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HEDONISTA / LOS CLÁSICOS

Jesús Saiz (El Classic), siempre supo que la hostelería era lo suyo

| 16/02/2022 | 2 min, 51 seg

VALÈNCIA.- Si empezamos por el principio, si prescindimos de fórmulas como el flashback —también podemos prescindir de la voz inglesa y decir ‘analepsis’—, tendríamos que contar que Jesús Saiz nació directamente en el backstage de un negocio hostelero: la trastienda de un restaurante de carretera en la provincia de Cuenca. 

Era 1954 y el lugar, Valverde del Júcar. Sus padres eran Avelino y María del Socorro, currantes, modestos y sacrificados. «24 horas abiertos. Se acostaba mi padre y se levantaba mi madre para trabajar. No sé cuándo concibieron a tres hijos».

Nada podía con ellos, salvo las fuerzas de la naturaleza que en ocasiones pueden con las fuerzas de la ingeniería hidráulica: en 1960 el pantano de Alarcón se desbordó, anegando la población de Valverde del Júcar. Las ayudas del Gobierno facilitaron a la familia Saiz una nueva vida en València, donde inauguraron el Bar Restaurante Avelino, en la avenida Pérez Galdós. Un bar sin pretensiones, de transportistas y currelas. Ahí Saiz comenzó a aprender el oficio, aunque él no lo supiera. 

Los años de formación

«Cuando yo tenía veintiún años mi padre montó un complejo junto a la Plaza Redonda que se llamaba SAMI. En el primer piso, un pub, en la planta baja, una cafetería de lujo, y en el sótano, una discoteca. Desvié la especialidad mía, de restaurante, para trabajar en la discoteca. Cuando estaba en segundo de Medicina, a mi padre le diagnosticaron cáncer y lo operaron de urgencia. Como consecuencia me dejé la carrera y me dediqué al ocio nocturno. Me iba a los teatros e invitaba a los actores, a gente de glamur, a SAMI. Con el cambio se hizo un totum revolutum gracias a Dios muy positivo». En 1984 cambió SAMI por Mister Chus, el que fue el primer local de Jesús Barrachina. De ahí a Suso’s y vuelta a Mister Chus y vuelta a Suso’s. 

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«Me hubiera gustado ser director de hotel, pero para ello hay que ser como un cura que tiene su parroquia. No tendría que haber estado casado, ni tener hijos». Está divorciado de su primera mujer y luego tuvo una relación «con otra señora y ahora soy pareja de hecho de una chica eslovaca, a la que le llevo veintiún años. Mi pecado capital y principal son las mujeres. Las he antepuesto a todo, incluso al dinero. No tengo ninguna inquietud respecto al tema femenino. Lo tengo muy madurado. Hoy no me atrevería a engañar. El hombre engaña mucho cuando intenta conquistar». Salta a otro vicio: «Mira que a mí me ha rodeado la cocaína; ha sido algo que he tenido en bandeja y jamás he tomado. Me ha dado un equilibrio en la vida, he cumplido bien, me juzgo a mí mismo. Nunca he fallado al negocio. Lo que quiero decir es que he dosificado el alcohol, el tabaco, las salidas nocturnas fuera de horario. Autocontrol. Jamás he ido a afters». 

* Lea el artículo íntegramente en el número 88 (febrero 2022) de la revista Plaza

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