo más honroso: asumir la responsabilidad política de haber dejado desamparada a una niña de 14 años tutelada de la Generalitat, y por tanto de su conselleria, víctima de abusos sexuales.

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