“Esto era una vez una princesa que se salvó a sí misma”. La hija de mi amiga Mirra ha tenido muchos likes en su Facebook tras contar esta historia del Día de la Mujer. Resulta muy satisfactorio que las nuevas generaciones de mujeres no esperen a que venga el príncipe a salvarlas. Tal vez han visto demasiadas historias a su alrededor de madres solas sacando adelante a sus hijas. Tal vez han visto demasiadas historias de mujeres acompañadas asesinadas por su príncipe salvador.
Pero no todos los hombres son iguales, ni todas las mujeres. Ni todos los hombres son machistas, ni todas las mujeres son feministas. En el año del Time’sUp y del MeToo contra el acoso sexual, en el año de la denuncia de la brecha salarial… aún hay quien reniega de llamarse feminista. Aún hay mujeres que “pasan a otra cosa”, como el Presidente del Gobierno español. Como si fuéramos iguales. Claro que lo somos… ¡ante la ley! —y no en todo el mundo—.
Los movimientos de protestas y las manifestaciones que han precedido el 8 de marzo por el mundo han visibilizado todos los techos, brechas y muros que siguen levantados para detener a la mujer, para que no alcance los órganos de poder. Son las generaciones de mujeres educadas en igualdad las que han salido a la calle. Lástima que esta lección no se haya generalizado con igual intensidad entre los hombres.
Y no me vale que muchos de los llamados progresistas digan MeToo y se solidaricen hasta con la huelga. Recuerdo las palabras de Mónica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, en una entrevista para IKnow Politics. "Después de las eternas reuniones del partido haciendo las listas al comité, a la dirección, a las elecciones…, al día siguiente veías cómo habías desaparecido de los puestos de salida”. La reunión verdadera, la que cuenta, era la que se había celebrado minutos después en la barra del bar, mientras las compañeras salían corriendo a preparar cenas. “Los barriguitas” habían decidido…, una vez más.
Esta escena es perfectamente trasladable a cualquier otra situación laboral o social. No es difícil imaginar que las promociones en las empresas son directamente proporcionales a las horas que se pasan, no sólo en el lugar de trabajo, sino también jugando al paddel con el jefe o tomándose unas copas en el bar. Ni se le ocurra a una mujer ir a tomarse unas copas con su jefe al acabar la jornada laboral. Sí, yo también estoy pensando en el mismo epíteto. Porque es con el que nos han educado. ¡Aún!
Y esto es lo de menos… Esto es parte de la discriminación que sufrimos las privilegiadas del primer mundo. Tal vez la punta del iceberg. Porque el iceberg está bajo el mar… y es sinónimo de muerte, de esclavitud, de explotación sexual, de falta de todas las libertades y de todos los derechos fundamentales. Porque los derechos humanos son derechos de la mujer, como dice la Unión Europea en su Gender Action Plan II (GAP II), su nuevo programa para 2016-2020 que intenta promover e implementar la igualdad de género en el resto del mundo, con especial énfasis en los países árabes.
Para ello, se han coordinado todas las instituciones, desde la Comisión Europea hasta el Parlamento, el Consejo y, de forma transversal, las Direcciones Generales de Derechos Humanos, Cooperación y Acción Exterior. A través de sus embajadas, la Unión Europea intentará llegar hasta cualquier rincón. Oriente Medio y Norte de África son objetivos propietarios por su cercanía e influencia, por el peligro de que las condiciones discriminatorias de la mujer, disfrazadas de tradición y cultura, traspasen nuestras fronteras normalizándolas en territorio europeo. A ello va a contribuir especialmente el departamento de la comisaria de Exteriores, Seguridad y Defensa, Federica Mogherini, poniendo a disposición del GAP II todas las delegaciones de la Unión Europea con que cuenta el ServicioEuropeo de Acción Exterior.
A recordar el ejemplo que dieron las hermanas Mariya y Anna Muzychuk, cuando el pasado mes de diciembre plantaron cara al todopoderoso reino wahabita de Arabia Saudí. Ambas campeonas del mundo de ajedrez renunciaron a revalidar sus títulos mundiales para no tener que rebajar su dignidad como personas. Se resistieron a que las obligaran a vestir la túnica negra hasta los pies, a ir siempre acompañadas por un hombre, a no ser libres… en definitiva.
Un año antes, Anna Muzychuk participó en el Mundial de Irán de ajedrez obligada a jugar y deambular durante todo el torneo con un velo en la cabeza. La joven campeona declaró a la prensa que, ”cuando por fin pude quitarme el hiyab, prometí que nunca volvería a verme obligada a algo por ser mujer. Mi dignidad vale más que un título”. En Arabia, además, se jugaron 200.000 euros, una cantidad importante y por la que no se vendieron."Espero que nuestra decisión ayude a otras mujeres a luchar por sus derechos y defender que no es normal jugar en esas condiciones", explicó Mariya Muzichuk el pasado 8 de marzo en el seno del Parlamento Europeo, donde fue invitada a compartir sus valores por el eurodiputado Florent Marcellesi y el exeurodiputado Jordi Sebastià, de Compromís.
Por eso, el Día de la Mujer no ha pasado. El Día de la Mujer ha comenzado. Es la Hora 0 del feminismo a nivel mundial, del Time’sUp, del MeeToo… De la liberación para calificarse feminista, sin miedo, después de años de democracia y de eufemismos. Porque las feministas no queremos ser más iguales que los hombres. Queremos ser absolutamente iguales y que el príncipe no nos salga rana.
Guionistas, cineastas, showrunners, publicistas y, en general, mujeres creadoras del audiovisual participarán en un encuentro a cargo de la Universitat Jaume I de Castelló, cuyo objetivo principal es analizar sus obras, pero también conocer cómo heredan y construyen un nombre propio en la industria