EL RENACER DE LA HUERTA

Carraixet, comer en tierra de 'llauros'

Hay que adentrarse por la senda, allá donde se despliegan los campos, para descubrir los secretos de la huerta. Tan rica, que merece nuestros respetos, y también nuestra atención, porque en ella se cultiva la gastronomía del ayer y del mañana

| 23/10/2020 | 9 min, 12 seg

VALÈNCIA. El barranco del Carraixet es un curso de agua, que surca la provincia de Valencia, recogiendo las aguas de la Sierra Calderona, atravesando los campos de l'Horta Nord, para fundirse en el abrazo del mar. La Mancomunitat que nos ocupa le debe su nombre, por más que los niños de la zona crecieran con miedo a que el cauce se desbordara. Un compendio de territorios, que no solo comparten el paisaje más identitario de València, la huerta, sino que han cultivado una idiosincrasia muy singular. En Alfara del Patriarca, Bonrepòs i Mirambell, Foios, Vinalesa, Albalat dels Sorells, Almàssera y Meliana tienen un pasado en común, que es precisamente la llave de su futuro. Y por suerte para todos los amantes de la buena mesa, pasa por reivindicar su despensa, su recetario y una riqueza gastronómica genuina.


Desde hace algunos meses, la marca 'Carraixet, Turisme de l’Horta' es una realidad, bajo la que se pretende posicionar distintos enclaves de l'Horta Nord como puntos turísticos de interés, con una oferta complementaria al centro de València. Se trata de invitar a evadirse del entorno urbano y a disfrutar del tiempo libre de manera slow, algo que la pandemia del Covid-19 ha venido a favorecer. La agrupación abarca una superficie de 23 km2 de territorio y hace hincapié en el cicloturismo, el senderismo, el patrimonio cultural y, claro, la riqueza gastronómica de la huerta valenciana. Para ello se ha creado el club Tastem l’Horta, que conforman bares y restaurantes de la zona, dispuestos a reivindicar el producto autóctono.

“El club se centra, en una primera etapa de trabajo, en los establecimientos de restauración. En las siguientes fases daremos cabida al resto de actores que forman parte de la cadena de valor de la huerta valenciana, desde el productor agrícola hasta llegar a su transformación gastronómica”, explica Llorenç Rodado Mora, presidente de la mancomunidad. ¿Y quiénes respaldan sus palabras? Nombres tan emblemáticos como Ca Pepico, El Racó, Ca Xoret, El Celler de Jadelu, Lluna de València y la Barraca de Toni Montoliu. Lugares donde se practica la cocina valenciana elaborada con frutas, verduras, hortalizas y cereales de proximidad. Y los que están por venir, porque la lista está abierta a nuevas incorporaciones de la zona.

Los miembros de Tastem l’Horta pondrán en marcha jornadas gastronómicas que se irán desarrollando en distintas épocas del año. La primera campaña arranca ya, y llevará como lema 'Tardor a l'Horta'. A partir de noviembre, los seis restaurantes del Club de Producto Gastronómico ofrecerán un menú especial de kilómetro cero por un precio cerrado, con el que también participarán en la próxima edición de Cuina Oberta de Visit Valencia. Y como los pequeños comercios no se quieren quedar atrás, respaldarán a su vez la iniciativa. Este otoño, más de 50 establecimientos repartirán 3.500 bolsas de tela, rotuladas con el lema 'El kilómetro 0 lo llevamos dentro', para premiar el consumo sostenible y de proximidad.

Dentelladas a la huerta

Tanto da que conozcamos l'horta, como que nunca hayamos paseado entre los cultivos, que el romance es inevitable. Una vez que se visita, se regresa. Puestos a pasar el día en las inmediaciones de València, toca rendir tributo al producto que sale de sus tripas, y para ello están las casas que conforman la marca 'Carraixet, Turisme de l’Horta'.

  • Ca Pepico (Calle Mediterráneo, 1. Alqueria de Roca). Cómo se come, y sobre todo, cómo se bebe, en este templo. Dice Marta Moreira que Ca Pepico es "sinónimo de familia, de historia y de nobleza labriega". Un referente de la cocina tradicional en Valencia, cuya selección de vinos justifica por sí sola la pregrinación. Hace poco, hablábamos con Pep Ferrer, y lo dejaba claro: “No hay atajos en la restauración”.
  • El Racó (Glòries Valencianes, 4. Meliana). Productos de calidad, sello valenciano y tradición culinaria. En este restaurante se trabajan las verduras, las hortalizas y las carnes selectas, aunque lo verdaderamente típico son los arroces costumbristas. De hecho, destacan por la paella de llauros de toda la vida: la de fetge de bou.
  • La Barraca de Toni Montoliu (Partida de l'Ermita, 25). No necesita presentación. En la casa de este agricultor, uno de los que más ha hecho por la visibilización de la huerta, se come auténtica paella. Luce el propio edificio, una barraca clásica, y las costumbres genuinas, como la posibilidad de dar un paseo en el carro de caballos.

