VALÈNCIA. La tradición del deporte de la vela en la realeza española data de Alfonso XIII, que lo descubrió primero en San Sebastián y luego en Santander. El monarca aunó el arte del deporte con la industria para que la gente se aficionara a la vela y que fuera fuente de inspiración para las familias trabajadoras. Gracias a Alfonso XIII comenzó a llegar a España el llamado turismo de ola, a comienzos del siglo XX. Hasta 1870 no existió el primer club náutico, el de Santander, pero el entusiasmo del monarca por la vela, deporte y medio de transporte de mercancías, alcanzó un gran desarrollo.
Entre los muchísimos yates de vela que tuvo el rey Alfonso XIII está el Giralda, no solo como barco real, sino también como residencia de verano y barco de apoyo para la temporada de regatas. También tuvo el Mouriscot, balandro construido en El Ferrol, al que puso este nombre en honor al palacio Mouriscot de Biarritz, y en el que tuvo lugar la petición de mano de la princesa María Eugenia. O el Hispania, construido en los astilleros Karrpard de Pasajes, y el Tonino, construido por Martínez de las Rivas en los astilleros del Nervión. Este fue el barco favorito de la familia real, que se botó en 1911 y lo incautó la República en 1931.
Así, la familia real española ha seguido con la tradición náutica hasta nuestros tiempos. El conde de Barcelona, don Juan de Borbón, tuvo otro Giralda, un motovelero de dos mástiles construido en 1958 por Morris and Mortimer en Argyll, Escocia y que en la actualidad se utiliza como barco escuela en la Escuela Naval Militar de Marín. El Giralda —pareja del Saltillo, que también perteneció a don Juan— era una yola (velero de dos mástiles, el segundo situado a popa detrás de la rueda del timón) de 15,88 metros de eslora, diseñado por Sparkman & Stephens y botado en 1963 en Dinamarca. Fue un regalo a Don Juan de un grupo de aristócratas españoles y navegó en él desde 1963 a 1971. Inicialmente le puso el nombre de Giralda, en honor al barco de su padre. Cuando adquirió el Giralda (un motovelero de 22,90 metros), le cambió el nombre y le puso Giraldilla.
En la época más contemporánea de la Familia real, ya con el rey Juan Carlos como Príncipe de España, apareció el Fortuna, un velero de la clase Dragón con el que Juan Carlos de Borbón compitió junto al duque de Arión y Félix Gancedo en los Juegos Olímpicos de 1972, en el lago de Kiel. Después llegó la saga Bribón, que nació de la mano de José Cusí en 1973 cuando construyó un casco de aluminio e invitó al rey Juan Carlos a patronearlo, hasta su desaparición en 2017. Fueron en total catorce unidades de diferentes esloras con las que el emérito participó en numerosas regatas hasta su retirada.
Mientras tanto, el por entonces príncipe Felipe comenzó a navegar en la saga de los Sirius, barcos escuela de la Armada Española, de la mano del almirante Marcial Sánchez Barcaiztegui y de los hermanos Rodríguez Toubes. Sirius II, Sirius III y Sirius IV, tres barcos de diferentes esloras para el aprendizaje de un joven Felipe, que cuando alcanzó la mayoría de edad inició su aventura en la vela de competición con los barcos Aifos (Sofía al revés en honor a su madre), también propiedad de la Armada Española. Felipe de Borbón aprendió a navegar en la Escuela Nacional de vela de Calanova en la clase Optimist, y su primer barco se llamó Tortuga, aunque no hacía honor a su nombre.
El 1992, el todavía príncipe de Asturias logró un diploma olímpico en los Juegos Olímpicos de Barcelona en la clase Soling junto a Fernando León y Alfredo Vázquez. Tras los juegos, siguió navegando en la saga Aifos, hasta que decidió dar el paso y formar una tripulación de amigos, como hizo su padre con el Bribón, y pasó a patronear los barcos de distintas esloras CAM, que estaban patrocinados por la Caja de Ahorros del Mediterráneo, hasta que esta desapareció y esa saga de barcos pasó a llamarse Hispano.
Una vez proclamado rey, Felipe VI solo ha navegado en los barcos de la Armada Española Aifos y su última unidad fue un Swan 50 pies cedido por los famosos astilleros del norte de Europa para que navegara en la Copa del Rey, que se celebra en Palma.
En cuanto a las infantas de España, Cristina fue la más activa en el deporte de la vela. Navegó en la clase 470 con Vicky Fumadó y fue regatista olímpica en los Juegos de Seúl 88 en la clase Tornado. En crucero, la Infanta ha patroneado la saga de barcos de diferentes esloras Azur y fue muy activa en la época dorada del crucero español. Por lo que respecta a la infanta Elena, más aficionada a la hípica y magnífica amazona, sus escarceos con el mar fueron más bien escasos con algunas participaciones en la Copa del Rey de la mano de los barcos de Camilo José Cela y Pedro Perelló.
En la actualidad ya solo navega Felipe VI, el resto de la familia real están ya retirados
Nos falta la reina Sofía, también olímpica en los Juegos de Roma 1960 en la clase Dragón en su barco Nerea, que patroneaba el príncipe Constantino y tripulaban Odysseus Eskidioglou, Geogios Zaimis y la princesa Sofía. En la década de los 90, la reina Sofía era tripulante habitual del maxi de la Armada Española Hispania, que patroneaba Marcial Sánchez Barcáztegui.
En la actualidad ya solo navega Felipe VI, el resto de la familia real están ya retirados. El emérito hace sus escarceos en la clase internacional 6 Metros, un barco centenario recuperado para la flota española para que el monarca se sintiera cómodo y pudiera seguir navegando en barcos más pequeños, ya que su avanzada edad y su estado de salud no recomendaban seguir navegando en los 52 pies.
En 2015, dos años después de su retirada, don Juan Carlos compitió por primera vez en un 6 Metros, en el Acacia, propiedad de Mauricio Sánchez Bella. Fue en la ría de Pontevedra y ganó la regata, por lo que enseguida encargó a José Cusí que armara el Gallant para acudir a competir en el Campeonato del Mundo de Vancuver junto a Alberto Viejo, Roi Álvarez, Ross McDonald y Pedro Campos. En 2019, ya con el nuevo 6 Metros Bribón, el rey Juan Carlos volvió a ganar el Mundial de la clase en Hanko (Finlandia).
Tal y como están las cosas y tras el cambio de residencia que forzó el Gobierno de España, es muy probable que el rey Juan Carlos no vuelva a navegar nunca más. Lo intentó hace poco, el pasado mes de mayo, en su primera vuelta a España tras dos años de destierro forzoso, en una Copa de España para probar si estaba capacitado físicamente para afrontar el Mundial de Sanxenxo como patrón del Bribón 500, pero la prueba no fue satisfactoria por su baja capacidad de movilidad.
La gran expectación que causó su vuelta a España motivó la llamada de la Casa Real para incidir que no era conveniente que volviera otra vez a Sanxenxo a disputar el Mundial. Y así ha sido, el rey Juan Carlos se quedó en su forzado destierro sin ninguna posibilidad de volver a navegar en su Bribón.
* Lea el artículo íntegramente en el número 93 (julio 2022) de la revista Plaza