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grand place / OPINIÓN

La inclinación del eje de la Tierra  

16/08/2022 - 

El eje de la Tierra ya se había inclinado hacia el Este, cuando algunos gobiernos europeos exigieron el aislamiento sin precedentes de más de 100 millones de ciudadanos rusos, una especie de confinamiento para impedirles cruzar al territorio de La Unión. Fueron sus inmediatos vecinos, los nórdicos y los bálticos, los que propusieron el cierre de las fronteras con el oeste, no a un gobernante o a un terrorista, sino a la gente de a pie, en aquel verano del Año II d.C. -después de la Covid-.

Letonia, Estonia y Finlandia se habían hecho eco de las palabras del presidente ucraniano en la prensa amiga. “Visitar Europa es un privilegio, no derechos humanos”, había dicho el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en un artículo publicado en el diario estadounidense The Washington Post. La propuesta podia hacerse ley a finales de agosto, en el Consejo de Ministros de Exteriores que se celebraría en Praga bajo la Presidencia checa.

El gobierno de la Unión, salomónico a su pesar, recordó que la competencia para dejar entrar a estudiantes, trabajadores y turistas es estatal, es decir, de cada Estado miembro. Al mismo tiempo, la Comisión Europea les instaba a que se mantuvieran los visados para circunstancias específicas, respetando sus obligaciones internacionales en casos “como los humanitarios y a familiares, periodistas o disidentes”. La Unión venía sancionando desde el inicio de la guerra a unos mil ciudadanos rusos cercanos al Kremlin, las que se les negaba el visado.

“Una prohibición de visados aplicable a la totalidad de la población rusa podría tener efectos perniciosos a varios niveles”, explicaba la profesora de Ciencias Políticas de lsa Universitat de València, Clara Portela, en un artículo publicado por El País. La política europea de sanciones siempre ha identificado con nombre y apellidos a las personas reprobables. Lo contrario sería entendido como un gesto de hostilidad hacia el país y sus habitantes. Se había abierto la veda.

 Fuego en el cielo. Foto: Silvia Laguna

Era una vuelta a cien años atrás, cuando la humanidad se deshumanizó, cuando a un colectivo de personas se las despojó de sus cosas, de su nombre, de su dignidad, cuando se exterminó a seis millones de judíos en Europa. Recordaría aquí las palabras del filósofo surcoreano, Byung-Chu Han, en su libro “No cosas: quiebras del mundo de hoy”, cuando afirma que “hoy estamos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. No son las cosas, sino la información, lo que determina el mundo en que vivimos”. Y ello ayuda a no identificar y a no identificarnos, a no representarnos con la realidad que tenemos enfrente, la que se toca.

“Hoy en día, el mundo se vacía de cosas y se llena de información inquietante como voces sin cuerpo. La digitalización desmaterializa y descorporeíza el mundo. En lugar de guardar recuerdos, almacenamos inmensas cantidades de datos. La información falsea los acontecimientos”, añadía Byung-Chu Han.

-No estaba inicialmente en la agenda del Consejo aquella propuesta de deshumanizar con el anonimato y el aislamiento a los 100 millones de ciudadanos rusos. ¿Recuerdas, David? Pero se abordó en el Foro por Ucrani y  con el objetivo de restaurar la justicia, castigar los crímenes de guerra.

-Lo estudié en el postdoc del e-Learning, Laura. El Foro por Ucrania resultó ser una lección de moral para el resto del mundo, donde se discutió el resurgimiento global del autoritarismo y donde se buscaron otras “formas de construir las alianzas democráticas”. Mientras tanto, China ya había inclinado hacia el Este la balanza y el eje de la Tierra…

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