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el joven turco / OPINIÓN

Alegrarse de la alegría

Foto: JORGE GIL/EP
3/01/2022 - 

No soy original, ni lo pretendo. Me pasa como con la neutralidad, ni la busco, ni la conseguiría y por eso, sólo intento ser honesto. Como tantísimos otros no me resisto a caer en el tópico y hablar del año que empieza.

Lo hago porque entre la España que es y la España que quisieran que fuera hay siempre un abismo de progreso, pero, sobre todo, de alegría. Es cierto que ha caído sobre nosotros un 2020 aciago, un 2021 en el que no ha acabado de acabarse la pandemia, pero cuando preguntan en la encuesta de Gallup y Sigma Dos a los españoles y españolas seguimos siendo los más optimistas de Europa.

De hecho, cuando hacía ese ejercicio anual de elegir como felicitar las fiestas escogí unos versos de Luís García Montero. Un poeta cuya entrevista hace unos días a cargo de José Luis Sastre fue una elegante defensa de lo que es de todos. Una reivindicación de la institución frente a las simpatías ideológicas. Que tras el dantesco espectáculo que ha dado el Ayuntamiento de Madrid al negar, hasta la necesidad de sus gobernantes, el nombramiento de Almudena Grandes como hija predilecta, respondió que nadie se acuerda de esos políticos que también negaron el homenaje a Lorca, pero nadie se olvida del poeta.

Escribía Montero ‘sonríe la memoria cuando parece amiga del equipo contrario’ y, aunque sin tener nada que ver el motivo de ese poema con la covid, me parecía que expresaba perfectamente el como nos aproximábamos a la navidad. Nostálgicos de un futuro donde no de miedo sentarse con tu abuela a la mesa, darle un beso a tu ‘iaio’ o simplemente juntarte con la familia que eliges sin temor a confinarte después.

Sonreía la memoria, pero ahora que se aproxima el 2022 y veo los resultados de esa encuesta creo que se vuelven a hacer buenos, una vez más, los versos de Machado cuando escribió ‘esta España que se agita, porque nace y resucita’.

El cansancio, que lo hay y mucho, no implica la desesperanza.

Al contrario. Vamos a 2022 con el convencimiento de que vienen tiempos mejores y vendrán, para desgracia de quienes querrían vivir del fracaso colectivo. De esa desesperanza, que es un mal tan occidental porque la felicidad crece en el mundo especialmente por aquellos que tienen claro que sus generaciones anteriores no vivieron mejor que ellos. Vencer la desesperanza es en los países más desarrollados el horizonte más progresista. Defender la alegría es hoy revolucionario, porque la involución quiere subirse a los lomos de la incertidumbre y de la angustia. Bien decía Max Aub que el pesimismo es siempre reaccionario.

Y algo me hace pensar que cuando las cosas vayan mejor, remita la pandemia, salgamos de ésta habrá quienes pierdan las formas.

Hay quienes prefieren el ruido y querrían vivir en una sociedad polarizante. Lo vimos de cerca el otro día en el pleno del Ayuntamiento de València que aprobaba los presupuestos municipales, siendo una de las primeras ciudades que lo consigue un año más. En ese contexto la portavoz de la oposición me espetó un ‘cierra el pico’, por reivindicar que la foto actual era de una ciudad mejor que la de hace años. Que esta ciudad está orgullosa de muchas cosas, entre ellas de la honradez. Que tiene el pico abierto y las manos limpias.

Tenemos muchas razones para el optimismo. Con el 95% de la población vacunada, un virus que parece que se hace menos peligroso, una economía que mejora y ya supera el récord histórico de personas trabajando. Con una reforma laboral pactada por primera vez entre sindicatos y empresarios para recuperar derechos o siendo el primer país en recibir los fondos europeos para transformar nuestra realidad en el postcovid. Hay muchos retos pendientes, pero la realidad se aleja cada vez más de los agoreros.

Ojalá unos pocos hayan de recitar ‘el aguacero amaina... Vámonos, pues’. Que, aunque sea se vayan de sus actitudes, porque la mayoría nos alegraremos de la alegría.

Para este 2022 tengo más ganas que deseos.

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