¡¡¡Exclusiva!!!: Lee Harvey Oswald sí mato a JFK (y sin ayuda de nadie)
¡¡¡Exclusiva!!!: Lee Harvey Oswald sí mato a JFK (y sin ayuda de nadie)
Paradójicamente, mientras más transparencia hay en el Caso Kennedy, más insisten algunos medios en la (inexistente) conspiración para asesinarle. Es más fácil tirar de corta y pega que explicar y contextualizar los documentos que se han publicado esta semana
VALÈNCIA. Como el Guadiana, el asesinato de John F. Kennedy reaparece de vez en cuando. Al tratarse de un tema que se vende solo y garantiza unos cuantos cliks, pocos son los que se resisten a tal golosina. Como no podía ser menos, la reciente desclasificación de unos 2.800 documentos (muchos de ellos ya conocidos) sobre el tema ha seguido está tónica. Y como solo hace 25 años que se sabía que esta semana se iban a desclasificar, a algunos medios no les ha dado tiempo a preparárselo un mínimo. Es lo que tiene ir con prisas. “Un cuarto de siglo es mucho”, dirán algunos. Bueno, depende. Si lo comparas con la edad del Universo, no.
En 2017 sigue habiendo mucha gente que cree que JFK murió víctima de una conspiración. La explicación es muy sencilla y no tiene nada que ver con lo que ocurrió aquel 22 de noviembre en la Dealey Plaza de Dallas, sino en cómo se cuentan los hechos. Una conspiranoia es, sobre todo, un relato, y la gente le hace más caso que a la aburrida prosa de los informes oficiales. Aquí van unos cuantos ejemplos de cómo ha tratado la prensa estos días un hecho que, salvo para los muy aficionados al caso, no tiene ningún interés. Por eso ha habido periodistas que han preferido inventarse cosas o copiárselas de otros sin saber de qué hablaban. Ahí estaba, por ejemplo, Javier Ansorena de ABC (enviado espacial en Dallas) titulando La publicación de documentos clasificados remueve las teorías conspiratorias sobre JFK. Falso, la desclasificación no ha removido nada, han sido los periodistas como él. Lo de enviarlo a Dallas tiene su gracia ya que los documentos están en Washington, que es desde donde se han subido a Internet, pero el chaval quería viajar. Si encima se lo pagan...
1.- ¿Qué ha pasado? Según EFE, la noticia es que Trump desclasifica 2.800 informes secretos sobre el asesinato de John F. Kennedy que es mejor que este otro: EE.UU. publica archivos sobre el asesinato de Kennedy, pero Trump deja otros ocultos del diario Mexicano El Espectador. A Trump, está claro, había que meterlo en el titular sí o sí. Otras informaciones añaden que los servicios secretos han presionado para que no desclasificara todo. Lo que ha hecho el presidente, y no tenía otra opción, es cumplir la Kennedy Assassination Records Collection Act, que se aprobó (por unanimidad) en 1992 tras el éxito de la película de Oliver Stone JFK (caso abierto). La ley establecía cuándo se tenían que publicar los documentos (antes del 26 de octubre de 2017) e incluía la salvedad de que los servicios secretos (como ha ocurrido) pudieran vetar que algunos documentos vieran la luz por cuestiones de seguridad nacional. Así ha sido, y hay unos 300 documentos que van a ser revisados y que se harán públicos en un plazo de seis meses (si Trump no cambia de opinión). ¿Dónde está entonces la novedad? En ningún sitio. Que todo esto iba a pasar se sabía, como puede verse en este artículo de junio de 2016 de Jefferson Morley. De hecho, la primera parte de la desclasificación fue en julio de este año y ninguno de esos expertos que han escrito sesudos artículos en sus cabeceras se enteraron. A esto hay que sumar que a finales de septiembre el Museo del Sexto Piso subió a la web 14 cajas de documentos nunca publicados sobre el juicio a Jack Ruby (el asesino de Oswlad) y tampoco se enteró ni el Tato.
2.- ¿Qué aportan estos documentos? Sobre la (inexistente) conspiración, absolutamente nada. En todo caso, hoy es más difícil todavía de defenderla que hace una semana. Hay cosas curiosas sobre los planes de asesinar a Castro (que añaden poco a lo que ya se sabía) o que Earle Cabell (alcalde de Dallas cuando el incidente) trabajó para la CIA en los 50 y que su hermano Charles era un alto cargo de la compañía el día de autos. Este dato podría haber alimentado las tesis conspiranoicas, pero los medios lo han pasado por alto porque forma parte de los documentos desclasificados en julio. Y es que algunos se lo curran menos que el peluquero de la CUP y ni se han molestado en hacer una búsqueda en Internet.
