Imprescindibles y menospreciados: ser figurante, mucho más que ‘salir de fondo’ en una película
VALÈNCIA. Superviviente de un ataque alienígena. Solemne paseante decimonónico. Vendedor de encurtidos del Mercat Central. Viajero misterioso. Parroquiano del bar de la esquina. Ejercer como figurante en series, anuncios y películas permite vivir muchas vidas, pero exige también sumergirse en extensas jornadas laborales a cambio de un salario minúsculo. Imprecisas figuras al fondo de la escena, pocos reparan en estos personajes sin voz, pero su participación resulta indispensable para dar credibilidad al metraje, llenarlo de vida y lograr que el espectador acepte ese pacto a ciegas con la ficción audiovisual. Sin ellos, todo sería un páramo deshabitado. El boom de rodajes experimentado últimamente en el territorio valenciano está disparando también el trabajo en este campo. Algunos lo ven como una actividad complementaria a su empleo principal, para otros es su única profesión y también hay quien lo asume como una forma de introducirse en la jungla del arte dramático. Hablamos con intérpretes y agencias de casting para conocer de cerca un oficio tan imprescindible en la industria fílmica como poco reconocido.
“Empecé hace unos dos años. Estudié doblaje y locución, pero me encontré con la figuración”, explica Sol Barrado, que ha formado parte de producciones como El Desentierro, 75 días, Vivir dos veces, El Embarcadero o La Vall. Su objetivo es consolidarse como actriz, sin embargo, hasta lograr dicha estabilidad, estas pequeñas intervenciones, además de experiencia, le aportan una ayuda económica, “al fin y al cabo, hay que trabajar. Si me sale lo hago, pero no es hacia donde me quiero encauzar”.
En ocasiones, la convocatoria es muy abierta, “y tiene cabida casi cualquier persona”, pero en otras, se especifican unas características imprescindibles, “ahora, por ejemplo, se está rodando mucha producción de época, para eso demandan gente que no lleve el pelo teñido. Si no cumples eso, automáticamente te descartan”, señala Barrado. Claro, sería complicado que en una escena medieval aparecieran campesinos con mechas rosas. “Aquí la palabra clave es ‘perfil’- apunta la actriz- que seas lo que ellos busquen”.
En el caso de El Desentierro, uno de los films made in València de los que más se está hablando últimamente, se realizó un casting en Sueca para fichar a vecinos de la localidad, ya que Nacho Ruipérez, el director, “quería que la figuración fuera lo más realista posible. Así que se presentaron muchos residentes que no habían hecho cine jamás, pero les apetecía probar. También contamos con otros figurantes que se dedican a ello de forma habitual”, explica Mari Carmen Redondo, responsable de la figuración en este largometraje, que contó con 600 de estos trabajadores. Además, también aquí se marcaban unas características específicas “aunque esos individuos estuvieran de fondo o incluso salieran desenfocados”.
Otro criterio de selección es la variedad de físicos: “a lo mejor tenemos ya a cuatro personas rubias, así que tenemos que incluir a gente de pelo castaño porque la mezcla queda más auténtica”. A veces el guion demanda que estos personajes que ambientan la película cumplan características más concretas: “rodamos una escena en un club de alterne y necesitábamos chicas muy jóvenes y de diferentes nacionalidades para tener un reflejo de lo que sería la realidad de un local así”, señala Redondo.
Arquitecto de profesión, Andrés Torres se adentró en este mundillo “por casualidad” y cumpliendo una de esas fábulas icónicas de Hollywood: en 2003 acompañó a su hija al casting de almodovariana La mala de educación. “Me animaron a que me apuntara yo también. Al final, me cogieron a mí y a ella no. A partir de ahí, como soy bastante cinéfilo, empecé a presentarme a otras convocatorias y he participado en mucho de lo que se ha rodado en València en los últimos 15 años”, señala. El suyo es uno de esos casos de quienes combinan una profesión ajena al audiovisual con los cameos cinematográficos por placer y curiosidad, “como tengo mi despacho de arquitectura consigo arreglarme los horarios. Me gusta descubrir los entresijos de las filmaciones”. De cualquier forma, reconoce que su caso es muy distinto del de “la gente que lo hace por necesidad, porque son los únicos ingresos que va a tener durante la semana”.