  • Ca Xoret (Sant Isidre, 44. Alqueria de Roca). Melchor, Concha y su hijo Mel llevan casi dos décadas transmitiendo las recetas de las abuelas de la zona. Ofrecen cercanía y familiaridad, arroces secos y melosos, pescados de Lonja y carnes gallegas; todo por un precio ajustado. No hay ni trampa ni cartón, y mira que eso es complicado.
  • Lluna de Valencia (Camí del Mar 56. Almàssera)Primero el edificio, que invita a la sobremesa, y luego la cocina, honesta y mediterránea. La paella como icono, pero también el esgarraet de pimientos rojos o la coca de calabacín, ambos con verduras locales. Y la Corona de l´Horta, ese bizcocho de almendras original de Almàssera.
  • Jadelu (Plaza profesor Josep Corell Vicent, 1. Foios). Este celler es la apuesta más creativa de la lista, lo que no quita para que haga valer el producto más tradicional. Si quieres una paella de pato y de setas, la tienes, pero también croquetas de rabo de toro, figatells, un pulpo asado de escándalo o el curioso solomillo con salsa thai.

Vamos con la partida dulce. La fama, y bien merecida, se la llevan la horchata y los fartons. Pero la repostería de l'Horta Nord, que tiene una fuerte influencia árabe, es mucho más prolífica de lo que imaginamos. Hay multitud de pastelerías de toda la vida, donde hornean cocas de llanda, rollitos de anís o pastissets de boniato, aunque la receta más característica sea la Coca Cristina. Otra parada imprescindible es el Mercado de la Tierra. Se trata de un compendio de puestos, en mitad del corazón de la huerta, donde los propios agricultores se dedican a la venta directa de verduras, fruta, miel, artesanía y cultura. Antes del Covid, se instalaba los segundos y cuartos domingos de cada mes, aunque ahora se encuentra parado.

Un día entre cultivos

La gastronomía no es el único recurso para poner en valor el producto de la huerta. Además de catas y degustaciones, en los parajes de Carraixet es posible disfrutar de rutas a pie o en bicicleta, e incluso rendirse al patrimonio natural y cultural. Generaciones de agricultores han preservado hasta nuestros días un espacio periurbano, que es único en el mundo, con más de 11.000 hectáreas de campos protegidos. Historia viva de la cultura valenciana así que, al menos por un día, ¿por qué no desconectar de la ciudad y conectar con la tierra? Adentrarse por las sendas y dejarse sorprender, aquí y allá, por las barracas y las alquerías, entre otras construcciones características que salpican y estimulan la aventura.

Que si el Palacio dels Sorells en Albalat, que si la Casa de la Sirena en Alfara del Patriarca, o la modernista Casa Llopis en Almàssera. Así es como llegamos, aquí y ahora, al imponente Palacio de Nolla, en Meliana. Más conocido como el Palauet o Villa Ivonne, se trata de una mansión construida a finales del siglo XIX como vivienda de Miguel Nolla Bruixet, director de la fábrica Azulejos Nolla. Más tarde sería el hogar de una familia francesa, y de ahí viene su segunda denominación. El edificio ha permanecido deshabitado desde 1968, pero en 2010 se pusieron en marcha distintas acciones municipales para evitar su ruina, dado su alto nivel de deterioro. Recientemente se han emprendido los trabajos de rehabilitación y se han remodelado sus dos ermitas, en vistas a dotarlo de nuevos usos culturales.


La Mancomunitat del Carraixet también ha inaugurado recientemente su 'Kilómetro 0'. Se encuentra en una parcela del municipio de Meliana, donde la artista e investigadora Seila Fernández Arconada ha plantado e integrado un monumento simbólico. La obra se titula Arraigo al agua. “He representado los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos naturales que dan vida a la huerta: viento, agua, fuego mediante el sol y, obviamente, la tierra. Para ello, he empleado materiales traídos por el mar, como ramas y raíces, que he pintado con tintes hechos de espinacas, zanahorias, naranjas… También he incluido una vasija hecha con arcilla de l’Albufera. He tratado la obra con el mismo cuidado con el que se trabaja la huerta”, explicaba la autora. “Ya es hora de que la gente de la huerta nos creamos que tenemos un atractivo turístico único. Deberíamos aprovechar para reivindicar un precio justo y digno por su esfuerzo”, añadía Maria Josep Amigó, vicepresidenta de la Diputació.

En un mundo amenazado por las emisiones de CO2, parece mentira que podamos disfrutar de un paseo semejante, entre campos cultivados y acequias tradicionales -pensemos, por ejemplo, en la Real Acequia de Moncada-. La bici es un medio de transporte idóneo, ya que entre las sendas y los campos, se abren paso los carriles para ciclistas. Desde la ruta por 'Els camins de Carraixet', que une los siete pueblos de la Mancomunitat; a la 'Vía Churra', que sigue el antiguo trazado del ferrocarril hasta Puçol; y otra opción es el 'Anell Verd', de 52 kilómetros, que recorre el área metropolitana de València. El cicloturismo constituye otro de los motores de desarrollo de una zona que, aunque hace alarde de un gran pasado, tiene infinitas posibilidades de futuro. Nunca Carraixet fue un destino turístico tan moderno.

Somos ricos, porque para disfrutar de la fortuna, no hace falta más que un domingo, cierta curiosidad y la bici. Hacer hambre para la paella, la horchata y la Coca Cristina.

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