VALÈNCIA. El dilema del prisionero es un problema enmarcado en la conocida teoría de juegos -muy utilizada en economía- que se basa en cómo dos individuos pueden no cooperar en una cuestión pese a que esa decisión perjudique a ambos implicados. Fue desarrollado inicialmente en los años 50 del siglo pasado por dos matemáticos de la corporación estadounidense RAND, si bien su denominación final fue formalizada por el catedrático de Princeton Albert William Tucker, quien lo aplicó en un escenario de recompensas penitenciarias.
El enunciado de este dilema en su fórmula clásica es el siguiente: la policía arresta a dos sospechosos pero carece de pruebas suficientes para condenarlos. Tras separarlos, les ofrece individualmente el mismo trato. Si uno confiesa y su compañero no, el confesor será liberado mientras que su cómplice recibirá la pena de 10 años y viceversa. Si ambos admiten el delito, los dos serán condenados a seis años; mientras que si ambos lo niegan, sólo podrán ser encerrados durante un año por un cargo menor.
Planteado de esta manera, resulta claro que si ambos detenidos negaran los hechos el cómputo total de su condena sería la menor posible de todas las combinaciones pero, ¿es eso lo que realmente ocurriría?
Una situación similar es en la que se encuentran dos de los aspirantes a liderar el PSPV-PSOE ante el congreso extraordinario cuya fecha se conocerá en la Ejecutiva del próximo 8 de enero (se baraja finales del mes que viene). El secretario general de la provincia de Alicante, Alejandro Soler, y su homólogo en Valencia, Carlos Fernández Bielsa, han demostrado en los últimos tiempos su deseo de suceder a Ximo Puig al frente de los socialistas valencianos. No obstante, la preferencia en La Moncloa es que la ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, sea la nueva secretaria general del PSPV-PSOE.
Hasta ahora, ninguno de estos tres posibles aspirantes ha movido ficha públicamente para confirmar que se presentará al proceso. El entorno de Soler ha sido, hasta el momento, el más vehemente a la hora de asegurar que el dirigente ilicitano sí dará el paso. Los afines a Puig -que son en su mayoría los que respaldan la opción de Morant-, creen que es una estrategia para intimidar a la ministra y que renuncie a presentarse ante la posibilidad de un congreso que se transforme en una cruenta guerra interna. Mientras, Bielsa permanece a la expectativa sin aclarar su decisión ni tampoco renunciar a presentarse.
Si Morant desiste, el escenario estaría muy abierto. Sin embargo, si anuncia que se postula para liderar el PSPV, algo que se antoja probable, será cuando se materialice en Soler y Bielsa ese dilema del prisionero. El enunciado sería el siguiente: si la ministra da el paso es porque cuenta con el respaldo del propio Pedro Sánchez, una circunstancia que puede ayudarla a sumar el apoyo de militantes y dirigentes dudosos. Con ese escenario, todo apunta a que, de salida, ninguno de esos tres aspirantes tendría los suficientes apoyos en solitario para imponerse en una primera vuelta -se requiere el 50% de los apoyos-, por lo que para lograr la victoria se requeriría un pacto entre dos de los candidatos.
Una alianza sin fugas entre Soler y Bielsa les otorgaría la posibilidad de obtener los números suficientes para el triunfo pero, al mismo tiempo, resultaría tentador para ambos aceptar un trato con la candidata apoyada por Pedro Sánchez. Al igual que con los prisioneros del dilema, el que llega a un pacto se vería beneficiado mientras que el otro saldría perjudicado (salvo que ganara heroicamente y en solitario el cónclave). Si ambos alcanzan un acuerdo -los dos prisioneros confiesan- obtendrían beneficios, pero probablemente no tantos como los que lograrían si uno sí pacta y el otro decide mantenerse en rebeldía. Por último, tal y como ocurre en la citada teoría, si ambos aspirantes rechazan la oferta y cooperan juntos, tendrían opciones de alcanzar el triunfo -en el dilema del prisionero, cuando ambos niegan los hechos y se llevan una pena mínima-.
Ahora bien, aplicado a este proceso político, el problema es que aunque la alianza podría darles -quizá- la victoria grupal, sólo uno de los dos aliados podría ser el líder del PSPV-PSOE. Es decir, sólo uno de ellos tendría el premio gordo pese a haber asumido el mismo riesgo que su compañero. Con esa variable en la ecuación, la opción de no enfrentarse a Ferraz y alcanzar un pacto con Morant si da el paso puede resultar más interesante que ir a la guerra frontal, especialmente cuando tu posible aliado también puede alcanzar un acuerdo unilateral en cualquier momento y dejarte aislado como el candidato díscolo.
Este mismo jueves, se produjo precisamente la visita de la ministra a dos municipios alicantinos, Elda y Alcoi. Morant, preguntada por si se presentará a las primarias para liderar a los socialistas valencianos, prefirió no desvelar su papel en el proceso: "Ayudaré al PSPV para que sea alternativa de gobierno y esperanza para la Comunitat Valenciana", afirmó.
No obstante, aunque no aclaró si dará el paso, sí adoptó en su visita un papel cercano al de jefa de la oposición frente al Consell liderado por el popular Carlos Mazón, a quien acusó de "posicionarse en contra de medidas beneficiosas para la Comunitat Valenciana". "Está más dedicado en hacer oposición al Gobierno de España que en hacerse su trabajo", reprochó, para criticar además el planteamiento de los primeros presupuestos del nuevo Consell que conllevan "recortar en innovación, en políticas de empleo, de transición ecológica y, a la vez, bajar impuestos a los más ricos".
Unas críticas de la ministra que se extendieron también a Núñez Feijóo, a quien exigió que condenara las "amenazas" sufridas por Pedro Sánchez en Nochevieja, cuando un muñeco del presidente del Gobierno fue apaleado en la puerta de Ferraz.