3.- La trama mexicana (Oralééé): Algunos periodistas, entre ellos el caradura de Jan Martínez Ahrens de El País, han rescatado las declaraciones de Philip Shenon, autor de la excelente biografía de la Comisión Warren JFK. Caso Abierto (Debate. 2013). Shenon, que no es tonto, se dio cuenta de que su libro era magnífico pero los dimes y diretes de la Comisión nos interesaban a cuatro frikis del caso, así que para darle un poco de interés rescató la llamada ‘conexión mexicana’, que ya habían explorado con éxito otros como Jefferson Morley (Our man in Mexico) y, sobre todo, Edward Jay Epstein en El mundo secreto de Lee Harvey Oswald (Argos Vergara, 1978). Esta trama tiene que ver con el viaje que hizo el asesino de Kennedy a México para intentar volver a la URSS a través de Cuba. Muchos de los documentos que estaban por desclasificar (y los que aún no han visto la luz) tienen que ver con la estación de la CIA en México DF y podrían arrojar luz sobre cuál fue la política de la agencia en Latinoamérica durante la Guerra Fría, pero casi nada sobre el asesinato. Lo único que podrán aclarar es quién fue el cenutrio que se equivocó y mandó a EEUU una foto de un tipo que nadie sabe quién es cuando le pidieron una del magnicida (es la base de la teoría del -inexistente- segundo Oswald). Lo que no dicen los que citan a Shenon es que él abrazó esta teoría porque la otra (un golpe de estado) ya no se sostenía y aunque acusar a Castro del magnicidio es demencial, se puede defender mientras no se conozcan todos los documentos. Por cierto, la hipótesis del escritor americano es totalmente incompatible con la de la película JFK. La trama mexicana no es muy conocida porque las conspiranoias funcionan por votación popular, y como la gente quiere que los malos sean la CIA y el FBI, lo de que fue Castro no triunfa mucho (además de que es tan falsa como las otras).
4.- La versión oficial: Llegados a este punto, hay que aclarar una cosa que te enseñan en primero de Magnicidio: la versión oficial del caso JFK dice literalmente que “probablemente fue asesinado como resultado de una conspiración”. Es lo que concluyó el Comité Selecto de la Cámara sobre Asesinatos (HSCA por sus siglas en inglés) y lo dice en la página tres, no en la cincuentamil. Lo digo para que vean mis colegas que tampoco es tan complicado de encontrar si se quiere (además, les pongo el link). Es decir, que otra teoría alternativa es la que dice que NO fue víctima de una conspiración. Pero como los misteriodistas van de luchadores contra el sistema le han dado la vuelta a la tortilla para aparentar que se están enfrentando a un muro de silencio y manipulación. En su película de 206 minutos, Oliver Stone le dedica 50 segundos a este dato. Lo vuelvo a explicar: el HSCA es posterior a la comisión Warren (la de la película) y es la versión definitiva (aunque equivocada), de la misma manera que el Nuevo Testamento es más importante que el Antiguo,
5.- El papel de los misteriodistas: Si, desde que se asesinó a JFK, la mayor parte del público americano ha pensado siempre que hubo una conspiranoia no es porque sean tontos, es porque la prensa lo ha querido. Al principio, esta actitud tenía sentido y gracias (en parte) a los escépticos Lyndon B. Johnson aprobó en 1966 la Freedom of Information Act, la piedra Rosetta de la legislación sobre transparencia. Poca broma. Pero llegó un momento en el que sostener la teoría de la conspiración (en sus mil variantes) tenía un único fin: el crematístico. Eso es lo que ha hecho que tantos investigadores se hayan esforzado en tomar a sus lectores por gilipollas (es duro decirlo, pero alguno se lo merecía). Voy a dar un ejemplo sin importancia, pero para que vean cómo está el patio. El pasado 26 de octubre, el ya citado Martínez Ahrens, hablando de los documentos, los describe diciendo “a los que ha tenido acceso El País”. Cierto, El País, La voz de Burgos y el que hace los catálogos del Lidl habían tenido acceso a los documentos… desclasificados en julio y que estaban en la red desde entonces. De los que él habla en su artículo, en cambio, aún no se habían presentado así que difícilmente había tenido acceso a ellos. La prueba está en que no los cita ni una vez. Pues si así se las gasta el corresponsal en Washington de El País imagínense el resto.
6.- Los rusos estaban convencidos: Hay una regla de oro para vender la burra conspiranoica: olvida el contexto. Por ejemplo, si le interesa el tema habrá leído que ha aparecido un documento del 1 de diciembre de 1966 que establece que “De acuerdo con nuestra fuente, los altos cargos del Partido Comunista de la Unión Soviética creen que se trató de una conspiración bien organizada por la ultraderecha de Estados Unidos para dar un golpe”. Jo, tío ¡Qué fuerte! Si los rusos piensan eso, será por algo. Efectivamente —y eso no se lo dice nadie para no arruinar la noticia— lo pensaban. Ellos y toda la URSS, y eso es así porque la portada del Pravda del día posterior al asesinato decía eso literalmente. Así que esos altos cargos tenían dos opciones: o creérselo o pillar la rebequita e irse al gulag. Por cierto, esa fue la primera teoría conspiranoica; la segunda, que había sido Castro y la difundió un grupo de anticastristas financiados por la CIA (es el origen de la ‘conexión mexicana’).
