La Cámara de Representantes americana ha aprobado el acuerdo y la votación se traslada al Senado donde los demócratas tienen el control
MADRID. El acuerdo alcanzado entre el presidente Joe Biden y el presidente de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy durante el fin de semana ha aportado confianza en que está cerca la resolución respecto a la cuestión del techo de la deuda estadounidense y que se evitará el impago de la mayor economía del mundo. Sin embargo, aún queda un importante obstáculo por superar, ya que esta semana miembros del partido republicano han prometido luchar contra el acuerdo en ambas cámaras. Aunque McCarthy piensa que la mayoría de los miembros de su partido aceptarán finalmente el acuerdo, la posibilidad de que éste sea rechazado no es remota. Esto dejaría sólo unos días para evitar el impago de la deuda estadounidense, que tal y como están las cosas podría tener lugar el 5 de junio.
En caso de impago, los mercados financieros reaccionarían con fuerza, pero la gravedad de su reacción acabaría por impulsar alguna acción política decisiva, como hemos visto que ocurrió durante la Crisis Financiera Mundial. En aquel momento, los estímulos y las medidas del Gobierno estadounidense fueron inicialmente rechazados, pero la reacción negativa de los mercados inquietó a los políticos e hizo que las medidas acabaran adoptándose. Aunque existe la posibilidad de que se produzca un impago, es poco probable que el gobierno estadounidense deje de pagar su deuda durante mucho tiempo. Pero incluso en el escenario de un impago de corta duración, el daño ya estaría hecho.
La cuestión más importante en la que deben centrarse los inversores es el daño permanente que un impago técnico causaría a la estabilidad económica y, lo que es más importante, a la confianza. Como demuestran los datos económicos, la economía estadounidense se enfrenta a un deterioro progresivo y constante, en el que comienzan a notarse los efectos de la subida de los tipos de interés: la crisis bancaria del primer trimestre y la posterior contracción del crédito son los ejemplos más llamativos.
En este entorno, el riesgo real es que se produzca un acontecimiento exógeno que haga mella en la confianza de la economía y eche por tierra sus espíritus animales, que son los que impulsan las economías. Cuando se quiebran por cualquier motivo, resulta más difícil volver a poner en marcha una economía y restablecer la confianza.
En este caso, aumentaría la probabilidad de una recesión en Estados Unidos hacia finales o principios del próximo año. Esto probablemente tendría ramificaciones en la economía mundial, ya que tradicionalmente EE UU arrastra al resto del mundo, incluida Asia. Sin embargo, el Reino Unido y el resto de Europa tienen más margen para el crecimiento que EE.UU., al igual que Asia, que aún se está recuperando de la pandemia, lo que puede ayudarles a capear el temporal y a gestionar la volatilidad del mercado. También está por ver si China, la segunda economía del mundo, estaría dispuesta a adoptar una postura de estímulo más agresiva hacia la economía nacional, lo que podría ayudar a contrarrestar el impacto de una recesión estadounidense en las economías mundiales.
Probablemente, un impago estadounidense también afectaría al mercado bursátil estadounidense, que no goza de tan buena salud como aparenta. No olvidemos que éste ha sido un mercado ajustado, cuyo rendimiento se ha visto impulsado únicamente por una docena de empresas. En términos agregados, el valor de las acciones estadounidenses ha subido, pero en realidad la mayoría de las acciones están planas o a la baja.
Las empresas también se han visto impulsadas por unas perspectivas positivas sobre los tipos de interés en la última parte del año. En general, los mercados siguen esperando una bajada de los tipos de interés hacia el segundo semestre de este año, una hipótesis poco realista dada la actual situación inflacionista. La euforia actual en torno a la Inteligencia Artificial (IA) está enmascarando esta falta de salud. Aunque con el tiempo la IA provocará una profunda transformación de las economías al ayudar a muchas empresas y consumidores, resulta improbable que tenga el impacto que el mercado espera actualmente.
Como hemos visto con otras innovaciones tecnológicas, cualquier impacto no se produciría de la noche a la mañana, sino que sería gradual. La historia de la IA no bastaría para superar la negatividad de un posible impago estadounidense que afecte a la confianza y el espíritu animal de la economía, junto con las repercusiones resultantes para los mercados de renta variable.
Los inversores con presencia en EE UU deberían ser prudentes y posicionarse en empresas más resistentes y menos sensibles a la coyuntura económica. Una forma de hacerlo es fijarse en empresas de sectores como el de bienes de consumo básico y el sanitario. Los inversores deben seguir evitando los negocios demasiado cíclicos, con valoraciones elevadas o que no sean previsibles.
Matthew Benkendorf es CIO de Quality Growth, boutique de Vontobel Asset Management