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el muro / OPINIÓN

La casa sin barrer

Foto: KIKE TABERNER/ESTRELLA JOVER
27/02/2022 - 

Sucedió. Aquel día de primavera de 1990 el entonces ministro socialista de Cultura, Jorge Semprún, -Federico Sánchez en la clandestinidad- acudía a Valencia para una visita formal invitado por su amigo de “batallas” políticas Ricardo Muñoz Suay quien vivió años durante el franquismo en un doble fondo. Eran compañeros de militancia comunista. El ministro no tenía ese día una gran agenda. Era un gesto personal o de amistad. Ese tipo de visitas formales de refuerzo. Como añadido, una rueda de prensa en el IVAM en la que metió el aguijón a quien entonces era su adversario en el Consejo de Ministros, Alfonso Guerra. Fue el inicio de su “defunción” política.

No sé si fui consciente o productor de una provocación. Aquella mañana un servidor publicaba un reportaje en el que narraba las carencias del Museo de Cerámica González Martí, el centro nacional de arte de mayor proyección turística de Valencia y uno de los más visitados de España. La noticia apareció en primera plana. Era lo mínimo. Denunciaba la situación de un museo que había cerrado ya a los visitantes algunas plantas por problemas estructurales, vejez, pero sobre todo esa plaga de xilófagos -termitas- que se habían ido comiendo las vigas de madera del Palacio del Marqués de Dos Aguas y hacía peligrar su estabilidad. Hasta ese día y pese a las numerosas denuncias periodísticas, nadie había hecho caso alguno. Sin importar el riesgo. Todo había ido con el tiempo a peor.  

El ministro, un tipo de gran capacidad intelectual y mucho carácter, se desayunó a su llegada a Valencia con la noticia. Así que, suspendió parte de su agenda y se presentó en el museo a pie. Al ver el panorama, ordenó su cierre. Habíamos ganado como sociedad una batalla que la política socialista local de aquellos tiempos tenía ignorada. No iba con ellos. Bien es cierto que esa clausura drástica generó que durante casi diez años el museo estuviera cerrado y en obras. Pero al menos se garantizó seguridad y pervivencia de un centro de referencia internacional cuya portada de alabastro de los hermanos Vergara es básica en todo manual de Historia del Arte.

El Museo de Cerámica González Martí. Foto: EVA MÁÑEZ

Fue, en el fondo, una rehabilitación bastante barata, aunque se quedó a medias. Dejaron para una segunda fase la intervención en almacenes y dependencias administrativas, obras que jamás se han realizado pese a las necesidades reales de almacenamiento y modernización. Han transcurrido más de dos décadas mientras el museo aún conserva colas a sus puertas, embelesa con sus salones y su colección, y se mantiene como referencia nacional en su especialidad. Para los menores es como entrar en un mundo de príncipes y princesas por su majestuosidad.

Hace unos pocos días, el actual ministro de Cultura, Miguel Iceta, vino a Valencia. Pero no para conocer nuestra realidad o la de su ministerio en esta ciudad sino para lucir frac en la gala de entrega de los Goya y desaparecer a la carrera. No fue a ver “sus” propiedades en nuestra ciudad, además del González Martí el San Pío V. No, sólo se fue de fiesta. Y eso que en la propia web del Museo Nacional de Cerámica -ahora capadas algunas de sus páginas- se advertía y se advierte que  “algunas salas de la exposición permanente y las exposiciones temporales podrían permanecer cerradas al público algunos días” por carencias en el personal de vigilancia. Como sucede. 

Y eso que la propia web también reconoce que “el espacio “es un museo de titularidad estatal directamente gestionado por la Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio de Cultura y Deporte y tiene como finalidad  “la conservación, investigación y difusión de las cerámicas, artes suntuarias y decorativas que constituyen sus fondos museísticos, el propio inmueble y su contexto cultural, así como la documentación y divulgación de sus fondos y las investigaciones de todo tipo que dan testimonio de nuestra historia y caracterizan las tradiciones técnicas, culturales y estéticas del pasado”. Casi nada. Un problema administrativo impide solucionar las carencias. Todo funciona por turnos que hay que cubrir. O sea, poco serio para un museo nacional al que un ministerio no pone soluciones mientras gasta en aspectos llevaderos.

El San Pío V. Foto: EUROPA PRESS

Lo que más preocupa en estos casos es la ausencia de presión social y política ante circunstancias de esta naturaleza cuando nuestro Ayuntamiento y Generalitat forman parte de su patronato y por ende son responsables directos de su situación o endemia. ¿Para qué queremos un Ministerio de Cultura si no atienden las necesidades básicas de sus centros? ¿Todo esto es serio? Desde el menosprecio del San Pío V a la situación del González Martí. Tenemos autonomía y cierta ocupación dejada de lado. Con lo nacionalistas que se nos ponen a veces algunos/as estas situaciones son producto de la mayor ignorancia.

Eso sí, lucir lo que haga falta. Así nos va. Auténtica “Marca España”. Ministerio de España.

¡Qué dóciles nos hemos vuelto!

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