7.- El FBI lo sabía: El FBI estaba al tanto de la amenaza para matar a Oswald rezaba un artículo de El Mundo. Mientras Oswald estaba detenido y bajo custodia de la policía, un alegrías llamó al FBI en Dallas diciendo que era miembro de un comité para asesinarle. El Bureau llamó inmediatamente para que se le diera la “adecuada protección” pero, según escribió su director J. Edgar Hoover, “no se hizo”. Eso no quiere decir que no se le diera protección sino que no fue “adecuada” (lo cual es indiscutible ya que lo mataron). ¿Qué valor tiene esa llamada? Ninguno. Seguramente era uno de los cientos de chalados que pululaban por Dallas, de los que Jack Ruby (el que mató a Oswald) fue el más notorio. Según la conspiranoia más extendida, el FBI formó parte del complot, así que no tenía mucho sentido que uno de los suyos llamara para avisarles. De hecho, con dar un grito en el pasillo le hubiera bastado. ¿Y si ese hombre decía la verdad cierta? Estaríamos ante un asesino que avisó para que se lo pusieran más difícil. Igual se quería pasar la misión en modo experto. Otro sinsentido. Dicho esto, la aparición de espontáneos en este tipo de casos es un clásico. En la oficina de Jim Garrison (el fiscal que interpretó Kevin Costner en JFK) se plantó un tío vestido con una sábana diciendo que era Julio César y que quería ayudar. Por la edad debieron sospechar que no era el auténtico. Casos más conocidos son el del informante del FBI que dijo que Hitler y señora se habían ido a Argentina en submarino o el llamado Mermorandum Guy Hottel, sobre otro que dijo que la fuerza aérea había recuperado un ovni en Roswell. No hay conspiranoia en la que no aparezcan varios de estos espontáneos. En todo caso, si es cierto que había un comité para matar a Oswald, el documento demuestra que el FBI se tomó en serio la amenaza e intentó evitarla. Si el documento beneficiaba al FBI ¿por qué estaba clasificado y no se aireó hace tiempo para demostrar que no formaban parte del complot? Porque como carece de valor estaría perdido.
8.- ‘Otra pistola humeante’: En algún blog conspiranoico se están aferrando a la declaración de Oren F. Potito ante el FBI, en la que aseguraba que Oswald y Ruby eran miembros del Partido Comunista (falso en ambos casos) y que planearon el crimen juntos, igual que baila el mar con los delfines. El reverendo Potito, editor del National Christian Publishers, era un ultraderechista que decía que los judíos no deberían poder ocupar cargos públicos y su presunta ‘declaración’ ni existe, es el testimonio de una tercera persona no identificada que dice que se lo oyó contar en una cena en Florida. Esta fuente aporta como prueba que el religioso aseguró que solo dos organizaciones conocían la ruta que iba a seguir la comitiva de Kennedy. En realidad, el recorrido había salido publicada en todos los periódicos de la ciudad. No hay más preguntas. El documento no se hizo público porque no aportaba nada, como tantos otros.
9.- Kit de ayuda para misteriodistas: Para los periodistas que quieren seguir manteniendo el misterio, el chollo se les va acabar si se desclasifican esos 300 documentos que faltan. Lo que no podrán decir es que hay otros que no conocemos, porque en los más de 300.000 que han ido saliendo a la luz no hay alusión a ningún otro. Pero que no desfallezcan, que aquí estoy yo para echarles una mano. En las cloacas del estado siempre se movió como pez en el agua un tipo al que hasta la ratas trataban de usted: el señor Frank Sturgis, uno de los ladrones que entró en el hotel Watergate y que también participó en el caso Irán-Contra. El expediente que guarda de él el FBI incluye 75.253 páginas (el doble de las que tiene sobre el caso JFK y el Watergate). Un figura. Por supuesto, también está relacionado con el asesinato de Kennedy y es muy posible que trabajara para la CIA. Así, cuando se desclasifiquen los documentos que faltan, los misteriodistas siempre podrán decir que la clave del caso es Sturgis y seguir mareando la perdiz durante unos años mas. Les regalo el dato, me pueden plagiar sin citarme (lo digo para que no traicionen su forma habitual de trabajar).
10.- Conclusión: Oswald asesinó a JFK sin ayuda de nadie y tomó la decisión apenas 24 horas antes (aunque la llevaba barruntando varios días). Jack Ruby, ni eso. Probablemente mató a Oswald en un arrebato cuando lo vio en el sótano de la central de policía de Dallas. Esto es lo que pasó. Y no lo digo yo —por mí como si murió de viejo— lo dice gente como Rex Bradford, el director de la Mary Ferrell Foundation y uno de los mayores expertos del mundo sobre el tema, quien aseguró hace tiempo que “personalmente, he abandonado la caza de una smoking gun”. Y ya pueden seguir desclasificando que las cosas tienen pocos visos de poder cambiar.
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