El nuevo conseller de Cultura José Antonio Rovira ha mimetizado las mismas proclamas que su antecesor, Vicente Barreda (Vox), en el sentido de que "vamos a eliminar la ideología de la cultura". Lo escribí entonces y lo repito ahora porque no sé exactamente de qué va el asunto. La Cultura (con mayúsculas) para ser considerada como tal tiende a reinterpretar la realidad, a embellecerla, a brutalizarla también, a agitar mentes y conciencias, a contribuir a las reflexiones más profundas e íntimas del ser humano, a hacernos más críticos y libres... a tantísimas cosas que es imposible acotarlas en un mero análisis periodístico. Todos los grandes de La Cultura operaban con distintas variables ideológicas, desde Velázquez a Goya, desde Quevedo a Pérez Galdós, desde Molière a Jean Genet, desde Sorolla a Joan Miró. Desde José Luis Sáenz de Heredia a Pedro Almodóvar. Desde Agustín de Foixá (estoy releyendo Madrid de corte a checa) hasta Muñoz Molina, que lo leo siempre que puedo en El País. Hasta las zarzuelas, incluidas sus reinterpretaciones más contemporáneas, emanan ideología entendida ésta como una especie de cosmovisión del mundo.
Yo entiendo perfectamente lo que quiere decir el conseller: lo que no quiere es que la Conselleria de Cultura y todas las instituciones que regenta o en las que colabora no se conviertan en un nido de gentes woke que en su vida votaría al Partido Popular. Incluidos algunos personajes que se regodean y acotan la cultura única y exclusivamente al ámbito "progre". Rovira no quiere "rojos" redomados que le hagan la cama y que chupen del bote a costa de las subvenciones o de puestazos de directores y gerentes de museos, centros de artes escénicas y todo lo relacionado con la producción de cultura contemporánea en general. Lo digo con ironía para que nos entendamos todos.
Vicente Barreda ya llevó a cabo una limpieza general quitándose de en medio a José Luis Pérez Pont del Centro del Carmen y a Nuria Enguita del IVAM (la vacante se está gestionando ahora por concurso). Prácticamente el ex conseller torero, y ex vicepresidente del Consell de la Generalitat hizo tabla rasa en el escaso año en el que ha estado al frente del departamento. Por lo tanto, Rovira tiene las manos libres para ocupar vacantes que sean de su agrado y conveniencia: nada que objetar, está en su pleno derecho. Pero no entiendo sinceramente la necesidad de vociferar lo de eliminar la ideología: hay gente templada y muy válida para ocupar puestos relevantes: y seguro que programan producciones rompedoras, de rompe y rasga. Eso ocurre en Madrid donde el PP gobierna tanto en la Comunidad (Ayuso) como en el Ayuntamiento (Almeida): Teatros del Canal o las Naves del Matadero, dos focos esenciales de exhibición y producción contemporáneas.
Solo me viene a la cabeza un lema: 'Laisser faire, laisser passer'. Es decir, tranquilidad y buenos alimentos.
La presidenta de Les Corts, Llanos Massó (Vox), se reivindica en su puesto pese a la reciente y sonada ruptura entre la formación ultra y el PP. El deseo indisimulado del PP pasa por la renuncia de la segunda autoridad política de la Comunitat Valenciana para que ese puesto lo ocupe, obviamente, alguien del PP. Pero parece ser que doña Massó, diplomada en Ciencias Religiosas, no se va ni con salfumán.
Esgrime dos argumentos a cual más peregrino: 1) Que Santiago Abascal no se lo ha pedido. 2) Que la Presidencia de las Cortes no interfiere en las decisiones del Gobierno autonómico. El líder supremo de Vox pidió una ruptura total en las cinco comunidades autónomas en las que había pactos de gobierno con el PP. Total. Ya son ganas de cogérsela con papel de fumar para hacer deslinde ahí con los presidentes de los parlamentos regionales (que, por cierto, son los que más cobran).
Puede que a Carlos Mazón le interese la permanencia de Massó aunque le escueza: la Presidencia de Les Corts sería en este contexto un gesto de entendimiento con la derecha extrema a la que necesita para seguir conformando una mayoría absoluta en Les Corts. Yo tengo la intuición de que pasado el estío, pasados unos meses, el grupo parlamentario de Vox se va a poner muy rebelde (con o sin causa) y que el PP va a tener que sudar sangre, sudor y lágrimas para aprobar algunas leyes y decretos salvo que abra el abanico de pactos al PSPV-PSOE y a Compromís (ha ocurrido en el Ayuntamiento de Alicante, con una pinza PP/Compromís para la aprobación de una ordenanza).
La prueba del algodón va a ser la nueva legislación que pretende el PP para ordenar la franja-litoral, cargándose el Pativel de un plumazo. Entre otras muchas cosas, se reducen de 500 a 200 metros la distancia para edificaciones de usos terciarios, hoteleros básicamente; y en algunos casos, no a voleo. Si PP se alía con Vox en el empeño de la reforma los ánimos de PSPV-PSOE se van a crispar; no digamos ya los de Compromís... qué tremenda encrucijada. El Pativel, Plan de Acción Territorial de la Infraestructura Verde del Litoral, una de las actuaciones estelares del anterior Consell, el del Botànic. Se atisba un choque de trenes: la izquierda sacará a pasear toda su artillería retórica, "vuelta al desarrollismo salvaje": sin piedad y sin matices.