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tejer y destejer / OPINIÓN

Feminismo liberal

Foto: RAFA MOLINA
14/03/2019 - 

Hete aquí que la diputada del partido Ciudadanos Inés Arrimadas desempolva estos días el trastero político y saca a relucir la momia del “feminismo liberal”, que llevaba allí desde antes de los años cincuenta. Algunas indocumentadas y ciertos patriarcas benévolos compran semejante mercancía, creyendo que es el último grito y que lo ha inventado la mencionada líder, con la amplia visión del estado de las cosas que la caracteriza. Esta joven guerrera de la nada, tendría que saber que el feminismo ya ha superado el  tema del sufragio universal y el sálvese quien pueda, para pasar a ser una corriente política de lucha contra el patriarcado, que pesa como una losa, cuando no como una bota. No se trata de perjudicar a los hombres ni de provocar enfrentamientos dolorosos, sino de conseguir que en la sociedad reine la igualdad sin la falacia del género, sin que el pilar fundamental sea lo masculino. Igualdad de derechos civiles, por supuesto, pero –una vez conquistado el del sufragio hace ya más de dos siglos- igualdad también de salarios, de representación, de acceso a todos los escalones sin que el género y las maternidad sean obstáculos, y verdadera conciliación con responsabilidades compartidas en el cuidado del hogar, de los hijos y de los dependientes, entre otras.

El liberalismo de Ciudadanos, aunque aparentemente esté por la libertad y la igualdad de los individuos, se queda sólo en eso: en una visión trasnochada decimonónica del conflicto social y de género.  El actual sigue siendo el paladín de la libertad de mercado, de las empresas, de las multinacionales, de la bajada de los impuestos, del deterioro de lo público, del trabajo precario y basura, de la negación de los problemas medioambientales,  de la incultura  y como decíamos, del empobrecimiento de las reivindicaciones feministas, reduciéndolas a un catecismo de medidas falsas y blandas.

El partido Naranja no desea, es obvio, un cambio en el sistema, pero ni siquiera una mejora, una política que haga avanzar a la sociedad y palíe las crisis que el propio sistema genera cíclicamente. Tal vez ni siquiera Albert Rivera se ha dado cuenta, en su bisoñez, de lo que él mismo está proponiendo. ¿Un centro derecha sin corrupción? ¡Por favor!  Por su parte, la caballería de Vox no es peligrosa, porque está en el limbo medieval y tiene un techo colorines que ellos llaman bandera. El PP es la derecha pura y dura de siempre y se les ve venir. Es al chico que se hizo retratar desnudo, que tiene cara de ángel, y a la bella joven que no sabe más que recitar un catecismo desfasado, a los que hay que tenerles pavor, porque su estrechez de miras, su incultura política o simplemente su cinismo conduce al fomento de unas riquezas ficticias y al aumento de la pobreza y la pérdida del estado del bienestar del que tanto hablan desde una posición de “niños bien”.

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