el interior de las cosas / OPINIÓN

No puedo dejar de pensar en ellas

2/01/2023 - 

Segundo día del nuevo año, un ciclo en el que hemos depositado todas las esperanzas, cruzando los dedos, deseando que desaparezcan los tiempos convulsos que habitamos, conjurando un hermoso futuro cercano, construyendo sueños para que la dicha del tránsito entre dos años sea favorable. 

Las montañas de Els Ports respiran primavera en pleno invierno, florecen frutos a su suerte, con el riesgo de desaparecer bajo el manto de la escarcha y las heladas. Hay flores de abril y mayo que han explosionado sus colores, llenando los balcones de infinitas tonalidades, de aromas impropios en el mes de enero. La mañana del primer día del año en la que les escribo es, en Morella, de una belleza exultante, pero, también, es una jornada triste, porque el cambio de un año no va a significar nada. 

El último mes del pasado año dejó el sabor amargo del dolor, de la tristeza, de una insufrible ignominia. Ha sido otra gran estela de la muerte de más mujeres. Demasiadas. Esta sociedad, y sus medios de comunicación, han clamado al cielo frente a un mes de diciembre maldito. Demasiadas mujeres han sido asesinadas, como vienen siéndolo por los siglos de los siglos. Este año, el anterior, los anteriores y así, sucesivamente. Clamamos al cielo, nos indignamos, nos concentramos, guardamos minutos de silencio y, como viene sucediendo, con los días se irá aplacando este sentimiento colectivo de impotencia y de rabia.

 

¿Cuántas más mujeres tienen que ser asesinadas por sus verdugos?¿Dónde está el límite? ¿Alguien se va tomar en serio, de una vez por todas, el terrorismo machista?. ¿Aún no se han enterado de que el machismo es estructural, ambiental, que maltrata a las mujeres y acaba asesinándolas?. ¿Por qué la Justicia y fuerzas de seguridad no reaccionan con contundencia a la hora de corregir los graves errores del sistema que se están dando, a la hora de fijar protocolos más completos y mejorar la asistencia y protección a las mujeres víctimas de violencia de género, así como a sus hijas y sus hijos?. ¿Por qué cuándo más se denuncia son asesinadas más mujeres? ¿Por qué las administraciones no actúan firmemente en cuanto a aplicar una educación en igualdad, una sociedad no sexista, unos medios que no manipulen y condenen el terrorismo machista y que no lo releguen a las páginas de sucesos? ¿Por qué esta sociedad sigue manteniendo silencio e insolidaridad? ¿Por qué todo? ¿Por qué nada?

Duele seguir llorando la muerte de las mujeres, maldiciendo, además, el borrado de sus nombres y de sus vidas. Así no puede seguir esta sociedad, ni este sistema, ni esta democracia. No son suficientes, ni claras, las políticas actuales, no es suficiente la prevención, no está a la altura la justicia y quienes la administran, no es suficiente el seguimiento de las órdenes de alejamiento, no es suficiente nada, absolutamente nada. Y no sirven los argumentarios, las consignas, la absurda demagogia, los golpes en el pecho de ciertos políticos que, en el fondo y la forma, son machistas y se ponen una máscara en cada convocatoria electoral. Pero las máscaras, como nos enseñara el eterno Fernando Pessoa, se quedan adheridas al rostro de tanto ponerlas y quitarlas. 

Indigna y duele, mucho, comenzar un año con estos sentimientos de impotencia y de rabia. Con estas reivindicaciones históricas, con la denuncia de una situación insostenible. Son décadas y décadas de lucha, de salir a la calle, de gritar Basta Ya, de recordar que sin ellas los días de un país no son los mismos. Porque ellas son muchas. Demasiadas. 

He sufrido situaciones muy duras trabajando en la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género; he abrazado a mujeres que secaron sus lágrimas, que perdieron su voluntad, que su cuerpo se rindió, que abandonaron la razón; mujeres que vienen sufriendo el machismo como un hecho consentido y cotidiano, mujeres dependientes, humilladas, vejadas y excluidas de la vida de sus parejas, mujeres que se sienten invisibles, -que son invisibles-, mujeres cuidadoras de hijas e hijos, solitarias, ignoradas, mujeres no respetadas y compartidas con otras mujeres.

 Un día duro para comenzar un nuevo año. Pero así es la maldita realidad que vivimos. Así es esta sociedad en la que nos creemos invencibles. Y no es así, porque no lo somos.  

No dejo de pensar en ella, en la joven que ha permanecido más de un mes encerrada en una habitación, en una vivienda de Onda. Esa joven que logró escapar de su maltratador y verdugo, ese monstruo que decidió aislarla del mundo. Un mes recluida en un cuarto oscuro. 

No dejo de pensar en ella y en todas las mujeres que sufren y que mueren por el hecho de ser mujeres. Pasa el tiempo, pasan los años, los siglos, pero seguimos marcadas a hierro como si fuéramos una propiedad privada del  repugnante machismo, de un patriarcado que mantiene supremacía y arrogancia frente a las mujeres. Y estamos muy cansadas, mucho, muy tristes. Estamos hartas. ¿A quién le importa la vida y la felicidad de las mujeres?

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