Los últimos casos de supuesto espionaje a políticos españoles, empezando por el presidente del gobierno, han acabado como todo en España: con una destitución, en este caso la directora del Centro Nacional de Inteligencia.
La situación es habitual en el mundo del fútbol, cuando las cosas van mal suelen destituir al entrenador del equipo, siempre tras haber declarado públicamente que contaba con la confianza del presidente y la junta directiva. Una especie de sentencia oculta pues se dice lo opuesto de lo que se piensa y se va a ejecutar. En política suele ocurrir algo parecido, cuando salta una polémica que afecta a algún cargo público, sale un compañero de partido a decir que cuenta con el respaldo de la dirección nacional o regional, también suele declarar el afectado que él pone su cargo a disposición del partido y tras unas horas suele acabar el asunto en dimisión forzada o destitución.
Las noticias que salieron hace unos días, nos informaban sobre un supuesto asunto de espionaje, de escuchas a través de un programa israelí, a los líderes del nacionalismo catalán. Rápidamente éstos se alzaron indignados para simbolizar de manera llamativa su ofensa y cabreo por algo que como manifestaron algunos diputados, parecía totalmente lógico, es decir, que un estado y su aparato de inteligencia y seguridad, trabajen para protegerse de ataques como los que continuamente pregonan desde los partidos independentistas y que ya vimos en su día que iban en serio, con el malogrado y lamentable referéndum ilegal.
Como siempre, las instituciones van cambiando de nombre y con ello de siglas, y nuestro actual CNI -Centro Nacional de Inteligencia- es nuestra herramienta legal e institucional para, tal y como explican en su web: “proporcionar información, estudios y análisis al Gobierno y a su presidente que permitan prevenir y evitar peligros, amenazas o agresiones contra la independencia y la integridad de España.” Parece bastante claro su cometido, y tendría lógica anticiparse a los ataques que cualquier gobierno autonómico pretendiera realizar contra la integridad de España.
Todo esto estropeaba el pacto de Pedro Sánchez con el universo podemita, nacionalista y bilduetarra, resulta que ahora el programa PEGASUS y el CNI habría investigado a todo el mundo, ministros y presidente incluidos. Habría que preguntarse si es verdad, si hubo algún error o quizá si todo tiene sentido, o sea, si pincharon teléfonos de altos cargos porque en su función se preocupan más de agredir a su país que defenderlo y aún quedan hombres buenos en las instituciones del Estado.
Paz Esteban a la calle. Ni la propia ministra Margarita Robles, en una rueda de prensa que los medios tildan de surrealista supo justificar dicho cese, porque cuando los motivos son ideológicos y personales (del presidente del gobierno), es muy difícil justificar con criterios objetivos una destitución así. Tal fue el esperpento que Robles utilizó el verbo sustituir para no pronunciar el que tocaba: destituir.
La cuestión es que, al extender la mancha de sospecha, han podido ejecutar una vez más al responsable de una institución para colocar a otro más afín o maleable, más servil en definitiva que es lo que necesita un líder como Sánchez. Algo que resulta especialmente grave cuando hablamos del CNI, el lugar donde se debe salvaguardar y conocer la información más delicada relativa a la seguridad nacional. El problema es que llevamos demasiado tiempo acostumbrados a que la anormalidad sea la normalidad, y ya nada nos sorprende, nada nos cabrea, nada nos hace reaccionar.
La cantidad de tropelías de esta larga (en gran parte por culpa de los dos años Covid) legislatura, deberían recopilarse y difundirse de manera diaria el mes antes de las próximas elecciones, porque si no los españoles somos dados al olvido, especialmente de lo malo (como todo humano que activa su mecanismo de defensa) y nuestra frágil memoria hace estragos a la hora de evaluar la gestión de nuestros gobernantes y darles o retirarles nuestra confianza. No se me ocurre un cargo más adecuado y merecido para Pedro Sánchez que el de ex presidente del gobierno (aunque el protocolo marca que sigue llamándoseles presidente), pero será una buenísima noticia el día que este jugador de basquet amateur volviera a las canchas y dejara las instituciones del Estado.