'La caja negra' reconstruye su éxito internacional con su marido Francisco Esteve Pastor y 'Los chicos de España' y su regreso a Valencia donde él triunfó como compositor de música de fiesta y ella abandonó su carrera
VALENCIA. Al cineasta valenciano José Carlos Díaz le apasiona la fotografía antigua. Por ese motivo suele acudir al Rastro de Valencia a la búsqueda de imágenes. En una de sus visitas descubrió unas fotografías de los años cincuenta de una mujer hermosa que le recordaba, según sus propias palabras, a Ava Gardner. Las compró y se las llevó a casa. Las imágenes eran de estudio, de fotógrafo profesional, y en ellas se la veía junto a una orquesta, Los chicos de España.
Así fue como nació La caja negra, un documental que se presenta este martes a mediodía en el IVAC de Valencia y que redescubre para el gran público la hermosa y poco conocida historia de amor entre la cantante manchega Amalia Cuerda Valdevira y su marido el compositor Francisco EstevePastor (1915-1989).
La primera hizo una breve carrera como Lía Delby y el segundo es hoy recordado como uno de los más importantes compositores de música festera del siglo XX, un referente para las bandas de música de la Comunidad Valencia y un autor habitual de los conciertos de las sociedades musicales. Un reconocimiento que habría sido imposible de no mediar el sacrificio de su mujer.
Díaz ha escrito el guión con la ayuda de Francesc Picó de una película que también ha dirigido y que es a un tiempo un tributo a dos enamorados que vivieron juntos la música por todo el mundo, así como un recordatorio a las orquestas que en su día fueron embajadoras de España. El filme reconstruye las vivencias de estos artistas que recorrieron Europa cuando simplemente desplazarse de una ciudad a otra era una aventura, que fueron unas estrellas en Oriente Medio, y cuya peripecia aúna talento, sensibilidad y humildad.
En una nota biográfica escrita por su paisano, el director y compositor José Rafael Pascual Vilaplana, éste relataba como fue en 1948 que ambos se conocieron, Esteve como pianista y ella como cantante de la Orquesta Copacabana, “una de las más famosas de la época”. Juntos recorrieron toda España y actuaron en Portugal y Gibraltar. Pero fue coincidiendo con el aperturismo, en plenos años cincuenta, que recibieron la oferta para viajar al extranjero con la orquesta Los chicos de España, con la que lograron sus mayores éxitos.
Así, realizaron una gira que les llevó a Estambul, Beirut, Teherán y Damasco, actuando ante personajes como el Sha de Persia y Farah Diba o el presidente Abdul Karim Qasim. Túnez, Francia, Finlandia y Suecia fueron algunos de los países que visitaron con una formación con la que se convirtieron en unos trotamundos musicales. Pero llegó el momento de regresar.
“Él quería volver a Muro, y ella aceptó dejar su carrera a cambio de volver, pero a Valencia”, explica Picó. “Cuando regresan, ella deja su carrera para atender al hijo de ambos”, añade Díaz; “deja su carrera para acompañar a su marido”. Un hombre que se sentía feliz componiendo música de fiesta.
Visto hoy el sacrificio de Delby es un ejemplo del machismo de la sociedad española franquista. Pero entonces, su abnegación tuvo mucho de comprensión hacia un su marido, un hombre que amaba la música de fiesta, a quien el oropel de la fama no satisfacía, que quería contribuir a su difusión y que se convirtió en el autor de cabecera para muchas sociedades musicales.
“Innovador”, en palabras de Díaz, Esteve Pastor fue uno de los muchos responsables de la renovación de un género siempre vivo y sus obras son perfectamente reconocibles por el público. “Puede que no asociemos su nombre a ellas, pero en cuanto oímos una sabemos que ya la hemos escuchado”. ‘Brisas de Mariola’, ‘Eduardo Borras’, ‘La plana de Muro’ o ‘Penya Cadel’ son algunas de esas piezas que cualquier melómano reconocerá con una audición.
Habitual de las fiestas de Moros y Cristianos, convertido en uno de sus grandes compositores junto a nombres como los de Amando Blanquer Ponsoda, Rafael Alcaraz Ramis o Ricardo Planelles, por citar algunos, el compositor eclipsó al músico y al tiempo ensombreció a Delby, “una artista que merece ser recordada de por sí”, comenta Díaz. Pero el talento que los usos y costumbres de la época laminaron su proyección.
Del arte de Delby sólo quedan de testimonio cinco discos en pizarra, auténticas rarezas, grabados para Odeón, que se han convertido en joyas para coleccionistas. “No hay ninguna referencia a su carrera, la cual dejó cuando volvió”, comenta Díaz. Ellos eran hasta ahora los únicos testigos del talento de la cantante de la localidad albaceteña de Bienservida.
Este año se celebra el 100 aniversario del nacimiento de Esteve Pastor y por este motivo su localidad natal, Muro de Alcoy, ha realizado una serie de actos en su recuerdo que ha incluido el estreno de este documental, la semana pasada. Los homenajes han servido para volver al primer plano de la actualidad tanto al artista como a su esposa, una mujer cuyos ojos y belleza llamaron la atención de un cineasta, hace ahora unos años, una mañana de domingo en el Rastro de Valencia, y cuyo brillo vuelve a refulgir.