VALÈNCIA. Pocas son las empresas que cuentan tras de sí con un legado de más de cien años de historia. Fue en el siglo pasado cuando la familia Martínez erigió en la localidad valenciana de Cheste El Tigre, una pequeña compañía dedicada a las gaseosas y sodas en polvo. Un producto sencillo ligado a la tradición y la cultura popular, que ha resistido al tiempo y los cambios en los hábitos de consumo. Aunque con una nueva utilidad, hoy en día sus cajas, con su característico tigre, siguen muy presente en las despensas de muchas familias españolas.
Su receta es sencilla: bicarbonato y ácido cítrico en polvo que, al mezclarlos con agua, consiguen ese clásico refresco. Con el paso de los años, esta composición extendió su uso como gasificante alimenticio para repostería, aunque su fórmula es la misma. Mucho ha cambiado desde que en 1915 El Tigre se pusiera en marcha, pero su esencia y tradición familiar perduran desde entonces. Y ese ha sido su secreto para conseguir vencer al tiempo y las 'modas': una mejora constante, pero sin dejar de lado sus orígenes. Ello le ha permitido convertirse en la empresa más antigua de la localidad que la vio nacer.
Ahora es la tercera y cuarta generación la que está al mando de esta enseña, que cuenta con diez trabajadores en una pequeña fábrica situada en el municipio de Cheste, y vive su momento más dulce. Debido al 'boom' de la repostería durante los duros meses de confinamiento, El Tigre pasó de fabricar 80.000 a 120.000 sobrecillos diarios. Además, logró estar presente en los estantes de los lineales de grandes cadenas de supermercados como Lidl o Consum, así como en la zona de Levante de la francesa Carrefour.
Fue en 1915 cuando Alejandro Martínez decidió fundar en su Cheste natal un negocio de gaseosas y sodas en polvo. Por aquel entonces, la familia regentaba una tienda de ultramarinos de venta a granel en la casa donde residían. No obstante, Martínez había estado trabajando en una empresa dedicada a las sodas y pensó que sería una buena idea arrancar un negocio similar. Contrató trabajadores y comenzó con una producción muy manual y artesanal.
"No había ni pesos ni dosificadores para controlar las cantidades. Era todo manual. Con una cucharita se medían las cantidades que se envolvían en un pequeño papelito y se metían en una caja. Era una producción pequeña y muy local", rememora Alejandro Martínez, actual gerente de la empresa y tercera generación. Nacía así El Tigre, que nunca abandonó su localidad natal, pero ahora ocupa un espacio de más de 1.000 metros cuadrados.
Popular por aquel entonces por su efecto refrescante, era muy habitual ver a la gente del pueblo acercarse a las fuentes para rellenarse un vaso y completar la bebida con estos 'polvitos' que convertían el agua en gaseosa. "Era muy típico preparártela. También estaba muy extendido su uso entre la gente de campo, que la tomaba como refresco", asegura Alfonso García, director comercial y cuarta generación. Y así, poco a poco, la empresa fue haciéndose un hueco en el mercado. Lo cierto es que ya existían compañías dedicadas a las gaseosas y sodas, pero la mayoría acabó cerrando con el paso de los años.
Durante los años 30, las ventas se fueron expandiendo a zonas colindantes a València, a la vez que llegó el momento de la segunda generación. Además, se registró una nueva marca, 'Pepita Samper', nombre de la valenciana que en 1929 se alzó con la corona de mujer más bella del país en el certamen de Miss España. "Mi abuelo fue un visionario y le pidió a Pepita que le cediera sus derechos de imagen y nombre para una nueva marca de soda. Conseguida su autorización, su imagen se usó durante muchos años, pero acabó desapareciendo para centrarse en la marca de El Tigre", explica Martínez.
Con la llegada de las nuevas generaciones, también iniciaron la expansión de la firma por otros puntos de España. Había competencia y veían más necesario que nunca dar el salto a otras zonas para afianzar la marca. "Por aquel entonces se viajaba en ferrocarril. Para enseñar el producto a los clientes se servía en un vaso de agua y se daba a probar el refresco. Era una venta muy directa", explican. Los viajes fueron un éxito. Andalucía, Castilla-La Mancha y Aragón acabaron convirtiéndose en bastiones importantes de la compañía, con un gran tirón y demanda del producto, que todavía se mantiene.
El crecimiento de El Tigre obligó a buscar un nuevo espacio con mayor superficie y a acometer la industrialización de sus procesos con la adquisición de nueva maquinaria. "Sin esa inversión hubiéramos desaparecido, como les pasó a muchos fabricantes que no se quisieron meter en el lío", apunta Martínez.
