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el billete / OPINIÓN

La astuta Ribera

teresa ribera trasvase tajo segura
15/01/2023 - 

Me gusta la forma de hablar de Teresa Ribera. La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico nunca levanta la voz, no entona ni acentúa aquella parte que quiere resaltar, lo que estropea el espectáculo de las sesiones de control en el Congreso cuando le toca rebatir las andanadas de la oposición después de los mucho más vehementes Sánchez, Calviño o Yolanda Díaz. Cuando Ribera habla, siempre en el límite del susurro, hay que subir el volumen de la tele. Mi amigo y maestro Paco Grau dirá que esa no es una manera eficaz de comunicar, y menos en política, y los asesores de la ministra echarán en falta un poco de emoción en su discurso. Pero a mí me tiene atrapado; cuando abre la boca, no puedo dejar de escucharla.

Porque Ribera, al contrario que muchos políticos viscerales, dice cosas interesantes y se explica muy bien, solo que no le pone énfasis. Y eso lleva a la audiencia a una de estas dos actitudes: desconectar –sospecho que la mayoría–, o bien, como es mi caso, atender a cada una de sus palabras para no perder el hilo de su razonamiento, que suele estar bien estructurado, lo que no quiere decir que sea veraz ni mucho menos que tenga razón. 

El caso es que Ribera no se altera ni cuando la hacen quedar como una mentirosa. Así ha ocurrido en lo del Trasvase Tajo-Segura, donde todo indica que la ministra ha traicionado a los regantes del Segura con una decisión que, además de meter el miedo en el cuerpo a los agricultores que esta semana se han manifestado en Madrid, ha alterado la precampaña electoral autonómica en la Comunitat Valenciana y la Región de Murcia.

Ribera ha dicho y reiterado que su ministerio no modificó, al enviarlo al Consejo de Estado, el proyecto del Plan Hidrológico del Tajo que aprobó con amplia mayoría el Consejo Nacional del Agua, pero sus propias palabras la delatan. Concretamente, una palabra. 

Foto: ÁLVARO MINGUITO

Acusada de haber modificado unilateralmente el acuerdo, la ministra respondió: "Lo que hemos remitido al Consejo de Estado responde esencialmente al consenso que estaba previamente anunciado y establecido" en el Consejo Nacional del Agua. La palabra 'esencialmente', en este contexto, significa lo contrario que 'literalmente', y cualquier jurista sabe –Ribera lo es– que una palabra de más o de menos puede cambiar el sentido de una norma. Es cierto que la esencia del proyecto del Plan Hidrológico del Tajo no ha cambiado, pero han desaparecido dos párrafos que, precisamente, son los que llevaron a la Generalitat valenciana a pasar del voto en contra a la abstención.

Dijo otra cosa interesante la ministra, en relación con las alegaciones que los gobiernos autónomos afectados, los regantes y los ecologistas han anunciado que presentarán al Consejo de Estado, y es que este órgano consultivo se va a encontrar comentarios "no necesariamente jurídicos o de procedimiento", entre ellos, "muchos que tienen más que ver con el componente emocional". Según dejó entrever, en los argumentos de Puig, López Miras o García-Page hay un componente emocional mientras que "la responsabilidad del Gobierno es atender al interés de todos preservando el interés general".

El componente emocional es el que prima el día de las elecciones, como bien saben los socialistas valencianos, derrotados con contundencia en 2007 y 2011 por el PP de Camps después de que Rodríguez Zapatero se estrenara en el cargo de presidente en 2004 cargándose el nonato trasvase del Ebro. A los socialistas murcianos no les fue mejor.

Hace un mes escribí en esta columna que, al igual que están haciendo García-Page o Lambán, Puig necesita, de cara a las elecciones de mayo, marcar perfil propio y desmarcarse de un PSOE lastrado por demasiadas decisiones polémicas del Gobierno. Y que había desaprovechado varios reveses del Ejecutivo de Sánchez a los valencianos, especialmente a la provincia de Alicante, donde su rival Carlos Mazón es más fuerte.

Carlos Mazón y López Miras, en la manifestación de Madrid. Foto: ÁLVARO MINGUITO

Ahora Teresa Ribera se lo ha puesto tan en bandeja, que mi primera impresión fue que esto estaba preparado, que era un teatrillo para que los valencianos viéramos que Puig cuando hay que plantarse se planta mande quien mande, y que si no lo había hecho desde que Sánchez llegó a La Moncloa en 2018 es porque no ha visto ningún agravio de entidad suficiente. Y que en el capítulo final veríamos a la ministra rectificando y a Pedro prometiendo agua para todos en el mitin de Alicante.

Pero el empecinamiento de Ribera por asegurar ya el cierre en diferido del Trasvase, pudiendo dejarlo para más adelante porque estamos hablando de después de 2025, me hace pensar que quizá sea cierta esa otra teoría que afirma que a Pedro Sánchez le importa un comino si Puig gana las elecciones porque solo mira por las Generales. Por eso no le va a decir nada a Ribera. Lo que parece claro es que la también responsable de pelear con las eléctricas no busca hacer amigos ni decide en función del rédito electoral.

Enfrente tiene, por parte de la Generalitat, a Ximo Puig e Isaura Navarro, quienes, sin ser monocordes, también saben hablar sin aspavientos, de manera que lo que podría ser otra bronca política a cara de perro como las que estamos acostumbrados a ver está siendo en realidad un debate firme y sin concesiones –de momento–, pero bastante civilizado. Por eso no interesa a las televisiones y tertulias nacionales.

PS: Mientras me documentaba para este artículo me he dado cuenta de que Teresa Ribera nació el mismo día que un servidor, razón de más para apreciarla y desearle que no meta la pata.

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