El origen del urbanismo como disciplina, a mitad del siglo XIX, nació para defendernos de las enfermedades, y a lo largo de la historia ha demostrado sobradamente su poder transformador para mejorar la vida de las personas. Prueba de ello es el ingeniero de caminos Idelfonso Cerdà, en Barcelona, que, con su plan hipodámico de reforma y ensanche, permitió reducir la excesiva densidad de población de la ciudad antigua, abrir amplias avenidas, calles y plazas sin segregación social, y crear grandes parques públicos, complementados con innovaciones como los jardines en el interior de las manzanas.
Entonces, como ahora, ya surgieron debates para airear, solear y naturalizar las ciudades. Estos debaten tiene su rúbrica en la Carta de Atenas de 1933, dónde se deja claro que la salud y la calidad de vida de las personas son la razón y ser de las ciudades, aunque en aquel momento la apuesta por la idea de la ciudad funcional, que ensanchaba, pero que separaba y fragmentaba espacialmente la ciudad para trabajar, de la ciudad para vivir, y de la del ocio, no sospechaba ni remotamente, los perniciosos efectos que la dependencia del coche y el excesivo tiempo para desplazarse, iba a tener en el cambio climático, la cohesión social y la salud pública, décadas más tarde.
En Atenas, pero la clásica, la de las ciudades estado de la Antigua Grecia de Hipócrates, los médicos hacían un juramento para defender los valores éticos, y al mismo tiempo, los ciudadanos se comprometían a dejar la ciudad mejor de lo que la habían encontrado. Hoy más que nunca es necesario renovar ese milenario compromiso, volver a la esencia, restablecer la alianza entre la salud, la naturaleza y el urbanismo para dar respuesta a los grandes retos que vivimos como sociedad en nuestras ciudades. Queremos satisfacer el derecho a la vivienda y mejorar la ciudad para hacerla más sana, verde, diversa y sostenible. Perseguimos la movilidad sostenible, la eficiencia energética y la progresiva descarbonización. Ansiamos dibujar y disfrutar de zonas verdes y nuevas dotaciones que adapten la ciudad al cambio climático. Imaginamos un nuevo lugar para vivir y trabajar. Pero no podemos permitirnos contradicciones como el impulso al crecimiento de suelo para actividades económicas sin promover cerca suelos residenciales y dotacionales acordes a ese aumento previsible de población.
El desafío es mayúsculo y la colaboración público – privada se revela como el único camino para afrontarlo con garantías de éxito. Debemos superar maniqueos prejuicios por parte del sector empresarial, de la sociedad y de las administraciones públicas, y unir nuestras fortalezas en favor del bien común y la creación de ciudades mejores.
El urbanismo debe parecerse a una Constitución, que nos ayude a convivir y, además, que sea generoso y abierto para que las distintas opciones puedan coexistir. El consenso no es una táctica, sino la esencia misma del urbanismo. Tenemos que caminar en dirección al mundo de los tres «zeros» promulgado por el premio nobel de la paz, Muhammad Yunus; «zero» carbono, «zero» pobreza y «zero» exclusión social. Por tanto, el urbanismo productivo y responsable del futuro tiene que crear valor ecológico, valor económico y valor social por igual, en definitiva, reivindicar una ecología humanista, capaz de crear una economía con rentabilidad social y ambiental.
Quisiera poner un humilde ejemplo en ese sentido, como el proyecto que estamos desarrollando TM Grupo Inmobiliario y el Ayuntamiento de Benidorm. Aprovechando los movimientos de tierras de uno de nuestros proyectos residenciales, vamos a ser capaces de restaurar una antigua cantera de más de 100.000 metros cuadrados en el Parque Natural de la Serra Gelada, creando un pulmón verde al lado de la ciudad, con más de 2.500 árboles y 4.000 arbustos autóctonos capaz de reducir la emisión de 45 toneladas de CO2 al año a la atmósfera.
Ya no existe un urbanismo especulador; es el tiempo de un urbanismo productivo y responsable que atienda demandas reales de la población y a su realidad ambiental, económica y social. Es el momento de abordar el crecimiento y la renovación de las ciudades desde una perspectiva holística, sostenible y global.
Pasemos del debate y de los planes a los hechos; impulsemos proyectos verdaderamente transformadores en las ciudades que habitamos gracias a la colaboración público – privada. Abordemos los retos del urbanismo con valentía y espíritu de colaboración. Todos nos debemos al cumplimiento de ese juramento ateniense.
Cristóbal Ruiz es director de Urbanismo de TM Grupo Inmobiliario