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ofendidita / OPINIÓN

Después de la risa, la nada

20/02/2022 - 

Imaginemos que una chupatintas cualquiera tuviese que escribir un artículo de opinión en la misma semana en la que un partido político estuviera retransmitiendo en directo cómo se apuñala a sí mismo por la espalda con el frenesí de un contorsionista sadomasoquista. En un primer momento, esta gacetillera brincaría gozosa ante el espectáculo verbenero de traiciones cutres, complots fallidos y detectives de pacotilla que harían revolverse en su tumba a Dashiell Hammett. Sin embargo, tras unos cuantos días de altos cargos peleándose a navaja como chimpancés borrachos en el parking de un Carrefour la dicha daría paso al aturdimiento. No por ver cómo se degradan las instituciones y se revuelca la política patria por el barro cual puerquito en cochiquera, no, sino por el inabarcable alud de declaraciones, últimas horas, giros de guion, nuevas averiguaciones, memes, apostillas, análisis estratégicos, dictámenes de especialistas, tuits graciosos, tuits solemnes, comunicados oficiales, notas de prensa, comparecencias y otras hierbas del estilo (hiperventila). 

Hace apenas cinco días desde que el Partido Popular empezó su inmolación (guerra Casado-Ayuso mediante) y una ya no puede más con tanta intensidad comunicativa y tanto melodrama entre cargos políticos diversos. Parece imposible no sentirse algo sobrepasada ante la avalancha de informaciones candentes y chascarrillos que se van amontonando, que luchan por ser la novedad más novedosa en el mercado mediático de novedades. Un flujo de palabras enmarañadas veloz y despiadado, que todo lo arrolla, que no se detiene hasta que te arrastra a los barrancos de la histeria periodística.

Porque una vez has entrado en ese vórtice de titulares ya no hay vuelta atrás: quieres enterarte de todo, absorberlo todo, echar un vistazo a todo los memes. Hasta que acabas empachada, ahogada en opiniones ajenas, en hilos interminables, en minutos y resultados que tiene más de lo primero que de lo segundo. Actualizas Twitter como una posesa, ya no sabes qué has pensado tú, qué has leído, qué es original y qué es un refrito de posturas ajenas. Pero el ser humano no está preparado para funcionar por acumulación, así que una sobredosis de datos y ocurrencias solo puede llevarte a la parálisis por saturación. Y, en las jornadas posteriores, a una resaca emocional que ríete tú de las secuelas que dejó en nuestras almas el Benidormfest.

Que sí, que sí. Que nuestro zeitgeist tiene orejas de trote vertiginoso e incesante, que ya llevamos tatuado el carruseldeporitivismo como mantra, pitiditos de ronda informativa, un pactómetro en cada cerebelo. Pero haber asumido que la actualidad nos conduce a volantazo limpio no anestesia la sensación de volatilidad constante. Si pestañeas te lo pierdes, si no pestañeas acabas con el ojo seco y sierva del colirio y el diazepam.

Foto: DAVID MUDARRA/EFE

El FOMO o Fear Of Missing Out es un simpático término anglosajón para describir la sensación tan contemporánea de estar perdiéndote acontecimientos importantes, de no estar en el momento y en el lugar donde pasan las cosas y, como consecuencia, la necesidad de estar conectada 24/7. Y oigan, esta conjura telenovelesca a la ya se está llamando Pasión de Genoveses no ayuda a nuestra estabilidad emocional. Así no se puede vivir, deberíamos designar una semana de folletín político al mes y el resto poder dedicar nuestras energías a otros asuntos (como ordenar armarios o intentar que el fascismo no nos coma los dedos de los pies, por ejemplo).

Y aquí llega doña vinagres a aguar la fiesta. Dos lobos habitan en mí. Uno vive para estos salseos mamarrachos en los estamentos públicos. Cuanto más patético y hortera, mejor. El otro alberga una sensación agridulce en el pecho: muy divertido todo, muy ingeniosos nuestros chistes, pero el telón de fondo es que manejamos una calidad democrática de gama baja de Aliexpress y que mientras miles de ancianos morían sin ser atendidos y navegábamos la angustia atrapados en pisos de alquileres delirantes, el chanchullismo danzaba por ahí sin control. LOL.

Mira que yo gozo como la que más con un buen esperpento gubernamental, pero, ¿en qué se traduce tanto festival comunicativo más allá del divertimento? ¿Es posible pasar de la cuchufleta a la articulación de una respuesta crítica colectiva? Si yo fuera una joven pizpireta con una maleta cargada de sueños y no una señora que ha empezado a usar hidratante con retinol pensaría que este jolgorio es solo una primera fase para construir confrontación desde la alegría. Pero, chica, es que ya es una rutina recurrente: ola de escándalo, pasmo generalizado, carcajadas descacharrantes, competición por ser el más sesudo, el más ocurrente, el más incisivo… y fin. En unos días, a esperar la siguiente dosis de breaking news a quemarropa para recomenzar el ciclo.

Al mismo tiempo, qué horror ser el tipo cenizo que va regañando al vecindario por echarse unas risas a costa de una buena intriga palaciega. Por lo menos, de lo grotesco conocemos los códigos, sabemos sus formas y contornos. El problema no es la risa, sino que, por el momento, después de ella llega la nada. 

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