Una vez citados en el set, a los novatos en el séptimo arte “se les explica cómo funciona un rodaje y se suelen organizar por grupos para hacer cruces, es decir, hacer que los figurantes paseen por el fondo de la escena para que haya movimiento”, apunta Redondo. Una vez entrados en harina, se les proporcionan las directrices concretas sobre su papel en la secuencia: dónde tienen que colocarse, qué acciones deben realizar… “Sobre todo, se insiste en que aunque se repita una toma 50 veces deben hacer lo mismo”. Esta reiteración inacabable de movimientos y gestos a lo largo de una maratoniana jornada podría resultar desesperante, sin embargo, como apunta Redondo, “quienes nunca han participado en un rodaje lo encuentran exótico y atractivo, algo fuera de la rutina. Y si eres un profesional ya sabes a lo que vas. Creo que todos alguna vez en la vida nos hemos planteado que nos gustaría salir de extras en una película”. La gran tragedia llega cuando al visionar el producto final descubren que en la sala de montaje se ha eliminado su escena, “entonces se llevan una enorme decepción”.
“A mí me ha servido mucho para aprender sobre la actuación”, apunta Álex Franco, instructor de artes marciales, especialista de cine e intérprete curtido en el mundo de la figuración gracias a series como El Barco, Aída, Rabia o Con el culo al aire. Participar como extra en rodajes fue su manera de coger experiencia y conocer de cerca el funcionamiento del sector. Aun así, advierte a posibles aspirantes: “o te gusta o no vuelves nunca más, porque estás repitiendo una escena 20.000 veces y si no te apasiona, acaba pareciéndote una pesadilla”.
Tras años de turbias condiciones laborales, finalmente en 2017 se firmó el primer convenio estatal de figuración acordado entre los sindicatos y la Confederación de Asociaciones de Productores Audiovisuales de España (FAPAE). Pero la remuneración garantizada ahora tampoco es para empezar a descorchar botellas de champagne como si no hubiera un mañana: según el documento, el salario durante 2018 debía ser de 45 euros brutos por jornada trabajada (con alta en la seguridad social, al menos). Un importe no precisamente esplendoroso, sobre todo si tenemos en cuenta que a menudo son los propios empleados quienes deben sufragar el desplazamiento hasta el lugar de rodaje.
Y es que, en el complejo engranaje de la industria audiovisual, estos personajes en los que casi nadie repara siguen siendo considerados el escalón más bajo del proceso fílmico, “el último eslabón”, apunta Franco. Este menosprecio no solamente abarca el asunto monetario (esencial para poder llenar la nevera y no alimentarse de serrín) sino también el trato recibido por parte de las productoras. “Pagan una miseria, pero además a veces te tienen en muy malas condiciones. Hace poco estuve en un rodaje en el que para cenar nos dieron medio bocadillo de jamón york y tuvimos que soportar un frío horrible”, critica Torres.
En este sentido, Barrado señala el gran contraste que ha sentido entre unas producciones y otras “he vivido experiencias buenísimas en cuanto al trato, pero otras no tanto. A veces la comida que te proporcionan durante el rodaje es realmente penosa, cuando se supone que debemos tener la misma alimentación que el resto del equipo técnico. Nuestra situación ha mejorado bastante, pero queda mucho recorrer. Actualmente desde los sindicatos de figuración se está luchando por conseguir los 80 euros diarios”, indica. La precariedad dentro de la precariedad en un bucle infinito de incertidumbre y salarios paupérrimos. Frente al glamour que destila el celuloide, los figurantes siguen combatiendo para mejorar su calidad de vida céntimo a céntimo.
“A veces son muy desconsiderados con nosotros, pero al final yo lo sigo haciendo porque me gusta”, señala Torres. La vocación, esa maldición todopoderosa. “Hay situaciones que me parecen vergonzosas, aunque depende mucho de la empresa que lleve el rodaje y sus recursos. Se aprovechan de que los figurantes van a estar ahí disponibles toda la jornada. Además, se trata de encargos que no tienen continuidad y, para poder dedicarte a ello, debes tener bastante flexibilidad y disponibilidad de horarios”, señala Amparo Oltra responsable de la empresa de cástings Bestreta junto a Melania Rodríguez. En resumen, si por el lóbulo frontal del lector cruza veloz el interrogante “¿Se puede vivir dignamente de ser figurante?”, parece que, de momento, la respuesta sigue siendo que quizás, pero con muchas dificultades.
