VALÈNCIA. En 2016, los americanos votaron a su nuevo presidente con la promesa del ya conocido eslogan 'Make America great again' ('Haz América grande otra vez' en castellano) y a cambio de 'arrodillar' económicamente a la todopoderosa China. Tras año y medio desde su aterrizaje en la Casa Blanca se inició 'una guerra comercial' con el objetivo de reducir drásticamente el enorme déficit que EE UU mantenía con el país asiático. La idea era que Estados Unidos incrementara con fuerza sus exportaciones hacia China y redujera las importaciones desde ahí.
Sin embargo, los últimos datos sobre exportaciones del US Census Bureau -al cierre del pasado mes de junio recogidos a principios de agosto-, subrayan que no se ha conseguido nada de lo propuesto. Cuatro años después de que se iniciara el primer mandato de Trump, el déficit comercial con China resulta ser muy parecido al que se registró en 2016. Con un déficit de 28.000 millones de dólares en la actualidad llegamos a una cifra que el presidente americano utilizó para atacar duramente durante sus discursos en la primera campaña presidencial en 2016. Con un peso del 38% sobre el déficit comercial total que EE UU mantiene con otras economías, el chino sigue siendo un 'bocado' importante de una cuenta deficitaria ya de por sí muy tensionada.
Estos datos son 'comida de la buena' para los opositores de Trump de cara a las elecciones del próximo mes de noviembre. Y es que no solo alimentan el discurso de los demócratas sino -y tal vez peor- minan la convicción de un sector de votantes dudosos que le dieron el voto en las presidenciales anteriores, pero sin necesidad de volver a repetir en las próximas y que pueden ser decisivos a la hora del recuento final. Los opositores de Trump llevan tiempo diciendo que el daño económico de la 'guerra comercial' para Estados Unidos es al menos el mismo al que se produce a China y que no aporta nada en absoluto.
La imposición de tarifas se convirtió en un pulso cuyas víctimas finales fueron -y siguen siendo- las empresas. Las cifras del coste adicional que han producido varían según como quiera uno calcularlas. Algunos insisten mucho en el hecho de que no solo se debe incluir el coste adicional sino también la caída en valoración que han sufrido las empresas cotizadas en bolsa debido al anuncio de tarifas. Esto último me parece desproporcionado si pensamos que el impacto en las valoraciones bursátiles como mucho haya podido ser puntual y que luego se recuperó; al menos hasta la debacle de la covid-19 que no tiene nada que ver con la 'guerra comercial' de Trump. Si se incluye todo, la Universidad de Columbia cifra el coste de las tarifas en no menos de 1,7 billones de dólares, que insisto me parece algo exagerado debido a que al menos una parte de la caída bursátil ya se habría recuperado.
Por otro lado hay un aspecto importante donde la estrategia de Trump con China parece no funcionar como se debía pensar: los asiáticos se comprometieron a incrementar la compra de productos americanos durante estos últimos meses. Sin embargo, la realidad es que andan muy por detrás de los objetivos que se habían marcado en las reuniones bilaterales. Del total del volumen de compra establecido por ahora solo se habría ejecutado un 24%. Es cierto que la pandemia ha mercado la actividad, pero aún con la covid-19 las cifras resultan ser desoladoras y poco convincentes para un electorado de americanos dudosos y exigentes en cuanto al cumplimiento de promesas.
Con este panorama, las compras chinas deberán incrementar drásticamente hasta noviembre para que no se crea la sensación de que lo acordado en aquel histórico encuentro para sellar un mini-acuerdo en la 'guerra comercial' no se pueda interpretar como una 'farsa'. La cuestión es si China realmente está interesada en 'salvarle el pompis' a Trump o si ha encontrado la herramienta perfecta para darle la estocada final para 'despedirle' con las elecciones americanas en noviembre.
Desde el punto de vista del inversor bursátil, una reelección de Trump sería mejor para el comportamiento de los mercados tras las elecciones porque ya sabe a qué acogerse. Un cambio de mando podría traer la idea de una mayor regulación y menos libre mercado, lo que puede provocar que los inversores prefieran observar primero antes de invertir.
Christian Dürr es socio-director de ETICA Patrimonios EAF
El gestor considera que los chinos pueden tomar la delantera en muchas áreas como son tecnología, influencia política, dominio económico...