Ya en los años 70, la familia detectó en el mercado un cambio de tendencia. Paulatinamente, su uso como bebida refrescante se aparcó y empezó a emplearse como aditivo natural para hacer repostería. "Antes trabajábamos mucho en verano porque era la época de mayor consumo de las bebidas refrescantes, pero vimos que se iba estabilizando e incluso bajando su consumo y que, en cambio, en fechas señaladas como Semana Santa, El Pilar o Las Fallas crecía una barbaridad. La gente lo usaba para hacer rosquillas, monas de Pascua o magdalenas. A partir de ahí, se da un vuelco: pasa de ser un refresco a usarse en la bollería, pero no cambia el producto, sino su uso", explica Martínez.
"Hoy en día existen en los lineales de los supermercados muchos producto para repostería, pero este es el más sano porque no lleva aditivos innecesarios. Lo envasamos en dos sobres para separar ambos ingredientes precisamente para evitar añadir un antiapelmazante, que sería un aditivo más. Así conseguimos un producto más natural", defiende el gerente de la firma. También se cuida mucho la materia prima y que el producto sea nacional y europeo.
Actualmente, la compañía opera por toda España y, a priori, no tiene intención de dar el salto internacional. Aunque sí manda pedidos a clientes particulares en Francia y Holanda. "De momento estamos en España, tenemos aún recorrido y luego ya veremos".
Aunque tradición y sencillez son marca de la casa, también lo es la continua mejora. Así, no solo se ha modernizado la firma implementando tecnologías, sino que se han impulsado fuertes campañas de marketing digital en los últimos años para dar a conocer un producto de toda la vida. Y esa ha sido la clave del éxito más reciente. Conseguir una marca muy arraigada y tradicional, pero que se adapta a los nuevos tiempos. Por eso, su objetivo es claro: llegar a un público más joven, conseguir el relevo generacional del consumidor y perdurar en el tiempo con la fórmula de siempre.
Actualmente, El Tigre vende a profesionales y al pequeño público por medio de los lineales de la gran mayoría de grandes cadenas de distribución en España, como Alcampo, DIA, Carrefour, o Eroski, así como en los últimos meses Lidl y Consum. Además, también se puede encontrar en farmacias por sus propiedades digestivas. Una importante presencia en los supermercados que se ha afianzado precisamente el pasado año, en pleno confinamiento.
Y es que en 2020 la firma vivió la cara y la cruz de la crisis sanitaria. Arrancaron el año planificando su implantación en la cadena de supermercados DIA, pero llegó la crisis sanitaria y la repostería experimentó un importante crecimiento. Para muchos se convirtió en su nuevo 'hobby'. Y ellos tuvieron que asumir que la carga de trabajo se intensificaba. En medio de todo ese caos, Alejandro se contagió y tuvo que librar la batalla contra el virus sin dejar la dirección de la empresa. "Fue un caos. Nos vimos sobrepasados y lo pasamos mal", recuerdan. En la empresa se fijaron protocolos sanitarios para garantizar la seguridad de los trabajadores.
“El confinamiento generó mayor elaboración de recetas caseras: bizcochos, magdalenas e incluso pan. Esto, a su vez, produjo desabastecimiento de levaduras e impulsores en los lineales de los grandes supermercados, lo que provocó una fuerte demanda de nuestro producto”, explica Alfonso García.
Pero ellos estaban preparados. En sus actuales instalaciones contaban con espacio para poder asumir una mayor producción. Eso sí, fue necesario aumentar plantilla y stock de materia prima. "Multiplicamos por cinco la plantilla, pasando de seis trabajadores a unos 20, duplicando turnos de trabajo. Se pasó de producir unas 10.000 o12.000 cajas diarias a fabricar hasta 30.000", explican.
Además, en estos momentos la empresa trabaja en la eliminación completa de los plásticos para dar paso al cartón reciclado y está a la espera de lanzar un nuevo producto: 'Ecotigre', que elimina la sacarina y sustituye el ácido cítrico por el tartárico, haciéndolo aún más natural. De esta forma, la centenaria insignia valenciana aspira a llegar a herbolarios y expandir la marca. "Nunca hemos pensado en un gran crecimiento. Siempre estamos mejorando, pensando en productos alternativos, pero sin estar obsesionados. Lo importante es el día a día. La felicidad no es el destino, sino el recorrido", concluye el gerente de la firma. Y será ese trabajo diario e incansable el camino que guiará a una firma sencilla y fiel a sus orígenes a seguir escribiendo su historia.