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el interior de las cosas / OPINIÓN

Nuestra muerte y nuestra vida

30/10/2023 - 

Las pequeñas velas de aceite flotaban en los diversos cuencos y platillos que mi abuela repartía por toda la casa, tantas luces pequeñas que centelleaban entre la tarde del día 1 de Noviembre y el mediodía del día siguiente. Era la celebración de Les Animetes. El Día de las ÁnimasMi abuela cumplía fielmente con aquella tradición que convocaba las almas de los seres queridos fallecidos, de personas que se estimaban. La casa de Gavarda se llenaba de estos destellos que producían constantes sombras en movimiento, en las vigas y el altísimo techo de las habitaciones. Tras la jornada festiva del 1 de Noviembre, marchaba mi familia a Madrid y València, y yo, en muchas ocasiones, permanecía con mi abuela varios días.

El vacío de la casa me ofrecía la posibilidad de dormir en la mejor habitación, junto al refugio de mi abuela. Era un espacio especial. Con una cómoda antigua, preciosa, con su espejeo de talla de madera, con aquella pieza de mármol, con aquellos cajones que nunca supe como abrirlos y cerrarlos. El armario también era una pieza magistral de madera y la cama conservaba aquello que más me gustaba, el cabezal dorado con bolas de cerámica pintada, que me encantaba hacerlas girar, mientras saltaba sobre el colchón de lana, mullido, enorme. El sonido de los metales producía cierta calma de acogimiento familiar. Y las bolas giraban y giraban, descubriendo que se movían las diminutas flores de colores de la ornamentación.

En la pared, sobre la cómoda, se elevaba un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, un Jesucristo muy guapo, con su barba, su mirada profunda, su corona y ese corazón apuñalado que sangraba en medio del pecho. En el tránsito entre el día 1 y 2 de noviembre, esa habitación tenía dos platillos de velas de aceite, elaboradas con algodón, y sus llamas movían a lo bestia el corazón sangrante de nuestro señor. 

David Manzur

Mi abuela hablaba de todos sus muertos, de padre y madre, mis bisabuelos, de hermanos, de tías y tíos, de sus vecinas… y me contaba historias de sus vidas. Uno de sus recuerdos que me impactó fue el de mi bisabuela Pepeta. Fueron con ella a un teatro, en València, y en una de las escaleras de acceso al patio de butacas había un enorme espejo. Ella, vestida de negro, pequeña, graciosa, comenzó a saludar al gran marco engalanado, diciendo que había una mujer que le saludaba, y ella respondía. Otro relato me decía que era una falta de respeto comer en familia y mantener encendida aquella enorme radio, cubierta de un tapete de ganchillo, porque quienes hablaban también tenían derecho a comer y a cenar.

Mi abuela no contaba historias macabras, algunas eran tristes, pero sus relatos eran pura poesía, recordando a los suyos desde la alegría de la vida bien vivida. Ella mitigaba el tremendo miedo que sentía en aquella casa tomada por las ánimas libres y sus luces, durante un día. 

Esta celebración era hermosa, con sus ritos y su gastronomía, con unas tradiciones ancestrales y propias, frente a tanto invento importado y desarrollado en este país. Junto a la chimenea de la casa de Gavarda, nos sentábamos en unas pequeñas sillas de cuerda, las mismas que ella usaba en la cocinilla de lumbre para preparar la comida. Asábamos castañas y boniatos, y patatas, mientras mi abuela llamaba a sus muertos en la fiesta de Les Animetes.

Eric Rondepierre

El ritual de los cementerios se cumplía a rajatabla. Había que limpiar a fondo las tumbas y los nichos, cortar las malas hierbas, frotar con estropajo cada losa que cobijaba a la familia, y poner flores. Fregar y llorar al mismo tiempo. Todos los Santos es la cita que nos devuelve a nuestras ciudades y pueblos, a limpiar, regar y adornar esas tumbas y nichos dónde duermen el sueño eterno las personas que tanto amamos. 

Este nuevo 1 y 2 de Noviembre es bien diferente. El Día de Difuntos es, hoy, el día de llorar por el cementerio más grande del planeta, entre el cielo y la tierra. Por las muertes en Gaza. La locura de un tipo como Netanyahu que declara la invasión de Gaza recordando un versículo de su Santa Biblia, Samuel 15:3. "Debéis recordar lo que Amalec os ha hecho. Ahora ve y hiere a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no los perdones; sino mata al hombre y a la mujer, al niño y al lactante, al buey y a la oveja, al camello y al asno”.

¿En qué mundo vivimos? Estamos presenciando y sufriendo un genocidio sin precedentes en la franja de Gaza. Hasta el Secretario General de la ONU ha sido ninguneado y descalificado por Israel, y solo por contar la verdad, por explicar el contexto y la realidad de un pueblo que vive asfixiado, humillado y agredido desde hace décadas. Nunca se ha dado esta situación en la ONU, y todo bajo un atronador y descarnado silencio de la mal llamada comunidad internacional. 

Sherwood Hunter

Si ustedes pudieran conocer esta realidad, cruzar el muro, cómo lo hemos conocido demasiadas personas implicadas en la cooperación internacional, sentirían que se rompen los corazones, que la conciencia nos pesa. Todo el territorio palestino está rodeado de un enorme muro de hormigón, y dentro, también, ha crecido y rodeado pueblos, ciudades, casas y huertos. Hace décadas de tanta ignominia. La ONU ha sentenciado estas prácticas, pero Israel no ha obedecido, ni tampoco esa comunidad internacional que se está poniendo de perfil. Hay declaraciones del Tribunal de La Haya, expedientes de genocidio, de guerra humanitaria. Y, ¿saben?, nunca ha pasado nada. 

Todo mi respeto y apoyo al secretario de la ONU, Antonio Guterres. Si algo está pasando en estos momentos es el relato de la cruda realidad que sufre el pueblo palestino, desde la expulsión en 1948 de sus tierras, y también en 1967. Decenas de miles de personas tuvieron que huir de sus pueblos y ciudades, con las llaves de sus casas a cuestas. Desde entonces, tras eternas décadas, han sido vejados, agredidos y detenidos tan solo por seguir en su territorio. Quizás el mundo pueda entender, ahora, cuál es el conflicto. No es posible sobrevivir bajo un apartheid constante, diario, a cada hora, en cualquier momento. 

Buena semana. Buena suerte. 

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