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el billete / OPINIÓN

Fundación + Orengo suena a chiringuito

Foto: EVA MÁÑEZ

El muñidor de la Fundación Cical admite que la palabra "fundación" tiene mala fama y que el proyecto tiene otra palabra tóxica que lo contamina todo: Orengo

5/03/2017 - 

En el Manual del corrupto que tal vez un día me anime a redactar habrá un capítulo dedicado a la más sibilina maquinaria de desviar dinero público: la fundación. "La fundación sin ánimo de lucro", se defienden quienes abusan de la tautología para remarcar que ellos no se han llevado nada. Efectivamente, las fundaciones no tienen ánimo de lucro, no pueden tenerlo legalmente, y eso las convierte de entrada en adorables entidades filantrópicas. 

Hace demasiados años, en la galaxia política valenciana, alguien descubrió que las fundaciones "sin ánimo de lucro" que todo el mundo adoraba eran el disfraz perfecto, el de un lobo con piel de oveja que se deja acariciar y aprovecha la confusión del rebaño para sus mordidas. Rafael Blasco lo llevó al extremo al considerar que la falta de ánimo de lucro de una ONG también era un buen disfraz, y se lo dijo a Tauroni. ¡A qué mala hora!, comentarán los dos en Picassent. 

Cuando Urdangarin conquistó a la autoridades valencianas con los proyectos de la Fundación ("sin ánimo de lucro") Nóos, por el Cap i Casal ya habían desfilado otros prebostes del humanismo, la ciencia y la tecnología como fundaciones privadas sin ánimo de lucro. Bastaba con rascar un poco para ver que, por ejemplo, la fundación que organizaba la Campus Party con subvenciones de la Generalitat tenía suculentos contratos con empresas vinculadas a sus patronos o directivos, quienes insistían en su falta de ánimo de lucro, como si ganar dinero fuera deshonroso.

La prueba del algodón de las fundaciones es la fuente de ingresos. Si se nutren de las arcas públicas y se dedican a elaborar informes, ¡lagarto!

Era tan fácil, que la Generalitat se puso a montar fundaciones públicas –con menos ánimo de lucro si cabe porque encima eran públicas–, que colocaban a familiares y contrataban con despachos y empresas de amigos. Un ejemplo, la Fundación de la Comunitat Valenciana para la Calidad de la Educación, creada a la medida de un amigo de un conseller y dedicada a algo tan sospechoso como la elaboración de informes que perfectamente podían hacer los funcionarios. Decenas de chiringuitos en su mayoría tan prescindibles que nadie los echó en falta cuando Alberto Fabra tuvo que cargárselos.

La prueba del algodón de las fundaciones es la fuente de ingresos. Si el dinero lo pone gente a la que le sobra, como Juan Roig, o se nutren mayoritariamente de aportaciones privadas, uno confía en la buena voluntad de sus impulsores. Si se nutren de las arcas públicas y se dedican a elaborar informes, ¡lagarto!

"¡Maldita la hora de haberle llamado fundación!", se lamentaba José Manuel Orengo, promotor de la Fundación Cical. En declaraciones a Valencia Plaza el viernes por la tarde –"llevamos tres días con esto y solo me habéis llamado dos periodistas"–, el ex número tres del PSPV admitía que la palabra fundación tiene "mala fama" y asumía que el proyecto tiene otra palabra tóxica que lo contamina todo: Orengo.

Orengo y Puig, cuando negociaban el Acuerdo del Botánico. Foto: GERMÁN CABALLERO

La verdad es que el objetivo de la fundación puesta en marcha por la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP) tiene muy buena pinta, tal como lo vende Orengo. El Centro de Investigación de Conocimientos para la Administración Local permitirá a los ayuntamientos y las universidades investigar en la mejora de la gestión municipal y albergará una biblioteca virtual donde los alcaldes podrán consultar todo aquello en lo que hayan mejorado el resto de consistorios.

Sin embargo, dicen que si un animal parece un pato, nada como un pato, come como un pato y grazna como un pato, probablemente sea un pato. La Fundación Cical parece un chiringuito, tiene la personalidad jurídica mayoritaria en los chiringuitos, pretende nutrirse de fondos públicos –1,4 millones al año– como cualquier chiringuito que se precie, se dedica a realizar informes que podría hacer la administración al igual que la mayoría de los chiringuitos y está promovida por un político amigo del presidente como los chiringuitos más acreditados. Así que, probablemente, sea un chiringuito. 

Cuesta entender cómo Ximo Puig no calculó la magnitud del escándalo. No obstante, aún ha tenido suerte de que un periódico –Las Provincias– advirtiera la jugada a la primera foto, con tiempo para rectificar. Si no, le habría estallado al darle a Orengo la subvención de 400.000 euros y habría sido peor. 

Rato, el "intachable"

Miguel Blesa y Rodrigo Rato han quedado en libertad sin fianza tras ser condenados a 6,5 y 4,5 años de cárcel, respectivamente. Argumenta el tribunal que "su comportamiento procesal ha sido intachable", sus bienes se encuentran embargados y "sus circunstancias personales revelan inequívocamente un arraigo en su país en todos los órdenes de la vida". Sobre el exvicepresidente del Gobierno y expresidente del Fondo Monetario Internacional añade la Audiencia Nacional que su comportamiento durante el juicio ha sido "absolutamente cabal".

Rodrigo Rato y Miguel Blesa. Foto: EFE

Los dos tienen causas pendientes por las que podrían ser condenados a nuevas penas de prisión, igual que, por ejemplo, Álvaro Pérez, que sí ha ingresado en prisión porque el TSJCV considera que existe riesgo de fuga a pesar de que sus bienes se encuentran embargados y su arraigo en España también parece indudable. ¿Será que el exBigotes no es tan polite como Rato?

La verdad es que veo más riesgo de fuga en el expresidente de Bankia que en Álvaro Pérez. La fuga de Rato, ya lo verán, será más sonada que la de Luis Roldán.

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