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La nave de los locos / OPINIÓN

Humillados y ofendidos

Foto: ALEJANDRO GARCÍA/EFE

¿Cuál será la próxima humillación que nos prepara el Gobierno aterrador? Crecen el ruido y la furia en la España ofendida por el obsceno pacto del Ejecutivo con los independentistas. Ni siquiera ha sido capaz de defender a un niño acosado por la jauría separatista     

20/12/2021 - 

Como Zavalita, el personaje de Vargas Llosa, uno también se pregunta cuándo se jodió su país. Porque el país, España, o lo que queda de él, está hecho unos zorros. Los dos últimos años han sido devastadores en todos los planos. En lo económico estamos en la quiebra; en lo institucional asistimos al declive del régimen del 78, y en lo educativo se siembran cosechas de ignorancia para las próximas décadas.

Hay hechos que por su carga simbólica reflejan la ruina moral de un país. El ejemplo más reciente es el acoso y linchamiento a un niño y su familia en Canet de Mar por pedir que se cumpla una sentencia que obliga a impartir el 25% —¡el 25%!— de clases en español. Es imposible encontrar un caso como este en el mundo. Que a un niño de cinco años se le hostigue con tanta violencia y crueldad prueba la ausencia de límites éticos del independentismo catalán. Ni a la infancia respetan. Todo les vale con tal de someter a la mitad de los catalanes que aún se sienten españoles y no comulgan con sus postulados totalitarios.

Manifestación en Canet de Mar (Barcelona). Foto: DAVID ZORRAKINO/EP

El independentismo catalán es una de las formas adoptadas por el fascismo en el siglo XXI. Es racista, xenófobo, imperialista, enemigo de los derechos individuales y utiliza la violencia verbal y física para alcanzar objetivos políticos a través de sus cachorros, que han sustituido las camisas negras por el chándal y los pasamontañas. Que se lo pregunten a los universitarios de S’ha Acabat. Es fascismo de manual. Si queda alguna duda repasemos la historia de ERC durante la II República, régimen legítimo contra el que se levantó en 1934. Hasta el malvado Companys contaba con unas juventudes paramilitares (los escamots), a imitación de las escuadras fascistas de Mussolini.

Inmoralidad, traición y cobardía

La bajeza de los separatistas, su absoluta falta de escrúpulos, la inmoralidad de sus planteamientos y la cobardía para alcanzar el objetivo final de la independencia, son actitudes descontadas por quienes hemos seguido su evolución desde los años ochenta. No cabe sorprenderse de lo que hacen, ni hacerse ninguna ilusión de que puedan cambiar. Son desleales por naturaleza. Muerden siempre la mano que les da de comer. Cualquier acto de generosidad lo interpretarán como un signo de debilidad. El Gobierno soltó a los cabecillas del golpe de 2017 con el pretexto de recomponer la convivencia en Cataluña. ¿Qué se ha conseguido? Que se envalentonen más. Con esa gente sólo cabe la confrontación, descartada cualquier posibilidad de diálogo.

Sin embargo, la batalla contra el independentismo —y por extensión contra el vasco, gallego, balear y valenciano— es inconcebible en el Gobierno de la extrema pobreza. El presidente maniquí y sus ministros han dejado a la nación a los pies de los caballos,  como a una mujer desgraciada de la que la manada nacionalista abusa cuando se le antoja.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Foto: EDUARDO PARRA/EP

Los independentismos catalán y vasco se sienten impunes. Es triste admitirlo pero es así. El Gobierno de España cubre sus fechorías. En Cataluña no se cumple ley ni se respetan las sentencias. No hay Estado. Los catalanes constitucionalistas carecen de quien les defienda. Se ha visto en Canet de Mar, con un presidente que se hace el loco porque teme perder el apoyo de los separatistas para seguir en el poder. Si el niño hubiese pedido un cambio de sexo, otro gallo nos hubiera cantado.

El desprecio para la España leal

“Cada día somos testigos de cómo una partida de cuatreros se reparten el botín delante de nuestras narices”

La sensación que se tiene al otro lado del Ebro, la que comparten muchos valencianos, castellanos, madrileños, andaluces y extremeños, es de impotencia y humillación. Cada día somos testigos de cómo una partida de cuatreros se reparten el botín delante de nuestras narices. A los que son leales a España y trabajan por su mejora se les paga con la moneda del desprecio; en cambio, a los otros, a los que conspiran por la destrucción del país, se les mima, agasaja y masajea para que disfruten de un final feliz.

Hay una ola que no es la del virus chino, una ola de indignación y de furia, soterrada y creciente, de esa España que se siente humillada por el chalaneo entre el Gobierno y sus socios separatistas. Antes o después, esta aspiración encontrará al actor político que encauce la frustración y transforme los votos en piedras contra los actuales gobernantes. Será el desquite, la venganza de tanto humillado y ofendido. Creedme si os digo que se cuentan por millones. No conviene minusvalorar su fuerza en el futuro.

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