Este no es el Día de Todos los Santos de toda la vida, sin duda, ahora es el de Halloween. El bombardeo mediático, sobre todo de Estados Unidos, nos han traído nuevas costumbres y formas de ver esta celebración, en la que el miedo se torna festivo. Lo cierto es que, sin renunciar a nuestras tradiciones más ancestrales, creo que no hay nada de malo en asumir otras fiestas siempre que sirvan para hacernos felices, sobre todo a los niños, y afrontar nuestros miedos ancestrales con una visión incluso sarcástica.
Los fantasmas, duendes y ‘psycho killers’ de película con los que los niños se disfrazan hasta les pueden ayudar a no tomarse en serio temas que de verdad sí lo son. Porque, realmente, lo que nos debería dar pánico no son los zombies hechos de harina y ketchup, sino los muertos vivientes que nos gobiernan desde la Generalitat Valenciana. Viven entre nosotros, andan pero sin ningún rumbo fijo y lo único que les interesa es comerle el cerebro a los demás para que se unan a su clan. La descripción perfecta de Ximo Puig, Mónica Oltra y el resto de componentes de un gobierno que quiere convertir la Comunitat Valenciana en un cementerio en el que nadie pueda levantar cabeza.
Lo digo desde la Vega Baja, donde este Consell nos está clavando estacas en el corazón continuamente, como si fuéramos vampiros. De las últimas semanas señalo dos hechos que nos han apuñalado sin piedad: la reversión del Hospital de Torrevieja y el recorte del Trasvase Tajo-Segura.
Sobre el primero, no hay perdón de Dios. Cuando este sectario Consell entró en 2015 ya lo tenía en cartera acabar con un modelo sanitario efectivo, pero le dio igual. Terminó con la concesión del Hospital de la Ribera, en Alzira, donde las cosas han ido de mal a peor. Lo saben los pacientes, los ciudadanos y también los propios gobernantes. Pero les ha dado igual. Eso sí que es monstruoso.
Porque la han vuelto a liar con el Hospital de Torrevieja. Por lo pronto, los profesionales sanitarios que han quedado (porque nos son todos los mismos) van a tener retrasos con las nóminas. Confío en estos profesionales, pero no en sus nuevos gestores, que con los primeros que han incumplido son con los trabajadores. No duden que después irán por los pacientes del centro sanitario con mayor grado de satisfacción de los pacientes en la Comunitat Valenciana.
Y todo ¿por qué? Porque sí. Y punto. Porque en sus mentes está así concebido y no hay vuelta atrás. Son momias ideológicas que no quieren ver que el mundo ha cambiado mientras ellas estaban en el sarcófago de la oposición durante veinte años porque así lo quiso el pueblo. Eso es lo que les duele.
Es la única explicación para todo. Porque sí. Y pienso que así es mejor porque cuando quieren revestir sus vendas con ropajes modernos como la sostenibilidad, por ejemplo. Ese es el (falaz) argumento con el que el Gobierno de Pedro Sánchez con la complicidad del Consell de Puig se van a cargar el Tajo-Segura. Al recorte que desde hace meses ha impuesto el Ministerio de Transición Ecológica de Teresa Ribera (la misma que no es capaz de asegurar el gas de Argelia que necesitamos) se une ahora unos costes de desalación que, en realidad, son de desolación para nuestra agricultura.
El aumento de los costes obligará al aumento de los precios o a que se abandonen los cultivos. Ambas opciones son críticas. La cesta de la compra ya está disparada por el incremento de la energía a industrias y ahora sumar a productos esenciales como frutas y verduras suponen un verdadero problema de salud para la población y no la publicidad de los dulces. Pero, claro, hay que justificar el sueldo del ministro de Consumo, Alberto Garzón.
Un panorama catastrófico en el que nos espera los próximos meses. ¿Y qué hace el Consell? Nada. Sin soluciones, sin ideas y, claro, sin un presupuesto creíble que echarse a la cara. Negociados a última hora entre los socios, tal parece que Ximo le haya hecho la escena del balcón a doña Oltra para que firme estas cuentas. Y que ella haya aceptado porque era lo que tocaba, sin creérselo mucho.
Como ven, todo muy tópico de estas fechas tan terroríficas. Pero con un terror de verdad, por desgracia.