VALÈNCIA. Algunas personas llevaban esperando este momento toda su vida, como es el caso de Amparo Orts Granell. Actualmente tiene 86 años y, pese a que se quedó sin su padre con 5 años, nunca imaginó que en su vejez tocaría, literalmente, los restos de su padre, José Orts Alberto, que fue fusilado el 23 de octubre de 1940 a manos del régimen franquista por ser concejal de Meliana durante la República. Ahora, más de ocho décadas después, sus restos ya descansan donde su familia quería, fuera de una fosa común, al igual que otros cuatro cuerpos enterrados en la fosa 120 de Paterna, que fueron entregados a sus familiares la semana pasada en un acto íntimo.
"Mamá, lo hemos conseguido". Esto fue lo que le dijo una de sus hijas a Amparo en el acto, a quien, según cuentan, le ha cambiado la cara desde el evento. De hecho, fueron sus tres hijas -Asun, Amparo y Carmen- las que en 2016 iniciaron todo el proceso para formar una asociación de la fosa y así poder pedir las subvenciones y ayudas necesarias para conseguir lo que ya es una realidad: que los restos de su abuelo y los de los demás enterrados en la 120 descansaran junto a sus otros familiares. Poco a poco fueron uniéndose más personas a la agrupación, ya que la mayoría de represaliados era de Meliana y casi todos sus descendientes se conocían. Ahora son nueve familias, aunque no descartan encontrar a más, ya que son 17 los cuerpos que había enterrados en la fosa.
No obstante, al principio creían que estaban los restos de trece personas, ya que era lo que constaba en el registro civil. Por ahora, las pruebas de ADN solo han conseguido confirmar la identidad de cinco de las víctimas aunque, como ha explicado Álex Calpe, codirector de la exhumación llevada a cabo por ArqueoAntro, "todavía están en proceso de identificación tres cuerpos más, el resto no sabemos quién son, ya que no constan en el registro cementerial ni en los relatos de las familias". Estas actuaciones de excavación y exhumación se han llevado a cabo a través del convenio con la delegación de Memoria Histórica de la Diputació de València.
"Esta lucha la comenzaron nuestras abuelas. Las siguientes generaciones cogimos el testigo, ya que nuestras instituciones democráticas han empezado muy tarde, y deben darse prisa, los hijos tienen ya más de 85 años y se nos están yendo sin que vean cumplido su deseo de enterrar a su padre con su madre". Así de contundente se expresó en el acto de entrega Amparo Belmonte Orts, presidenta de la Asociación de Familiares de Víctimas del Franquismo de la fosa 120 y principal representante de la plataforma de asociaciones de víctimas del franquismo del municipio de l'Horta Nord. De hecho, desde el inicio de las exhumaciones de esta fosa en septiembre de 2020 han fallecido tres familiares de las víctimas.
La mayoría de historias que unen a todos los descendientes de las víctimas están conectadas por una acción o, más bien, una inacción: el silencio. "En nuestras casas había miedo, no se hablaba, no sabíamos realmente lo que había pasado", cuenta Vicent Estrems Zaragozà, nieto de Antonio Zaragozà. No obstante, sus abuelas, principalmente, sí les habían contado que sus abuelos estaban enterrados en Paterna, aunque no fue años más tarde cuando empezaron a averiguar más sobre sus seres queridos.
Carmen Sanchis Bauset, nieta de Manuel Bauset, cuenta que la mayoría de las cinco familias a las que les entregaron los restos pudieron enterrarlos junto a sus seres queridos ese mismo día o al día siguiente. "Sentimos muchísima satisfacción y agradecimiento a la familia Belmonte, aunque ha sido un proceso especialmente doloroso, sobre todo para mi madre, mi tío y mi tía, que algunos ya no están, pero mi tía de 93 años sí ha podido ver los objetos que encontraron de mi abuelo en la fosa. Ahora hemos enterrado los restos de mi abuelo con los de mi abuela, como siempre han querido", cuenta emocionada Carmen.
Con un acto tan importante para las familias como ha sido la entrega de los cuerpos, la asociación de la 120 se convierte así en el ejemplo de que el objetivo final sí puede cumplirse. "Nosotros hemos tenido la suerte, si se le puede llamar suerte, de que en nuestra fosa había pocos cuerpos y el procedimiento ha sido más rápido que en otros casos, pero a ellos les decimos que no pierdan la esperanza", reflexiona la nieta de Manuel.
Por su parte, María José Albert Ballester, nieta de Francisco Ballester Ferrer, relata que en su familia sí le habían hablado de su abuelo, sobre todo su tía, la hija más mayor de Francisco, que ahora tiene 94 años. Aunque siempre fue la que más se acordó de su padre, como explica María José, paradójicamente no podrá nunca saber que los restos de su padre se han entregado a su familia, ya que tiene demencia senil. "A pesar de que mi tía ya no vaya a saber lo que ha pasado, yo me quedo con la alegría de que lo hemos conseguido. Por eso estoy gestionando que, cuando mi tía fallezca, sea enterrada junto a los restos de su padre", cuenta María José.
