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EL CUDOLET / OPINIÓN

Del Kronen solo queda "La última juerga"

4/01/2020 - 

Los nacidos a mediados de los setenta vampirizamos las noches de los noventa. Los más prematuros quizás desnaturalizaron los ochenta. En la actualidad, los pasivos festeros sufrimos cierta vejez trasnochada. Sacudidos por el adelanto electoral de las hojas del calendario, pecamos de ser fieles espectadores en la llamada a filas al jolgorio nocturno. Ahora, nuestro lugar en el tiempo es otro, lo llaman erróneamente tardeo. Ya cumplimos con el ritual festivo fichando en los atardeceres mediterráneos cuando sin alcanzar la mayoría de edad, añorando el turno de noche, festejábamos con los amigos acudiendo a los templos musicales del sonido. Sin antes apretarnos un buen plato de bravas sacudido por el alioli, mientras jugábamos al durito escampando por el aglomerado de las mesas, la rebosante espuma de las jarras de cerveza. Distrito “10”, Jardines del Real, Woody, Arena, Vanessa entre otros, salones musicales de relumbrón. Hemos vuelto al redil del tiempo en los días dorados de nuestra avanzada juventud. Es decir,  nada, ni nadie ha inventado nada nuevo. Las vanguardias son solo eclipses lunares. 

No existe peor sufrimiento que no aceptar la edad que uno tiene. Por eso algunos, algunas, con todos mis respetos, recurren febrilmente a la intervención quirúrgica o al viejo ensayo en el ropero adoptando un look reservista. Por desgracia, las agujas del reloj no se detienen. Los almanaques se renuevan, baldados de festines, la edad pesa, arrugando los años, afloran vagos prejuicios solo salvados in extremis por una ampolla rejuvenecedoraExceptuando claro está, a los incombustibles, esos viejos rockeros que nunca mueren disfrutando de un portátil desfibrilador que les acompaña durante la vida. No hay mejor fecha que el Nadal para enchufar a la red (eléctrica) el archivado sonido del VHS. Rebobinar los recuerdos con el sano objetivo de reeducarnos en las letras de las perífrasis de una novela. Adaptada al cine, el libro finalista del premio Nadal (1994) celebración aparte, efemérides descorchadas, veinticinco años han llovido desde la salida al mercado editorial de la literaria obra de Historias del Kronen

Regreso al pasado, huyendo del futuro, a la velocidad de la luz de las ocurrentes y fantásticas  aventuras de Michael J. Fox. Era otra etapa más ochentera. Mañas vuelve a tiempo reivindicando la post “literatura de la barra de bar”, de los camaradas, de las pandillas anestesiadas por el Katovit diurno. Mañas vuelve ajustando cuentas con el pasado narrando el presente de una generación que experimentó los noventa. La pluma del escritor madrileño revolucionó el mundo de las letras eclipsando hasta la mismísima vencedora del galardón. Mañas supo con cierto ingenio y mucha maña personalizar en papel el escaparate social de una generación. Los noventa son años de laboratorio, de transformación de una sociedad fronteriza con el cambio de siglo que se adentraba en la Modernidad líquida. Se acercaba el final de la peseta, bendita gloria de aquel billete de cinco mil que duraba una eternidad. 

Bebimos de las letras de Mañas en pleno estrecho de la adolescencia. Prestamos atención a una primerísima y efervescente generación literaria liderada por Ray Loriga, Lucía Etxebarria, Juan Manuel de la Prada, Nick Hornby, entre otros. De un aguerrido séptimo arte. Las pantallas saldaban cuentas con los jóvenes espectadores destapando un cine con violentas escenas contaminadas por las hazañas de los personajes de  Trainspotting, Pulp Fiction, Full Monty… El retrato de una juventud marcada por la titulitis universitaria, la Formación Profesional, la lacra del paro, la Barcelona Olímpica, la fuga de Roldán, la implantación de los Seven Eleven, las Snuff Movies. Asustados por el triple asesinato de las niñas de Alcàsser, y con fin de ciclo del gobierno socialista…Escenas grabadas en un marco histórico dañado por una cruel guerra librada en el corazón de Europa en la que los americanos tuvieron que poner orden.

Asediado por un estilismo pisotón de las uniformadas patrullas, tribus urbanas, familias tribales que engalanaban las calles de consignas políticas y musicales, leí las Historias del Kronen en un par de horas. Anteriormente había sido seducido por la literatura de Héroes, del desenchufado tecnológicamente Ray Loriga hasta su Rendición, al conseguir el Premio Alfaguara del 2017. Los noventa son mi generación. Una etapa que pone punto y final a la fotografía analógica, bautizando el nacimiento del actual opio del entretenimiento, la Play Station ¡benditos pulgares! y revelando el carrete de la inmadurez disfrazada de una supuesta madurez. A pocos días de celebrarse el mágico día por excelencia de los niños, no estaría mal incluir en la perfumada y preciada carta real La última juerga (estos días supuestamente han dado para muchas). Conectaremos con una época carbonizada por el incesante taconeo del tiempo. Estoy seguro que tanto el estómago cómo el hígado lo agradecerán. 

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