Escribo estas líneas no desbordada, pero sí medianamente fascinada por este momento histórico tan sorprendentemente irracional de hostilidad futbolera y desquiciada por parte de la siempre fácilmente manipulable chusma mediática que se está viviendo con respecto al tema de la mal llamada Ley Trans que comentaba en otro artículo.
Sacando la visión entomológica, pertinente en estos casos, observo con toda curiosidad el odio y las babas de rabia campando a sus anchas, salpicando e infectando todos los niveles y campos de discusión y confrontación. Y digo discusión y confrontación porque el concepto de diálogo razonado hace ya mucho tiempo que aquí se ha perdido; ni está ni se le espera. Ni en este frente, ni tampoco en ningún otro. Ése es el actual signo de los tiempos.
Querida gente que me seguís, hoy toca día de autobombo. Porque, de vez en cuando, y a partir de ahora, me propongo aprovechar esta pequeña sección que gentilmente me cede nuestro diario Valencia Plaza para referirme a asuntos y avatares que nos puedan ser a todos interesantes sobre nuestro activismo en defensa de los derechos LGTBI.
Tengo que confesar que el evento que la asociación Entendemos LGTBI organiza para el próximo martes, 8 de noviembre, en nuestra querida librería 80 Mundos, hace ya tiempo que estábamos acariciándolo. Tanto por lo que significa, en cuanto a poner un poco de ciencia de la buena y fiable en esto del hecho trans, como también en cuanto a definir una vez más nuestra postura en este tema sobre el que, tanto quienes ejercen ese deporte tan de moda que es el odio ciego contra las personas trans como también una gran parte de quienes se supone que nos pretenden defender de ello, se vuelcan entusiásticamente a diario en proclamar barbaridades.
Parece mentira que, a estas alturas del siglo XXI, haya que seguir recordando algo tan simple: La ciencia no es democrática. La verdad objetiva de los hechos demostrados empíricamente no lo es. La verdad es la verdad y punto. Y es a partir de esa verdad objetiva desde donde se construye el mundo. En nuestro caso, es justo esa máxima la que intentamos aplicar día a día a nuestra lucha por el colectivo LGTBI que, al fin y al cabo, no es otra cosa que luchar por nosotros mismos. No nos interesan los dogmas ideológicos, los chillidos ni las discusiones bizantinas sobre el sexo de los ángeles.
Buscamos siempre ejercer un activismo serio, equilibrado y con los pies en el suelo. Un activismo por las personas basado ante todo en la transmisión y utilización de verdades empíricas y demostrables, porque creemos que, precisamente, en estos tiempos caóticos de enfrentamiento, confusión, ignorancia, demagogia y gallinero, defender la racionalidad y el pensamiento crítico es justo lo que se debe hacer. También porque es lo que muchos no quieren que se haga.
El tema que tratamos no es precisamente insignificante: hablamos de condicionantes biológicos de la identidad de género y del estudio realizado durante quince años a distintos niveles por un equipo científico multidisciplinar encabezado por el profesor Antonio Guillamón, doctor en medicina y catedrático emérito de psicobiología en la UNED. Un estudio que, mediante pruebas empíricas contrastadas, concluye en que la identidad de género en los seres humanos no es ese tan sobado dogma del constructo social que tanto se defiende actualmente desde foros interesados políticamente en perpetuar esta mentira. La identidad de género no está condicionada únicamente por factores sociales y educativos, sino también por una sólida base de condicionantes neurológicos, hormonales y genéticos, una conclusión cuyas ramificaciones y repercusiones ya he diseccionado en escritos anteriores.
Encuadrado en los eventos paralelos a la celebración de la V Edición del festival de cine NosGusTrans (del que hablaré próximamente), este martes, 8 de noviembre, el profesor Antonio Guillamón desvelará los resultados de su estudio sobre la identidad de género, junto a su metodología y conclusiones. Se trata de un importantísimo trabajo en el campo de la psicobiología en el que deja claro que ninguna identidad de género es enfermedad, sentimiento, moda ni capricho, como suelen esgrimir en los últimos tiempos ciertos políticos, “activistas” e intoxicadores mediáticos, todos ellos profesionales del odio de la peor ralea, ética o fiabilidad.
Por mi parte, prefiero no entrar en más detalles. Siempre será mejor escuchar su intervención, ya que además lo ha reflejado con toda perfección en su libro Identidad de género: Una aproximación psicobiológica, que presentará también durante el evento en 80 Mundos. Un libro que no debe faltar en ninguna biblioteca temática sobre género o, simplemente, en la de cualquier persona medianamente interesada por la cultura o la ciencia. Con todo, éste no pretende ser un evento LGTBI. Está dirigido a la curiosidad de todas aquellas personas que sientan un mínimo interés por esos descubrimientos que, día a día, nos desvelan un poco más sobre nuestra más íntima naturaleza y nuestra relación con el mundo que nos rodea.
La metodología de la racionalidad y el pensamiento crítico también debe formar parte de todo activismo y éste debe trabajar sobre los seres humanos, no sobre abstracciones ni plantillas ideológicas. Cierto es que algunos compañeros activistas suelen exhibir como máxima que la biología no es un fin y, en el campo en el que se mueven, es una opinión del todo respetable. La biología nunca debe ser el fin, pero también es verdad que ésta es una parte importantísima del camino para conocernos a nosotros mismos y poder utilizar este conocimiento a nuestro favor.