Sin embargo, el procedimiento se ha complicado aún más para Paqui Tarín, nieta de José Tarín Gómez. Se trata de uno de los cuerpos que está en proceso de identificación, ya que, según manifiesta, han tenido que seguir una odisea para poder saber a ciencia cierta si es su abuelo el que está en la fosa común porque no queda vivo ningún descendiente directo suyo. Como explica, le pudieron cotejar el ADN al nieto del represaliado, pero como no era descendiente directo, el porcentaje de coincidencia no ha sido el necesario para la identificación.
Por eso, la familia ha tenido que exhumar al hijo de José Tarín y tío de Paqui, que hacía ocho años que lo habían enterrado. "Ha sido muy duro, parece que estés haciendo algo antinatural... nunca estás preparada para abrir la tumba de tu tío para que puedan identificar a tu abuelo que está en una fosa común", explica. A pesar de todo, ella se muestra optimista y satisfecha de todo lo que han logrado. "Si no conseguimos saber seguro mediante el cotejo del ADN que es mi abuelo no pasa nada, lo habremos intentado, aunque sí dejaremos los restos en el mausoleo que construirán en el cementerio", explica.
Como señala Paqui Tarín, si su abuelo finalmente no es identificado, su lugar de descanso será un columbario que tendrá lugar en el cementerio de Paterna, donde pondrán todos los cuerpos que no se reconozcan. Se trata de una iniciativa en la que la plataforma de víctimas lleva trabajando desde 2018, con la que pretenden que constituya un lugar de conocimiento y dignidad para generaciones futuras. A su vez, también el mausoleo contará con los objetos de las víctimas que se encuentren en fosas y que las familias quieran donar.
Así, el columbario contendrá los restos exhumados dispuestos en nichos individuales perfectamente clasificados y etiquetados. Además, también será un espacio de esperanza, ya que tendrá un sistema de clasificación que permitirá a los investigadores llevar a cabo un seguimiento que posibilite la identificación posterior con nuevas muestras de ADN que estarán conservadas en el banco de ADN, ya que es muy posible que sigan apareciendo familias que hasta la fecha no se habían puesto en contacto con la plataforma para poder cotejar más muestras.
"Se trata de darles su espacio en la historia creando un lugar de la memoria donde tanto sus familiares como otras personas interesadas puedan rendirles homenaje y hacerlos perdurar en la memoria colectiva de nuestro país. Este memorial quiere poner en valor la defensa de los valores democráticos y reforzar los principios de convivencia para futuras generaciones, garantizando de este modo la no repetición de unos hechos tan terribles", ha subrayado Amparo Belmonte.
En 1940, después de fusilar a las víctimas en el paredón -que esta semana ha sido declarado como "Lugar de la Memoria" de la Comunitat Valenciana-, los transportaron con los carros hasta el cementerio. Esto se lo contaron los propios familiares a sus hijos, hijas, nietos y nietas, quienes vivieron de primera mano el suceso, ya que estaban esperándolos en el cementerio. Allí pudieron cogerlos y limpiarlos, e incluso algunos pudieron meterle una botellita con el nombre dentro, con la idea de que algún día pudieran desenterrarlos y saber quiénes eran aquellas personas.
Según pone de manifiesto Miguel Mezquida, director de ArqueoAntro, los trabajos en la fosa 120 fueron "relativamente fáciles y rápidos", ya que muchas de las víctimas estaban en cajas. Pese a que estas se habían descompuesto, sirvieron para que los cuerpos se mantuvieran en una postura sencilla para su exhumación. Además, los testimonios de las familias les ayudaron en el proceso, ya que gracias a ellos sabían de la existencia de las botellas. Así, ha sido un total de seis botellitas las encontradas en la fosa, algo poco habitual en el subsuelo de Paterna.
Con todo, son aproximadamente 1.500 cuerpos exhumados desde 2010 en toda la Comunitat Valenciana. De estos, según concreta Mezquida, en torno a 135 han sido identificados, de los cuales un centenar se encontraban en la capital de l'Horta Nord. Sin embargo, el director arqueológico remarca que estos datos son dinámicos y espera poder ampliarlos, ya que tanto las entidades exhumadoras como el banco de ADN no dejan de trabajar en este departamento. Por el momento, ya son cinco familias más las que tienen los restos de sus seres queridos donde ellas deseaban, y no en una fosa común. Como exclamaba una de las hermanas Belmonte, "lo hemos conseguido".