Interior, noche. Sí, en una escena intimista rodada en la cocina, obviamente no es necesaria la figuración. Pero en cualquier plano que incluya multitudes o trate de reproducir espacios de socialización, la figura de esos elementos ‘de fondo’ se vuelve imprescindible para darle verosimilitud a la secuencia. Es su actuación discreta y silenciosa la responsable de conseguir esa falsa naturalidad que exige a gritos el guion. Al fin y al cabo, cualquier plano de una gran ciudad desierta adquiriría tintes de drama postapocalíptico. “Si no fuera por la figuración, no existiría esa escena, sería absurda, plana, sosa…Imagina una cafetería vacía…”, señala Barrado. Mantener esa atmósfera de aparente normalidad no es tan sencillo: “a lo mejor tenemos que cruzar una calle, pasar por detrás de un personaje o quitarnos una chaqueta… Eso no es al azar, está muy controlado”. Nada de hacer de bulto en un rincón del plano, ser figurante consiste más bien en bombear la sangre que necesita un filme para no parecer una pantomima inerte y acartonada.
Claro, intervenir fugazmente en una película probablemente resulte un plan fascinante para todos aquellos que frecuentan como espectadores las salas de butacas, al fin y al cabo, supone colocarse al otro lado de la pantalla por unos segundos, ser parte de ese universo luminoso del celuloide. La realidad, como sucede casi siempre que rascas bajo la superficie del oropel, resulta mucho más prosaica: “hay gente que me dice que haría de figurante un rato, pero no se trata de estar cinco minutos y luego salir en la tele”, apunta Barrado. Y es que, en su opinión, se trata de un trabajo “no está suficientemente reconocido por la sociedad. Desde fuera, muchas veces no se entiende como una profesión real”.
Álex Franco gestiona junto a Voro Olmos el grupo de Facebook Actores, actrices y figurantes en Valencia, en el que comparten anuncios de castings. Eso sí, solamente publican las convocatorias que garanticen una remuneración para los trabajadores, “a no ser que se trate de un proyecto de estudiantes. Si buscas lucrarte tienes que pagar a los empleados”, apunta Franco. No en vano, en el mundo de la figuración todavía son frecuentes las iniciativas que tratan de conseguir participación de forma gratuita, “sobre todo en videoclips”.
Durante el pasado trimestre, Bestreta fue la responsable de seleccionar a los 1000 figurantes que aparecieron en el filme El silencio del pantano, “fue bastante complicado encontrar a tanta gente. Además, hizo muy mal tiempo y se cambiaron algunos días de rodaje por lo que figurantes que sí podían en unas fechas, ya no podían en las siguientes y había que buscar reemplazos”. En este sentido, Oltra se muestra rotunda: “En València todavía no hay mucha gente que se dedique profesionalmente a la figuración. Tras el parón de los últimos años, es ahora cuando las producciones audiovisuales se están reactivando así que la cuestión de los figurantes todavía no está tan asentada como en Madrid”. Eso sí, todos los consultados coinciden en la ebullición que vive actualmente el panorama de rodajes en nuestro territorio, “por una parte está À Punt, pero también hay productores de otros lugares que han venido aquí a grabar”, sostiene Barrado. “Hay mucho más movimiento, se ha notado muchísimo el cambio. Hay un incremento tanto en películas como en series. Se ha abierto el mercado y ahora puede entrar gente nueva”, añade Franco.
Probablemente jamás llegue usted a conocer el nombre de ese transeúnte que aparece de fondo en la escena final de su película favorita. Sin embargo, ese tipo anónimo y los compañeros que le rodean son los que han conseguido, con su mera presencia, alzar un puñado de fotogramas hasta el pedestal de obras que le dejan sin aliento. No sea rancio y dele las gracias la próxima vez que revisite la cinta, haga el favor.